LECTURAS
(elo.324)
UN ÓRGANO
INDEPENDIENTE
Haruki Murakami
Tusquets, 2015
Ayer
estuve leyendo un trabajo sobre Camus en el que se decía que, para el autor
francés, en la literatura y en el arte en general, la filosofía, lo que se
desea decir, siempre debe ser mostrado, nunca explicitado. Precisamente por
ello, a pesar de que los temas que nutren la literatura son siempre los mismos,
por el hecho de que lo importante es cómo se expongan, por mucho que se repitan
nunca llegan a cansarnos. ¿Cuántas
novelas se habrán escrito, cuantas habremos leídos, en las que el amor es el
eje central sobre las que se vertebran? No cabe duda de que el amor es uno de
los temas esenciales de la literatura de todos los tiempos, pero lo es, porque
también lo es para el ser humano, ya que es una de las escasas cuestiones que
si no se solventan adecuadamente, pueden conseguir mantenernos en jaque de
forma indefinida. Se puede vivir sin amor, por supuesto, pero siempre y cuando
seamos capaces de neutralizar esa descontrolada variable a la que, de vez en
cuando, se enfrenta nuestra existencia, lo que difícilmente se puede conseguir,
ya que la voluntad se ve impotente ante los efectos que provoca, pues “ante el
amor, la voluntad no vale”.
A
pesar de la fama que posee, el amor es un elemento estabilizador, motivo por el
cual, todos aspiramos de una forma o de otra a convalidar esa asignatura para
poder, libre de cargas, dedicarnos a otras cuestiones, ya que el verdadero
amor, posee la lamentable virtud de lograr paralizarnos al absorbernos por
completo. Por ello, también existen sucedáneos del amor, como el cariño hacia
otra persona, o el volcarnos sobre una actividad concreta de forma frenética,
para intentar quedar inmunizados, o salvaguardados, ante la posibilidad de ser
arrastrados inesperadamente por el devastador tsunami que siempre representa el
amor, el amor verdadero, que se quiera o no, hasta que no consiga ser domesticado,
siempre será desestabilizador.
Sí,
al principio, porque después, si se tiene suerte, las aguas suelen volver a su
cauce. Y eso es lo preocupante, que es una cuestión de suerte, pues no siempre
la persona por la que sentimos desvelos es la adecuada, la adecuada para
acompañarnos de forma armónica en nuestra vida cotidiana. En este relato,
Murakami deja una imagen que refleja fielmente lo que puede ser el amor, “es
como dos barcas atadas a una cuerda, de suerte que cuando su corazón se mueve
tira del mío, de una cuerda que no se puede cortar porque no existe cuchillo
que pueda cortarla”. Es posible que así sea el amor verdadero, el que bascula
armónicamente, pero eso sólo es posible si la otra barca a la que estamos
atados es la correcta, pues en caso contrario todo será conflictivo. El amor,
por tanto, es un elemento estabilizador, pero sólo cuando se consigue acertar
con la persona adecuada, pero devastador, cuando la suerte nos ata de forma
irremediable con aquella otra que sólo nos puede, en el mejor de los casos,
proporcionar desasosiego. En el fondo, como sabemos, todo es cuestión de
suerte.
En “Un órgano independiente”, Murakami nos
cuenta la historia de alguien, de un exitoso profesional, que conscientemente
había preferido vivir de espaldas al amor, encerrado en su trabajo y
manteniendo múltiples y circunstanciales relaciones con mujeres. Era alguien
que llevaba una vida envidiable, hasta que un día, el tsunami del amor acabó
con él, pues a pesar de que siempre lo había evitado, cayó irremediablemente en
su trampa.
La
historia la cuenta un escritor que lo conoció al protagonista y con quien se
sinceró, por lo que es una mirada desde afuera, desde la extrañeza de alguien
que no comprendía lo sucedido, por lo que sólo cuenta lo que sabía. En esta
ocasión Murakami se muestra, lo que es de agradecer, como un narrador que se
dedica a contar lo que desea contar sin caer ni en lo onírico ni tampoco en lo
alegórico, demostrando sus cualidades sin tener que esconderse en lo exótico,
como en muchas otras ocasiones ha hecho, lo que paradójicamente tantos lectores
le ha proporcionado.
Es
posible que para sus lectores habituales, que son muchos, este relato no consiga
llamarles la atención, al ser poco murakamiano, ya que en él no existe ninguna
salida extraña, diré que exótica, que es lo que ha caracterizado siempre a su
obra. Podría decirse también, que es un relato occidentalizado, normalizado, y
que tal hecho, le quita singularidad al mismo. Es posible. Pero creo que es de
los mejores relatos que he leído del japonés.
Sábado, 13 de
junio de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario