miércoles, 19 de junio de 2013

Alzado del suelo


LECTURAS
(elo.281)

ALZADO DEL SUELO
José Saramago
Seix Barral, 1980

Después de veinticuatro años me he atrevido, y tengo que reconocer que no ha sido una decisión fácil, volver a leer “Alzado del suelo”, la primera novela que de José Saramago leí, novela que en su momento me dejó boquiabierto, al encontrarme con una mirada, con una forma narrativa a la que no estaba por entonces acostumbrado. Decía que no me había resultado fácil “encerrarme” de nuevo con esta novela, por la sencilla razón de que no quería que me defraudara, que se me cayera hecho pedazos el agradable recuerdo que de ella tenía, como en otras ocasiones me había ocurrido con otras obras que creía esenciales pero que sin embargo no aguantaron, no pudieron aguantar una segunda lectura. Fue precisamente ésta novela, la que me obligó a leer todas y cada una de las obras del portugués, del que cuando nadie lo leía, del que cuando nadie lo conocía, me convertí, en el círculo en el que por aquél entonces me movía, en su gran publicista. Pero la relectura ha valido la pena, pues ahora, tantos años después, me ha seguido pareciendo una de esas obras que consiguen hipnotizar al lector, de las que obligan a éste a tener que decir que se trata de algo más que de una simple novela, en donde la calidad, la calidad narrativa, salta a un primer plano, por encima incluso de la historia que en ella se cuenta. Sí, porque lo primero que llama la atención de esta novela, es el elaborado estilo con la que se desarrolla, un estilo que en principio no está al alcance de cualquiera, lo que sin duda aleja al gran público de ella, lo que a su vez hace incomprensible la trascendencia pública, que con los años, alcanzó Saramago, lo que no creo que se debiera a que su obra, al menos sus primeras obras, las que se publicaron antes de que le concedieran el Nobel, fueran masivamente leídas.
Recuerdo que siempre se me decía lo mismo de las novelas de Saramago, que eran demasiado tristes y embarulladas, que se trataban de auténticos “pestiños” que difícilmente podían se digeridos con facilidad, a lo que de forma invariable respondía, que el problema radicaba en que no habían sabido apreciar la innovadora y singular metodología narrativa que el portugués desarrollaba, pero sobre todo, que no habían sabido saborear la humanidad con que el autor trataba a sus personajes, ni tan siquiera el fino sentido del humor que a veces se escondía detrás de sus largos y siempre poéticos párrafos, en donde cada palabra estaba medida y concienzudamente tallada. Saramago, el primer Saramago, no es un autor inaccesible ni oscuro, en absoluto, es un novelista que exige lectores atentos, que sepan paladear su prosa pausada, que sepan asombrarse de la sencillez de sus personajes, y con la peculiar forma de encarar, dominándolas de extremo a extremo, las historias que desarrolla.
Siempre también me ha sorprendido, lo poco, pese a su innegable calidad, que se trabaja a Saramago en los diferentes “talleres” literarios que afortunadamente hoy inundan nuestra geografía literaria, lo poco que se habla de él en los círculos literarios ilustrados, lo que atribuyo, como dije con anterioridad, a que son y han sido siempre muy pocos sus lectores, y aún menos los que se han atrevido a profundizar en su obra, quedando por tanto, sólo un Saramago descafeinado, el Saramago reivindicativo y siempre en primera línea de las diferentes causas ante las que la izquierda se tuvo que enfrentar en los últimos años de su vida, lo que sin duda es una injusticia, pues algunas de sus novelas deberían de ser recordadas por lo que realmente son, como auténticas obras de arte, como ésta que acabo de volver a leer, que al parecer fue, la que ya mayor, le hizo descubrir y alumbrar su característico estilo.
El tema de “Alzado del suelo” es el latifundio, el latifundio portugués, ese extraño “mar interior” al que siempre, por costumbre, históricamente se le ha dado la espalda, y que en todo momento ha tenido su vida propia, sus normas propias, y por supuesto, su propio y singular sistema de interrelaciones humanas. Para hablar del latifundio, Saramago se apoya en una familia, en los Maltiempo, pero no se limita a desarrollar sólo, como hubiera sido lo normal, los avatares de dicha familia, sino que desde la distancia, desde fuera, tratando de dominar todas las variables, como si de un observador omnímodo se tratara, nos habla de la vida en el latifundio, de la vida que siempre se había vivido en él, de la miseria que allí lograba anegarlo todo, de las medievales relaciones de poder que en dicho ecosistema se llevaban a cabo y de las escasas perspectivas que desde él se podían observar, ya que aquél era un mundo aparte, un mundo con mucha historia pero sin ningún fututo.
La novela acaba bien, con la ocupación de los campesinos de las tierras que siempre habían trabajado, pues no se puede olvidar, que se publicó sólo cinco años después de la Revolución de los Claveles, la que sin duda, dada su militancia política, llenó de esperanzas a su autor.
Pero no obstante, como ocurre con las buenas novelas, la singularidad de “Alzado del suelo”, se asienta en algo más que en la propia historia que narra, y en esta ocasión, la peculiaridad se encuentra en la forma en que la historia es narrada, pues además de iluminar y de subrayar la misma, que debe ser la finalidad última tanto del estilo como de la estructura que se elija, resulta a todas luces interesante y digna de estudio en sí. Está claro que esta novela nunca hubiera sido la que es, si no fuera por el estilo que en ella se desarrolla, por la humanidad y por la cercanía que se desprende de él, por la metodología utilizada para dejar al descubierto el alma de los diferentes personajes que pululan por ella, lo que deja constancia, de que en literatura, lo importante no es sólo contar una historia, por muy interesante que ésta pueda llegar a ser, sino el modo como dicha historia llegue a narrarse.

Viernes, 24 de mayo de 2013


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