LECTURAS
(elo.300)
ENSAYO SOBRE LA
CEGUERA
José Saramago
Alfaguara, 1995
Hace
muchos años que leí por primera vez esta novela, y tengo que reconocer que
guardaba una idea equivocada de la misma, pues
aunque no tiene la calidad de sus tres primeras obras, no es tan floja,
ni de lejos, como recordaba. Es posible que sea la novela más leída de
Saramago, la más leída entre otras razones porque es muy accesible, siendo ella
la que con seguridad le colgó el San Benito de ser un escritor demasiado
triste, y con la que el autor se asienta, después de “La balsa de piedra”, en
los temas alegóricos, encontrando en ellos un filón del que estoy convencido
llegó a abusar más de lo necesario, en los que puso su pluma a servicios de
ideas más que de historias concretas.
Nunca,
y creo que lo he comentado en más de una
ocasión, me ha llamado la atención lo alegórico en la literatura, al creerlo
perjudicial para la misma, ya que el desarrollo de las ideas que se cuentan, en
este tipo de obras, encorsetan demasiado el devenir de las mismas, quedando
todo subordinado a la tarea de iluminar esa idea fundacional, además de que
todo en ellas, al final, suele cuadrar sin demasiada dificultad, lo que las
convierte en creaciones con un punto de ingenuidad, haciéndolas, por ello, muchas ocasiones insoportables. Sí, porque
desde un principio, si se conoce al autor que la escribe, se sabe sin
dificultad lo que va a pasar, lo que con seguridad va a ocurrir, al igual que lo
que desea decir. Pero claro, ya que estamos hablando de literatura, lo
importante es cómo se cuenta lo que se desea contar, si de forma “garbancera”,
o si por el contrario, todo se lleva a cabo con delicadeza, al menos con la
delicadeza necesaria como para hacer digerible un texto de tales
características.
Pero
Saramago es un escritor delicado, que si de algo puede presumir, y puede presumir
de muchas cosas, es del trato exquisito con el que maneja a sus personajes, de
la humanidad con la que impregna a los mismos, lo que hace navegables incluso
sus obras más toscas, consiguiendo que una novela como ésta, sea ante todo una
obra de personajes, pues la vitalidad y la credibilidad de los mismos llega a
eclipsar incluso a la idea para la que fueron concebidos. Este creo que es el
gran mérito de “Ensayo sobre la ceguera”, que llega a ser incluso una obra
implícita dentro del marco explícito en que fue confeccionada, lo que está al
alcance sólo de muy pocos autores, de aquellos que prefieren, ante lo
presumible, volver a rizar el rizo en vez de alisarlo.
Como
dije antes, “Ensayo sobre la ceguera” es posible que sea la novela más leída
del portugués, y lo es, porque sin abandonar su singular estilo, parece bajar varios
escalones su nivel de exigencia, aportando en esta ocasión un tema diáfano que
consigue que nadie se pierda mientras lee, pues en la narración, a diferencia
de lo que ocurre en otras novelas suyas, apenas existen esas ramificaciones que
tanto nos gustaban a algunos, pudiendo avanzar el lector en ella sin encontrar apenas
dificultades. Otras de las constantes de Saramago, el elemento mágico, en esta
ocasión, en lugar de ocupar una ubicación lateral y casi anecdótica pero
siempre oxigenante, como en otras obras suyas, encuentra aquí un lugar central,
partiendo toda la narración de ese hecho, tal como ocurre en “La balsa de
piedra”, que pese a sus diferencias, es una novela muy parecida a ésta.
En
esta ocasión no se desprende la Península Ibérica del continente para navegar
hacia Occidente a través del Atlántico, sino que todos los habitantes de un país,
todos menos una mujer, se quedan ciegos, lo que propicia una situación caótica
imposible de solventar, situación con la que posiblemente el autor quiera hacer
hincapié en la importancia de lo que tenemos y de lo que hemos construido, al
tiempo que desea recalcar, que en momentos de crisis sólo la solidaridad, el
cariño y la fidelidad, si no solucionar los males, sí al menos pueden hacerlos
más llevaderos.
Por
este motivo, porque puede que sea la novela más leída de Saramago, la fama que
tiene de escritor triste con toda seguridad proviene de ella, ya que a
diferencia de otras novelas suyas, complemente luminosas y en donde de vez en
cuando asoma cierto sentido del humor, en ésta, todo parece que se desarrolla
en blanco y negro, lo que puede provocar cierta asfixia en el lector, al
producirse, para colmo en ella, escenas ciertamente desagradables.
La
maestría de Saramago se manifiesta una vez más al escoger un tema desproporcionado,
increíble y muy difícil de sobrellevar, para desarrollarlo con su ritmo pausado
de siempre, al que consigue acotar y hacerlo creíble, lo que hace colocando su
foco de atención a pie de tierra, ya que son los sentimientos de los
personajes, su saber estar, lo que independientemente al tema, consigue llenar
toda la escenografía de la narración, pues sus personajes tienen la virtud, y
este es uno de los grandes activos de la prosa del portugués, de permanecer
siempre vivos en la memoria del lector.
Como
dije al principio, como no guardaba un buen recuerdo de esta novela no tenía
mucho interés de volver a leerla, pero me ha sorprendido gratamente la
relectura, pues Saramago demuestra en ella su capacidad, en no muchas páginas,
para desarrollar un tema potente desde la vertiente más complicada, la humana,
dejando poco espacio para lo que se pueda esconder detrás de la narración, pues
para él, lo importante son siempre los
medios de los que se vale, sus personajes, que en todo momento se encuentran
muy por encima, incluso en una obra alegórica como ésta, del objetivo que se
impuso al plantearse la novela.
Lunes, 31 de
marzo de 2014