LECTURAS
(elo.335)
FRANCAMENTE,
FRANK
Richard Ford
Anagrama, 2014
En
los últimos tiempos me estoy dedicando a leer, a veces con demasiado
voluntarismo, a determinados autores clásicos, a afamados novelistas que al
parecer han dejado una profunda huella en la historia de la literatura y que me
están resultando excelentes, aunque en buena medida, tanto sus discursos como
sus metodologías, los encuentro ajenos, excesivamente distantes. La literatura,
la buena literatura, a pesar de que dicen que debe fijarse y apoyarse en lo
inalterable del ser humano, no cabe duda que siempre se encuentra anclada
históricamente al momento en que se compuso, en las formas culturales
establecidas y en la visión de los protagonistas del mundo en que vivían. Por
ello, en muchas ocasiones, cuando se leen, casi siempre con deleite, algunas de
esas joyas literarias, escritas incluso hace menos de un siglo, uno siente y
observa cierta ingenuidad, como si pertenecieran a otro mundo, a un mundo ya
fenecido.
Por
lo anterior, a veces, como me ha ocurrido en esta ocasión, cuando se cruza en
el camino alguna narración actual, de esas que también desde la calidad apunta
hacia los problemas y las obsesiones del hombre contemporáneo, en donde la
complejidad lo inunda todo, uno no tiene más remedio que dar “un respingo”,
pues las aseadas y casi siempre previsibles narraciones que se dejan atrás son sustituidas
por otras repletas de matices y de guiños, que hacen comprender, que a
diferencia de la pasada, la literatura actual ante todo tiene que ser
beligerante, tanto en su temática como en su forma, o lo que es lo mismo, que
más que el deleite, que la perfecta exposición de una historia, lo que tiene
que buscar, y profundizar cuando la encuentre, es en las enormes
contradicciones que definen al ser humano de nuestra época, un ser humano cada
día más aislado y confuso, cada día más
frágil y más vulnerable.
Cuando
ya estaba convencido de que Richard Ford, de forma incomprensible, había dejado
atrás a Frank Bascombe, su personaje emblemático, me he encontrado de nuevo, lo
que me ha sorprendido, con el antiguo periodista deportivo y con el ex agente
inmobiliario en cuatro pequeñas narraciones, ya con sesenta y ocho años pero en
perfecto estado de forma. Y me lo he encontrado un poco más escéptico y también
más alejado de un mundo que cada día comprende menos, mientras que su segunda
mujer, Sally, se dedica a consolar, como si hubiera encontrado una nueva misión
que cumplir, a los múltiples damnificados por el huracán Sandy.
De
las cuatro narraciones la que más me ha llamado la atención ha sido la última,
“Muerte de otros”, porque en ella me he reencontrado con el mejor Bascombe, o
lo que es lo mismo, con el mejor Richard Ford. En este relato, Bascombe,
subraya por enésima vez el estado de estupidez y también la alarmante
decadencia a la que se ha llegado, apostando por la salud mental de la gente
sencilla, aunque ésta sea de color. Desea que lo dejen en paz, pues está
convencido que tiene su vida perfectamente amueblada, o con los muebles
necesarios que necesita para vivir, bastándole con leerle desde una emisora
local a los ciegos trozos de una novela de Naipaul y manteniendo su confortable
relación con Sally, con la que evita tener conflictos, al tiempo que soportar,
siempre con buen talante, los problemas que aún le causaban sus hijos y su
primera mujer. Bascome, como siempre, sigue aspirando a llevar una vida
sencilla y cómoda, y precisamente por
eso nadie le entiende, lo que le obliga a tener que salir del mundo en el que
se encuentra tan a gusto, para encontrándose, entonces, con todo aquello que
tanto le desagradaba.
Se
podría decir, también, que Bascombe ante todo es un superviviente, alguien que
en su momento comprendió, después de haber padecido diferentes tempestades (su
fracaso como escritor, la muerte de su hijo o la separación de su mujer), que
era preferible resguardarse de los vientos e intentar vivir un poco alejado de
la costa, para desde allí, desde la distancia, observar a los que con
esperanzas, aún tenían fuerzas para enfrentarse a la existencia. Sí, porque
Bascombe ante todo es un observador que con su mirada, con su afilada mirada,
deja al descubierto, a la intemperie, la estupidez humana.
Resulta
curioso que Richard Ford, cuando se aleja del universo de su personaje estelar,
no es más que un novelista mediocre, que no aporta absolutamente nada, algo que
ciertamente tiene que ser complicado de asimilar para un autor, por lo que se
puede comprender los diferentes intentos por desprenderse de él, algo lógico y
humano, ya que Bascombe se tiene que interponer entre él y la literatura como
un insalvable obstáculo.
Es
posible que “la serie Bascombe” sea el último reducto de lo que en su momento
se denominó “El realismo sucio”, de esa literatura realista y minimalista que
para algunos abanderó Carver, y que ha supuesto la última gran aportación de la
literatura norteamericana. “El realismo sucio” nos ha dejado otra visión de
Norteamérica, cierto, pero también otra forma, sin estridencias, de abordar la
literatura, más interesada en los pequeños detalles que en último extremo son
los que condicionan y condimentan nuestra vida.
Afortunadamente,
en la presentación de este libro, Richard Ford anunció la próxima publicación
de una nueva novela de nuestro jubilado agente inmobiliario preferido, lo que
significa que dentro de poco, y espero que no se haga rogar demasiado, podremos
volver a disfrutar de la caustica, pero siempre inteligente y entrañable,
mirada que Bascombe realiza de todo lo que se mueve a su alrededor.
Jueves, 14 de
enero de 2016