viernes, 14 de septiembre de 2007

rEFUGIARSE EN LA CAJA DE PANDORA

LECTURAS
(elo.084)

Zigmunt Bauman
Refugiarse en la caja de Pandora
Vida Líquida, 2.005

Posiblemente todos los tiempos hayan sido difíciles, aunque creo, que los momentos de transición, aquellos periodos históricos en donde dos formas de entender la existencia se confunden y enmarañan entre sí, son los que provocan más desasosiego. Cada época posee su peculiar mirada sobre el mundo, de suerte que, cuando dos visiones chocan en un determinado momento, la establecida y la que llena de ambiciones llega, es conveniente guardar las distancias, para intentar comprender las diferencias entre una y otra, ya que en demasiadas ocasiones, la desorientación lo empapa todo. Sí, resulta necesario saber distinguir y diferenciar las diferentes voces existentes, para poder observar con claridad el singular e irrepetible paisaje, que se divisa desde la posición que ocupamos, pues sólo así, calibrando y sopesando las demás, podremos encontrar nuestra propia mirada, lo que en ningún momento suele resultar fácil. Nuestra época se caracteriza por la coexistencia, casi nunca pacífica, de dos concepciones radicalmente diferentes de lo que debe ser el talante del ser humano ante la realidad, la moderna y la postmoderna, dos formas de entender la existencia, y la realidad, que cuentan con innumerables seguidores, por lo que podría decirse que la victoria de una de ellas, sea la que sea, no resultará fácil.
Debido a la confusión existente, a las diferentes opiniones que se entrecruzan y que colisionan entre sí, a la manipulación y al escaso interés que importantes sectores sociales mantienen sobre cuestiones esenciales, lo que potencia la apatía y “el todo vale”, cada día resulta más importante, sobre todo para eliminar, en la medida de lo posible, el gran número de equívocos existentes que nos mantienen caminando sobre un mar de dudas, sin saber tan siquiera, hacia dónde resulta conveniente dirigirse y hacia dónde no, es conveniente, repito, que comencemos de nuevo a posicionarnos, lo que nos obligará a realizar un esfuerzo al que desgraciadamente ya no estamos acostumbrados. No, porque desde hace bastante tiempo, nos hemos acostumbrado a quedarnos con las opiniones y las definiciones del mundo, que desde el exterior nos llegaban perfectamente embaladas y etiquetadas, con lazo de regalo incluido, lo que ha tenido la virtud, de evitarnos la engorrosa tarea de tener que pensar por nuestra cuenta. El problema es que tal actitud, que tan cómoda resulta, posee un coste en mi opinión demasiado elevado, que inevitablemente hay que afrontar, que no es otro, que el de tener que aceptar un mundo prefabricado, un mundo ajeno, en donde no podremos encontrar, aunque busquemos a fondo, rastro alguno de lo que somos.
Es necesario, por tanto, que comencemos de nuevo a analizar el mundo que ante nosotros se presenta, con la intención, de con el tiempo, pues esta tarea no puede ser de hoy para mañana, que las opiniones que sobre él tengamos, ante todo se parezcan a nosotros. El mundo que habitamos, en parte es inhóspito, o lo sentimos inhóspito, por el hecho de que estamos convencidos de que no es nuestro mundo, de que es un lugar reinventado y estructurado por otros y que ya ha dejado de pertenecernos. Por ello, por ese no sentirnos cómodos en nuestro teórico mundo comunitario, no tenemos más remedio que buscar acomodo en el ámbito privado, ejecutando un enroque, que sólo podrá abrirse para hacer frente a cuestiones imprescindibles. El hombre de nuestro tiempo, observa las sociedades y las ciudades que les ha tocado vivir, como lugares peligrosos, en donde no controla lo que ocurre, lo que le obliga a buscar la seguridad que tanto necesita, en el interior del reducido mundo que poco a poco ha ido creando, compuesto sólo por un reducido número de personas, y que sólo en raras ocasiones, sobrepasa a las que componen su medio familiar, lugar en donde cree poder controlar todas las variables que puedan afectarle. No cabe dudas, de que para llegar a tal situación han tenido que ocurrir muchas cosas, entre las que hay que destacar, el proceso de debilitamiento al que ha sido sometido el ser humano que impera en la actualidad, que cada día parece más narcisista de cara al exterior, pero que ha encogido de manera ostensible durante los últimos años. A este sujeto se le ha asustado tanto, se le ha metido tanto miedo, que la única opción que le queda, es la de conservar lo que posee y despreocuparse de forma definitiva, por otros objetivos que pudieran hacerle la vida más llevadera, pues está convencido, que la dirección de los vientos definitivamente han cambiado, y que ahora lo que toca es resistir, para salvaguardar, al precio que sea, lo poco que aún posee de valor. El primer paso de todo este proceso, consistirá en la sustitución de su mundo por un mundo ya perfectamente prefigurado, más cómodo ciertamente, pero cien por cien artificial, que demostró su inconsistencia, cuando ese individuo comenzó a ser embestido por todos los vientos, comprendiendo, demasiado tarde por supuesto, que las estructuras y los entramados sociales, ya no se encontraban capacitados para ejercer su antigua función, la de proteger a la ciudadanía, al haberse convertido en parte del mismo problema. Al antiguo ciudadano, por tanto, en primer lugar, se le insta a que acepte los discurso que se les ofrecen, en donde se le dice que no se preocupe por nada y que lo deje todo en manos de los que saben, para con posterioridad, cuando ya carece de un suelo propio sobre el que alzarse, se le atiza con fuerzas, desde la seguridad de que no sabrá responder, pues las pocas fuerzas que le quedan, tendrá que utilizarlas, para intentar encontrar un lugar seguro en donde sentirse a resguardo.
Para Bauman, ese hombre debilitado y asustado, encuentra que las sociedades en donde tiene que desarrollar su existencia, en lugar de constituirse como fortalezas que le permita una vida cómoda y segura, se han convertido en los lugares, de donde se nutre la inseguridad que tanto le atemoriza. Cualquiera de los dos discursos mayoritarios, tanto el moderno como el postmoderno, si se llevaran a cabo, tendrían la capacidad de calmarlo, pero ocurre, que hoy ni siquiera existe voluntad, de intentar al menos, de encausar o de domesticar la realidad, convirtiéndose ésta, en un lugar descontrolado, de una hostilidad que en todo momento hay que evitar. El discurso moderno, el clásico, aspiraba mediante una opción continua, homogeneizar a la sociedad, es decir, intentar unificar bajo un modelo claramente definido, toda la variedad que dicha sociedad en un principio mostraba. Es el modelo en todo momento definido por los jacobinos, por el que siempre han apostado los defensores de la igualdad, es decir la izquierda. En contra de este modelo, que para algunos se encuentra claramente desfasado, y cuya implantación resulta cada día económicamente más insostenible, además de ir en contra de la pluralidad social, se posicionan los postmodernos, que señalan hacia el multiculturalismo, una practica social que afirma, que nuestras sociedades deben comenzar a olvidar su ambición unitaria y aceptar las pluralidad de las mismas, es decir, en ámbitos en donde puedan convivir diferentes formas culturales, con diferentes ritmos de desarrollo.
Bauman estima, que la solución no es ni una ni la otra, ni los métodos de homologación recomendados por el modernismo, ni por el contrario, la gethización de social que preconizan los postmodernos, pues mientras que la primera opción vulnera e intenta aniquilar las diferencias, la segunda, basándose en dichas diferencias, lo que hace en realidad, es dinamitar la posibilidad de la igualdad. Bauman, cree que en primer lugar lo que hay que hacer es fortalecer a ese individuo, lo que sólo será posible en la diversidad, es decir, fuera del invernadero en donde se ha introducido para escapar de todo lo que no controla. Pero creo que el proceso, tal y como están las cosas, en buena medida resulta irrevocable, y que Bauman, en esta ocasión, peca de un optimismo voluntarista que no se acomoda a la realidad. Desde el poder, desde todos los poderes existentes, sin embargo, se intenta no sólo que todo siga como hasta ahora, sino que la heterogeneidad social se potencie más y más, con la intención de que el miedo que mantiene al hombre de nuestro tiempo encerrado en su pequeño y confortable mundo controlado, siga funcionando como desarticulador social. La única esperanza que conservo, es la creación de pequeños grupos, que puedan articularse bajo las sombras de afinidades comunes, que obligue a algunos, a comprender que existe vida fuera de su bunkerizado pequeño mundo, aunque para ser sinceros, no apostaría mucho por ello.

Miércoles, 2 de Mayo de 2.007

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