LECTURAS
(elo.280)
EN
LA ORILLA
Rafael
Chirbes
Anagrama,
2013
Existen
autores por los que uno pregunta y nadie sabe qué están haciendo,
que escondidos, que alejados de las luces mediáticas, que tanto
gustan a otros, trabajan con tesón en alguna nueva obra que se
espera con interés, no por muchos, pero si por algunos para los que
su aparición, sin duda, será festejada como un acontecimiento de
grandes proporciones, como una fiesta, sea cual sea el resultado
final de la misma, por aquellos para los que todavía siguen
interesados por eso cada día más extraño que se denomina
literatura de calidad. Desde que leí “Crematorio”, esperaba con
interés una nueva novela de Rafael Chirbes, no tanto para que
siguiera abundando en el tema que en aquella ocasión narró, sino
para que siguiera contando historias de la forma en que la contó,
pues estoy cansado de las novelas que sólo se sostienen sobre las
historias que muestran, como si ese fuera el único interés de una
buena obra literaria, y no en la forma en que se cuenta, en el
lenguaje y en la metodología que se utiliza para decir lo que se
desea decir, que desde mi punto de vista, es el sustento de toda obra
literaria. Lo importante de la literatura no es sólo tener una buena
historia, pues éstas en el fondo son fáciles de hallar, sólo hace
falta, con paciencia, escarbar o mirar un poco alrededor, sino poner
en pie una historia de la forma adecuada, para lo que sin duda hace
falta unos conocimientos que no están al alcance de cualquiera.
Después
de comprobar, con cierto rubor, los aplausos con que parte de la
crítica ha premiado a algunas de las novelas publicadas en este
ejercicio, y estoy hablando de novelas firmadas por autores de
prestigio, estoy convencido que la aparición en las librerías de
“En la orilla” es el acontecimiento literario más importante, y
con diferencia, que se ha producido este año en el panorama
literario de nuestro país, pues aunque creo que está por debajo del
nivel alcanzado en “Crematorio”, es menos redonda y posiblemente
le sobren algunas páginas, está por ambición y por ejecución muy
por encima de lo que se publica habitualmente. Resulta evidente que
no va a ser un éxito de ventas, es imposible, pero la poliédrica
mirada que realiza sobre la tan manoseada crisis que estamos
padeciendo, o sobre los orígenes de la misma, la del “pelotazo”
y la del “boom inmobiliario”, la convierten en una novela
imprescindible, de forma independiente al placer estético que
produce su lectura, en un interesante mirador desde el cual poder
comprender, desde otra perspectiva, lo que en realidad ha sucedido.
Hace poco leí el acercamiento que Antonio Muñoz Molina realizó
sobre el tema, en donde el jiennense dejó a un lado sus aparejos de
novelista para vestirse de ensayista, o de analista, cosa que celebré
porque estaba echando de menos a alguien con otra mirada, pero creo
que ha sido más interesante, más enriquecedora, de ahí de nuevo la
fuerza de la novela, que cuando está bien realizada consigue bajar
los conceptos a tierra, la versión novelada que sobre la crisis
desarrolla Chirbes.
El
novelista valenciano se centra en uno de los muchos damnificados por
la crisis, en alguien que a sus setenta años se sabe arruinado por
culpa de las inversiones, que de forma suicida, llevó a cabo con la
intención de conseguir las plusvalías necesarias para poder
retirarse con su perro a la montaña, lejos del taller de carpintería
industrial en donde sabía que había malgastado su vida. Pero todo
le fue mal, y todo lo perdió, por lo que antes de que le arrancaran
todo lo que tenía, y de quitarse la vida, desliza una asimétrica y
caprichosa mirada por lo que hasta entonces había sido su
existencia. Sí, esa mirada la realiza “sin orden ni concierto”,
superponiendo imágenes y recuerdos en una narración que a pesar de
que en un principio pudiera parecer caótica, deja un retablo nada
fácil de realizar, que paradójicamente ofrece una imagen clara y
demoledora de todo lo que ha pasado y está ocurriendo en la
actualidad.
Para
Chirbes “La tensión debe estar en el lenguaje y no en la trama”,
lo que por razones obvias lo convierten en un novelista diferente, y
lo que le aleja de las soleadas costas de la literatura dominante,
que curiosamente apuesta por todo lo contrario, por historias
originales e impactantes, que a veces sólo consiguen salvarse por
sus enrevesadas y “originales” arquitecturas, gracias a las
cuales se hace creer que se apuesta por algo diferente, pero que en
la mayoría de las ocasiones sólo sirven para ocultar el vacío que
representan dichas historias. No, Chirbes apuesta en todo momento
por la intensidad narrativa, por obligar al lector a estar atento,
pues como dijo en cierta ocasión, “no me gusta tratar al lector
como a un gato al que se le pasa la mano a favor del pelo. Hay que
pasársela a la contra, para que se levante”. Actitud que ante todo
significa respetar al lector, creerlo inteligente, capaz de
comprender la complejidad en la que vive, complejidad de la que la
literatura, o al menos cierta clase de literatura no puede ser ajena.
Por
lo anterior, leer a Chirbes no resulta fácil, pues su literatura,
sus historias, se apoyan en múltiples personajes que ofrecen
visiones de lo que acontece a veces radicalmente diferentes, aunque
todas, por supuesto, conforman parte de esa totalidad que en todo
momento hay que poner sobre la mesa, para evitar caer en la
simplicidad con la que nos quieren hacer comulgar, actitud que hace
de la literatura, cuando se apuesta por ella y no por los hipotéticos
lectores o por los beneficios editoriales, un instrumento
imprescindible para conocer, como es su deber, la vida en toda su
magnitud.
“En
la orilla” me ha parecido una novela absorbente, exigente y
magnífica, una de esas novelas con las que sólo de vez en cuando
consigo encontrarme, que me obligan, mientras las leo, a tener con
ellas dedicación exclusiva. Una buena novela completamente
recomendable.
Viernes,
03 de mayo de 2013
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