LECTURAS
(elo.326)
LA MUERTE DEL
PADRE
Karl Ove
Knausgard
Anagrama, 2009
Leí
esta novela hace dos años, cuando se publicó, y la he vuelto a leer de nuevo no
sólo porque se acaban de publicar dos tomos más de esta monumental obra, de los
seis que la conforman, que tienen el controvertido título de “Mi lucha”. La he
vuelto a leer sobre todo, porque a pesar del tiempo transcurrido, he conservado
de ella escenas con gran nitidez, lo que ciertamente no me parece normal,
imágenes narradas que de nuevo me han llamado la atención, y que atestiguan la
calidad literaria del autor. De una novela en el mejor de los casos suelen
quedar en la memoria el tema, pero son pocas las que, con el paso del tiempo,
consiguen ser recordadas por fragmentos de la misma, como me ha ocurrido con
esta de Knausgard.
Me
llama la atención que cuando se habla y se escribe de esta novela, y
últimamente se escribe y se habla demasiado, siempre se subraya la valentía del
escritor, como si la valentía no tuviera que ser necesaria cuando se escribe y
se muestra lo que se escribe, y poco, de la capacidad narrativa del noruego. La
valentía es algo que poco tiene que ver con lo literario, es una cualidad
humana muy loable y que siempre hay que aplaudir, pero en literatura hay que
pedir algo más, ya que en principio que alguien sea valiente no significa
necesariamente que sirva para el oficio de escribir.
“La
muerte del padre” no cuenta nada del otro mundo, no es de esas novelas que
aportan al lector algo importante, no, en absoluto, es una de las muchas
novelas que se han escrito sobre los efectos que sobre un hijo provoca la
desaparición definitiva de su padre, tema por cierto muy manoseado últimamente,
baste señalar a Roth, a Auster o a Fernando Marías, hecho que obligatoriamente
hace recordar al que escribe fragmentos de su vida anterior, relacionados o no,
con la progenitor fallecido.
Partiendo
de la base de que la novela no aporta nada nuevo, y que posee quinientas
páginas que he leído sin apenas darme cuenta, con escenas que se dilatan y se
dilatan sin que en realidad pase nada importante en ellas, pero que sin embargo
me he sentido incapaz de abandonarla, no tengo más remedio que decir, que la
capacidad literaria de Knausgard es sorprendente, y eso que en ningún momento
se sale del tiesto con absurdos experimentos estructurales para atraer la
atención del lector, no, porque lo que también llama la atención es su aparente
sencillez expositiva, su cercanía al lector, pudiendo ser esto la clave de su
éxito.
Mientras
se lee “la muerte del padre” uno tiene el convencimiento de que está leyendo
algo realmente bueno, pero cuando se termina la novela comienzan las dudas
sobre la misma, porque como apunté con anterioridad no se puede decir que
aporte nada nuevo a la temática tratada, de suerte que la figura del padre
queda hasta cierto punto desdibujada, no quedando claro a ciencia cierta por
qué fue un mal padre, ni por qué influyó tan negativamente en sus hijos. Lo
importante de la novela, sin duda, es la sencillez en la que se narran las dos
grandes escenas que la conforman, la de la fiesta de fin de año, y la limpieza
de la casa en donde había fallecido el padre del protagonista, en las que uno
queda literariamente “enganchado”. Esta sencillez expositiva es lo que ha hecho
que esta novela se haya convertido, curiosamente, en todo un best sellers en
los países nórdico, y al parecer también en el Reino Unido, a lo que hay que
unir también la fama que la ha precedido, la de estar escrita por alguien que
ha vomitado sobre su familia. Pero también hay que añadir que tampoco es para
tanto la actitud que mantiene el autor, a no ser que en los países escandinavos
ese tema sea tabú, ya que por ejemplo “Patrimonio”, de Philip Roth, es mucho
más dura en todos los aspectos.
Como
he comentado más arriba me sorprende que en todo lo que he leído sobre esta
obra se hable más del autor que de la novela en sí, lo que no habla bien de la
crítica literaria, que se limita a señalar hacía lugares comunes, ni tampoco de
los lectores, deseosos ambos de encontrar a un autor cuya personalidad se
encuentre por encima de su obra, en lugar de mostrar la satisfacción de haber
hallado una novela que se asienta, sin mucha dificultad, por encima de la media, como sin duda lo es
ésta de Knausgard.
Hablaba
el autor, en la propia novela, que es fundamental buscar el equilibrio entre el
tema y el estilo, que es necesario abatir todo intento de que una de esas dos
variables consiga eclipsar a la otra, cosa que con acierto consigue, pero diría
yo, que también sería necesario abatir, en aras de la autonomía de la propia
obra literaria, la alargada sombra de la personalidad del autor, sobre todo
cuando ésta ha sido publicitada en exceso, cuando ésta ha sido galardonada por
cierto malditismo, algo que a estas alturas vende, y vende muchísimo.
“La
muerte del padre” es una buena novela,
una buena novela que se asienta en la calidad expositiva del autor, que
consigue dejar escenas, incluso imágenes, que sólo con dificultad podrá olvidar
cualquier lector mínimamente sensible. Por ello es aconsejable, incluso muy
aconsejable, leer las siguientes
entregas de esta obra.
Viernes, 7 de
agosto de 2015.
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