viernes, 18 de diciembre de 2015

Un órgano independiente

LECTURAS
(elo.324)

UN ÓRGANO INDEPENDIENTE
Haruki Murakami
Tusquets, 2015

                        Ayer estuve leyendo un trabajo sobre Camus en el que se decía que, para el autor francés, en la literatura y en el arte en general, la filosofía, lo que se desea decir, siempre debe ser mostrado, nunca explicitado. Precisamente por ello, a pesar de que los temas que nutren la literatura son siempre los mismos, por el hecho de que lo importante es cómo se expongan, por mucho que se repitan nunca llegan a cansarnos.  ¿Cuántas novelas se habrán escrito, cuantas habremos leídos, en las que el amor es el eje central sobre las que se vertebran? No cabe duda de que el amor es uno de los temas esenciales de la literatura de todos los tiempos, pero lo es, porque también lo es para el ser humano, ya que es una de las escasas cuestiones que si no se solventan adecuadamente, pueden conseguir mantenernos en jaque de forma indefinida. Se puede vivir sin amor, por supuesto, pero siempre y cuando seamos capaces de neutralizar esa descontrolada variable a la que, de vez en cuando, se enfrenta nuestra existencia, lo que difícilmente se puede conseguir, ya que la voluntad se ve impotente ante los efectos que provoca, pues “ante el amor, la voluntad no vale”.
                        A pesar de la fama que posee, el amor es un elemento estabilizador, motivo por el cual, todos aspiramos de una forma o de otra a convalidar esa asignatura para poder, libre de cargas, dedicarnos a otras cuestiones, ya que el verdadero amor, posee la lamentable virtud de lograr paralizarnos al absorbernos por completo. Por ello, también existen sucedáneos del amor, como el cariño hacia otra persona, o el volcarnos sobre una actividad concreta de forma frenética, para intentar quedar inmunizados, o salvaguardados, ante la posibilidad de ser arrastrados inesperadamente por el devastador tsunami que siempre representa el amor, el amor verdadero, que se quiera o no, hasta que no consiga ser domesticado,  siempre será desestabilizador.
                        Sí, al principio, porque después, si se tiene suerte, las aguas suelen volver a su cauce. Y eso es lo preocupante, que es una cuestión de suerte, pues no siempre la persona por la que sentimos desvelos es la adecuada, la adecuada para acompañarnos de forma armónica en nuestra vida cotidiana. En este relato, Murakami deja una imagen que refleja fielmente lo que puede ser el amor, “es como dos barcas atadas a una cuerda, de suerte que cuando su corazón se mueve tira del mío, de una cuerda que no se puede cortar porque no existe cuchillo que pueda cortarla”. Es posible que así sea el amor verdadero, el que bascula armónicamente, pero eso sólo es posible si la otra barca a la que estamos atados es la correcta, pues en caso contrario todo será conflictivo. El amor, por tanto, es un elemento estabilizador, pero sólo cuando se consigue acertar con la persona adecuada, pero devastador, cuando la suerte nos ata de forma irremediable con aquella otra que sólo nos puede, en el mejor de los casos, proporcionar desasosiego. En el fondo, como sabemos, todo es cuestión de suerte.
                         En “Un órgano independiente”, Murakami nos cuenta la historia de alguien, de un exitoso profesional, que conscientemente había preferido vivir de espaldas al amor, encerrado en su trabajo y manteniendo múltiples y circunstanciales relaciones con mujeres. Era alguien que llevaba una vida envidiable, hasta que un día, el tsunami del amor acabó con él, pues a pesar de que siempre lo había evitado, cayó irremediablemente en su trampa.
                        La historia la cuenta un escritor que lo conoció al protagonista y con quien se sinceró, por lo que es una mirada desde afuera, desde la extrañeza de alguien que no comprendía lo sucedido, por lo que sólo cuenta lo que sabía. En esta ocasión Murakami se muestra, lo que es de agradecer, como un narrador que se dedica a contar lo que desea contar sin caer ni en lo onírico ni tampoco en lo alegórico, demostrando sus cualidades sin tener que esconderse en lo exótico, como en muchas otras ocasiones ha hecho, lo que paradójicamente tantos lectores le ha proporcionado.
                        Es posible que para sus lectores habituales, que son muchos, este relato no consiga llamarles la atención, al ser poco murakamiano, ya que en él no existe ninguna salida extraña, diré que exótica, que es lo que ha caracterizado siempre a su obra. Podría decirse también, que es un relato occidentalizado, normalizado, y que tal hecho, le quita singularidad al mismo. Es posible. Pero creo que es de los mejores relatos que he leído del japonés.

Sábado, 13 de junio de 2015






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