LECTURAS
(elo.083)
HOY, JUPITER
Luis Landero
Tusquets, 2.007
Todos aspiramos a ser felices, pero nadie parece conocer la ruta que conduce hacia ese idealizado estado, en donde estamos convencidos que la vida tiene que resultar mucho más llevadera. Es posible que ese camino no exista, al menos tal y como se nos quiere hacer creer, y que cada uno de nosotros, para complicar aún más las cosas, posea su propio acceso directo a la felicidad, a una felicidad con minúsculas, que es la única que existe, pues la otra, la que tanto se publicita y de la que tanto se habla, no es más que un extraño y atractivo señuelo, en el que solemos caer una y otra vez. Cada uno de nosotros, por tanto, debe intentar encontrar su particular forma de poder acceder a su concepción de la felicidad, que, en el fondo, consiste en descubrir el punto exacto, desde el cual, todos los equilibrios resultan posibles, lo que, como se comprende, no es algo que suela ocurrir todos los días. La felicidad no es otra cosa, por mucho que se nos diga, que sentirse compensado, que comprender y saborear que todo se encuentra en su lugar, en su sitio, que nada va a su aire, por eso, no por otra cosa, decimos que es casi milagrosa. Pero a pesar de lo anterior, que puede mostrar una imagen casi inalcanzable de la felicidad, hay que reconocer, que la mayoría de los que nos rodean, se encuentran cerca de haber encontrado ese equilibrio en sus existencias, lo que les mantiene a un solo paso de ella. Se podría decir, y de hecho hay algunos que estarían dispuestos a apostar todo lo que poseen por sostener tal afirmación, que lo anterior no es la felicidad, al creer aún, que la felicidad es algo que posee mayores dimensiones, que es una especie de cuerpo celeste, que poco tiene que ver con los seres humanos y con su cotidianidad. Pero la única forma de aprehenderla, de hacerla nuestra, es acercándola a lo que somos y no alejarla como constantemente hacemos hacia lo que queremos ser, siendo éste el grave problema, pues más a menudo de lo que parece, confundimos, lo que confirma nuestra absoluta desorientación, lo que somos con el ideal de lo que nos gustaría ser. Lo mismo ocurre con la realidad, ya que nos pasamos la vida luchando contra ella o por ella, en lugar de intentar comprenderla, pues en vez de aceptarla como es, de buscar un hueco en ella que se adapte a lo que somos, intentamos que sea ella la que se adecue, no ya a lo que somos, que ya de por sí resulta una locura, sino a lo que nos gustaría ser. Cada día estoy más convencido, y lo he comentado en más de una ocasión, que los ideales están logrando desorientarnos por entero, pues están consiguiendo, al no ser utilizados correctamente, alejarnos de la realidad, del mundo tangible, llevándonos a unos lugares en donde todo es ficticio, en donde habitan, y no por casualidad, la insatisfacción y la infelicidad. ¿Pero que es lo que ocurre para que algunos, prefieran agarrarse a unos ideales, antes que coger por el cuello a la realidad? Digo algunos, porque esta patología, sí una patología que se parece más a un virus maligno y cancerígeno que a otra cosa, no afecta a toda la población por igual, sino sólo a algunos individuos, que se ven en la obligación de luchar de forma constante, para intentar, de vez en cuando, tocar tierra en lugar de nubes. ¿Pero por qué a unos sí y a otros no? No quiero creer que dicha elección se efectúe de forma aleatoria, por lo que tiene que existir una causa, algo que dichos individuos posean, que tenga la virtud, de atraer a dicho mal. El problema tiene que radicar en el interior de tales sujetos, en la estructura psíquica y vital de los mismos, en aquello que consigue que alguien se comporte de una determinada forma y no de otra, en fin, en el centro neurálgico que configura el tipo de relación que un individuo mantiene con la realidad. Sí, el problema tiene que encontrarse ahí, en la singular relación que se mantenga con la realidad, en el hecho de que se la acepte tal como es, para con posterioridad, en el mejor de los casos, intentar modificarla a mejor, o que se la rechace de forma terminante. Aceptar la realidad, no significa ni mucho menos, que se sacralice lo existente, no, sólo certificar su existencia para saber a qué hay que atenerse, pues toda posible reforma, debe basarse, si en realidad se desea que sea efectiva, en un conocimiento previo y exhaustivo de lo que realmente existe. De hecho, sólo desde la aceptación y desde el conocimiento de la realidad, puede resultar posible la transformación de la misma. El problema es de los que no aceptan lo existente, de los que, al creer que son incompatibles con la realidad, optan por encerrarse en artificiales burbujas en donde intentan vivir con plenitud, sin comprender, que los ideales sólo sirven para iluminar nuestras existencias, y no para vivir sobre ellos. Algunos están convencidos, de que en el territorio geométrico de los ideales, siempre repleto de aristas punzantes y de perfectos discursos, en donde no suele faltar ni una sola coma, puede resultar posible la vida, y se empeñan con el mejor voluntarismo de los posibles, en intentar acampar en sus inhóspitas cumbres, decididos a juzgar el mundo desde dichos lugares, encontrando sólo, en contrapartida, en lugar de esa felicidad anhelada, una soledad insoportable y suicida de la que difícilmente pueden escapar. En fin, sólo los que han respirado la pureza de esos aires, que resultan de una toxicidad extrema, pueden hablar de ese peligroso lugar, y comprender que la felicidad sólo es posible desde la realidad, desde una realidad, a ser posible, como dije con anterioridad, iluminada por un determinado ideal.
Desde lo que somos, por tanto, hay que caminar hacia lo que queremos, pues lo contrario, aunque nos empeñemos en ello, resulta inviable, lo que implica realizar un esfuerzo, para intentar adecuar nuestras necesidades a nuestras capacidades, pues en todo momento deben ser éstas, las que acojan a aquéllas.
La esperada novela de Luís Landero, habla precisamente de esto, de la imposibilidad de encontrar la felicidad en los ideales, pues la felicidad, parece decirnos el novelista extremeño, en el supuesto caso de que exista, sólo puede ser encontrada en el pequeño mundo que nos rodea, que es el único lugar en donde tenemos que cultivar nuestra existencia. Para sostener su tesis, el autor desarrolla dos historias, por un lado la de Dámaso, quien tuvo que soportar, en un principio, los intentos por parte de su padre por planificarle un futuro, para después, lidiar con el rencor que le provocó el hecho de que le apartara de su vida, cuando su padre comprendió, que su hijo no estaba capacitado para convertirse en el protagonista de sus sueños. La otra historia, a todas luces secundaria, nos relata las peripecias de un profesor, que en todo momento deseó ser algo más, erudito profesor universitario o famoso escritor, pero que descubre, demasiado tarde, que la auténtica felicidad no se encontraba en lo proyectos que tanto deseaba, sino en su mundo real y cotidiano.
Landero desarrolla ambas historias de forma clásica, alternando un capítulo de su novela para una, y otro para la otra, sin que hasta el final, tengan ninguna relación entre sí. La esperada intersección entre ambas, se lleva a cabo, gracias a que los dos protagonistas en los últimos compases de la novela llegan a conocerse.
Desde un principio, “Hoy Júpiter”, me pareció una novela decepcionante, pues ni las diferentes historias ni el estilo utilizado para su desarrollo conseguían llamarme la atención, de suerte que, en determinados instantes, temí que tendría que abandonar su lectura. Pero no, ahora creo, que el éxito de Landero, si a tal hecho puede denominarse éxito, radica en haber realizado una novela, que en ningún momento llama poderosamente la atención, una novela que huele y sabe a antigua (hace recordar constantemente al Abel Sánchez de Unamuno), pero que de forma inexplicable en ningún momento se llega a abandonar, lo que sin duda no se debe a la casualidad, sino que es mérito del autor.
Posiblemente Landero no sea mi novelista español preferido, pero tengo que reconocer, lo que es interesante en los tiempos en que vivimos, que el extremeño va a su aire, realizando una literatura, que aunque parezca de otros tiempos, es la suya, lo que es motivo suficiente, para estar siempre pendiente de lo que hace y publica, pues el hecho de que pueda parecer que está “fondón”, como una amiga me lo definió hace poco tiempo, no significa, ni mucho menos, que carezca de interés.
Domingo, 29 de Abril de 2.007
No hay comentarios:
Publicar un comentario