LECTURAS
(elo.334)
TALA
Thomas Bernhard
Alianza, 1984
Hacía
tiempo que tenía interés de leer esta novela, incluso antes de que comenzara a
sentir los primeros síntomas de mi
“fiebre” por Bernhard, pero por unas circunstancias o por otras no he podido
hacerme con ella hasta ahora, a pesar de que para algunos se trate de la mejor
obra del escritor austriaco. No estoy seguro, después de haber terminado
la lectura de esto último, ya que creo
que su mejor novela es “Extinción”, pero de lo que estoy convencido es que
“Tala” es puro Bernhard. En esta pequeña novela está todo lo que me interesa de
él, además de ser una novela de las que se podría calificar de “redondas”,
pues a diferencia de otras del autor, se
presenta completamente nivelada, sin que nada aparezca en ella distorsionado ni
apresurado. Nivelada, sí, pero a una altura difícil de superar.
Como
siempre, de Bernhard, lo que más me ha llamado la atención ha sido su poética,
que no se basa ni en el sentimentalismo ni en la inspiración, sino en un férrea
voluntad de estilo que él atribuye a las dificultades que encuentra ante el
idioma alemán, idioma que hay que trabajar, a veces hasta la extenuación, para
presentarlo de la forma adecuada, algo para lo que en principio ese idioma está
negado. El alemán, como en numerosas ocasiones el propio Bernhard ha repetido,
sirve para otras materias, como para la filosofía, pero no está dotado ni para
la literatura ni para la poesía, motivo por el cual hay que trabajarlo y
tensionarlo al máximo, para que de él pueda surgir un producto artístico. En
otros autores lo poético en la narrativa me resulta insufrible, impostado,
fuera de lugar, porque lo que desean hacer es una narrativa poética, algo que
carece de sentido al estar en contra de la esencia misma del arte novelístico.
Pero Bernhard no aspira a realizar poesía con su narrativa, en absoluto, pues
lo que consigue es articular un ritmo circular mucho más cercano a la música,
su gran pasión, que de la poesía, y en ese ritmo, un ritmo gracias al cual
consigue desmenuzarlo todo, se encuentra lo mejor del austríaco, su singular
estilo musical.
En
“Tala”, como dije, se pueden encontrar todas las obsesiones de Bernhard, al
igual que también su característico y elaborado estilo, y en su mejor versión,
por lo que en este sentido esta obra puede mostrarse y presentarse como la
ideal para realizar un acercamiento a la literatura del oscuro austriaco. En
ella deja constancia de la relación de amor odio que mantiene con su país, su
aversión al catolicismo, siempre castrante, el asco que sentía hacia el
diletantismo cultural y hacia la burguesía austriaca, pero también su
admiración por la gente sencilla, por aquella que todo lo que hacía lo
realizaba con naturalidad. Bernhard para muchos no es más, sobre todo cuando de
él no se ha leído lo suficiente, que un diletante, que un mero exquisito,
alguien neurótico y exasperante, pero nada más lejos de la realidad, ya que con
su literatura precisamente trata de dinamitar todo aquello de lo que se le
acusa.
En
esta ocasión, Bernhard, sitúa ante su objetivo a la denominada “clase” artística
de su país, creando un escenario en donde el narrador, un escritor que después
de un largo periodo había regresado a Viena, se limita a observar a los
diferentes personajes que ante él “actúan”, tal como si se tratara de un
espectador ante una obra teatral, y a recordar el tiempo, en el que con
anterioridad, vivió en ese asfixiante y falso mundo. Todo lo que ve y lo que
narra le resulta artificial, impostado, fruto de impotentes diletantes que se
dedicaban, con la intención de hacer soportables sus aburridas existencias, a
chapotear y a chapotear en las estancadas aguas del mundo en el que vivían, que
ellos mismos habían creado y en donde se creían que tenían un papel importante
que desarrollar.
Pero
en el fondo se trataba de una interpretación monótona, previsible, que estalla
cuando el invitado es interpelado, y fruto del alcohol califica de hipócrita al
mundo en el que vive y del que vive, afirmando antes de volver al redil, al
mundo en el que tenía su papel y en donde era alguien, las palabras “bosque,
monte alto, tala”, dando a entender, que incluso para él, debajo de todo, de
tantos substratos de impostura y de artificialidad, existía lo original, la
naturaleza y la vida sencilla, y que todo lo demás no era más que cultura, la
artificialidad tras la que se escondían.
Independientemente
a sus temas, a sus obsesiones, leer a Bernhard ante todo es un placer, ya que
sumergirse y dejarse llevar por su particular forma de entender la literatura,
en donde siempre hay que estar despierto para comprobar cómo cada una de las
frases que va dejando, y cómo las va dejando, encajan a la perfección con la
siguiente, supone una fiesta para los que creemos, a pesar de los pesares, que
la literatura es algo más que el hecho de contar una historia. Y este es el grave problema que la
literatura, que la literatura entendida como una actividad artística padece en
la actualidad, que muchos creen que con saber contar una historia más o menos
creíble y legible es suficiente para ser
novelista.
No
hace mucho comenté que Bernhard en estos confusos tiempos representa un punto
de referencia, y lo es, pues en un periodo en donde todo parece que vale, en
que más que lo excelente se busca la publicación de una obra que consiga vender
el número preciso de ejemplares para poder volver a publicar, mucho más que la
calidad de lo que se presenta, es conveniente saber que existe otra literatura,
otra literatura que se asienta en otros parámetros radicalmente diferentes,
aunque sólo sea para comprender, que en literatura no todo vale.
Miércoles, 2 de
noviembre de 2015
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