viernes, 7 de junio de 2013

En la orilla

LECTURAS
(elo.280)

EN LA ORILLA
Rafael Chirbes
Anagrama, 2013

Existen autores por los que uno pregunta y nadie sabe qué están haciendo, que escondidos, que alejados de las luces mediáticas, que tanto gustan a otros, trabajan con tesón en alguna nueva obra que se espera con interés, no por muchos, pero si por algunos para los que su aparición, sin duda, será festejada como un acontecimiento de grandes proporciones, como una fiesta, sea cual sea el resultado final de la misma, por aquellos para los que todavía siguen interesados por eso cada día más extraño que se denomina literatura de calidad. Desde que leí “Crematorio”, esperaba con interés una nueva novela de Rafael Chirbes, no tanto para que siguiera abundando en el tema que en aquella ocasión narró, sino para que siguiera contando historias de la forma en que la contó, pues estoy cansado de las novelas que sólo se sostienen sobre las historias que muestran, como si ese fuera el único interés de una buena obra literaria, y no en la forma en que se cuenta, en el lenguaje y en la metodología que se utiliza para decir lo que se desea decir, que desde mi punto de vista, es el sustento de toda obra literaria. Lo importante de la literatura no es sólo tener una buena historia, pues éstas en el fondo son fáciles de hallar, sólo hace falta, con paciencia, escarbar o mirar un poco alrededor, sino poner en pie una historia de la forma adecuada, para lo que sin duda hace falta unos conocimientos que no están al alcance de cualquiera.
Después de comprobar, con cierto rubor, los aplausos con que parte de la crítica ha premiado a algunas de las novelas publicadas en este ejercicio, y estoy hablando de novelas firmadas por autores de prestigio, estoy convencido que la aparición en las librerías de “En la orilla” es el acontecimiento literario más importante, y con diferencia, que se ha producido este año en el panorama literario de nuestro país, pues aunque creo que está por debajo del nivel alcanzado en “Crematorio”, es menos redonda y posiblemente le sobren algunas páginas, está por ambición y por ejecución muy por encima de lo que se publica habitualmente. Resulta evidente que no va a ser un éxito de ventas, es imposible, pero la poliédrica mirada que realiza sobre la tan manoseada crisis que estamos padeciendo, o sobre los orígenes de la misma, la del “pelotazo” y la del “boom inmobiliario”, la convierten en una novela imprescindible, de forma independiente al placer estético que produce su lectura, en un interesante mirador desde el cual poder comprender, desde otra perspectiva, lo que en realidad ha sucedido. Hace poco leí el acercamiento que Antonio Muñoz Molina realizó sobre el tema, en donde el jiennense dejó a un lado sus aparejos de novelista para vestirse de ensayista, o de analista, cosa que celebré porque estaba echando de menos a alguien con otra mirada, pero creo que ha sido más interesante, más enriquecedora, de ahí de nuevo la fuerza de la novela, que cuando está bien realizada consigue bajar los conceptos a tierra, la versión novelada que sobre la crisis desarrolla Chirbes.
El novelista valenciano se centra en uno de los muchos damnificados por la crisis, en alguien que a sus setenta años se sabe arruinado por culpa de las inversiones, que de forma suicida, llevó a cabo con la intención de conseguir las plusvalías necesarias para poder retirarse con su perro a la montaña, lejos del taller de carpintería industrial en donde sabía que había malgastado su vida. Pero todo le fue mal, y todo lo perdió, por lo que antes de que le arrancaran todo lo que tenía, y de quitarse la vida, desliza una asimétrica y caprichosa mirada por lo que hasta entonces había sido su existencia. Sí, esa mirada la realiza “sin orden ni concierto”, superponiendo imágenes y recuerdos en una narración que a pesar de que en un principio pudiera parecer caótica, deja un retablo nada fácil de realizar, que paradójicamente ofrece una imagen clara y demoledora de todo lo que ha pasado y está ocurriendo en la actualidad.
Para Chirbes “La tensión debe estar en el lenguaje y no en la trama”, lo que por razones obvias lo convierten en un novelista diferente, y lo que le aleja de las soleadas costas de la literatura dominante, que curiosamente apuesta por todo lo contrario, por historias originales e impactantes, que a veces sólo consiguen salvarse por sus enrevesadas y “originales” arquitecturas, gracias a las cuales se hace creer que se apuesta por algo diferente, pero que en la mayoría de las ocasiones sólo sirven para ocultar el vacío que representan dichas historias. No, Chirbes apuesta en todo momento por la intensidad narrativa, por obligar al lector a estar atento, pues como dijo en cierta ocasión, “no me gusta tratar al lector como a un gato al que se le pasa la mano a favor del pelo. Hay que pasársela a la contra, para que se levante”. Actitud que ante todo significa respetar al lector, creerlo inteligente, capaz de comprender la complejidad en la que vive, complejidad de la que la literatura, o al menos cierta clase de literatura no puede ser ajena.
Por lo anterior, leer a Chirbes no resulta fácil, pues su literatura, sus historias, se apoyan en múltiples personajes que ofrecen visiones de lo que acontece a veces radicalmente diferentes, aunque todas, por supuesto, conforman parte de esa totalidad que en todo momento hay que poner sobre la mesa, para evitar caer en la simplicidad con la que nos quieren hacer comulgar, actitud que hace de la literatura, cuando se apuesta por ella y no por los hipotéticos lectores o por los beneficios editoriales, un instrumento imprescindible para conocer, como es su deber, la vida en toda su magnitud.
“En la orilla” me ha parecido una novela absorbente, exigente y magnífica, una de esas novelas con las que sólo de vez en cuando consigo encontrarme, que me obligan, mientras las leo, a tener con ellas dedicación exclusiva. Una buena novela completamente recomendable.

Viernes, 03 de mayo de 2013

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