LECTURAS
(elo.281)
ALZADO
DEL SUELO
José
Saramago
Seix
Barral, 1980
Después
de veinticuatro años me he atrevido, y tengo que reconocer que no ha
sido una decisión fácil, volver a leer “Alzado del suelo”, la
primera novela que de José Saramago leí, novela que en su momento
me dejó boquiabierto, al encontrarme con una mirada, con una forma
narrativa a la que no estaba por entonces acostumbrado. Decía que no
me había resultado fácil “encerrarme” de nuevo con esta novela,
por la sencilla razón de que no quería que me defraudara, que se me
cayera hecho pedazos el agradable recuerdo que de ella tenía, como
en otras ocasiones me había ocurrido con otras obras que creía
esenciales pero que sin embargo no aguantaron, no pudieron aguantar
una segunda lectura. Fue precisamente ésta novela, la que me obligó
a leer todas y cada una de las obras del portugués, del que cuando
nadie lo leía, del que cuando nadie lo conocía, me convertí, en el
círculo en el que por aquél entonces me movía, en su gran
publicista. Pero la relectura ha valido la pena, pues ahora, tantos
años después, me ha seguido pareciendo una de esas obras que
consiguen hipnotizar al lector, de las que obligan a éste a tener
que decir que se trata de algo más que de una simple novela, en
donde la calidad, la calidad narrativa, salta a un primer plano, por
encima incluso de la historia que en ella se cuenta. Sí, porque lo
primero que llama la atención de esta novela, es el elaborado estilo
con la que se desarrolla, un estilo que en principio no está al
alcance de cualquiera, lo que sin duda aleja al gran público de
ella, lo que a su vez hace incomprensible la trascendencia pública,
que con los años, alcanzó Saramago, lo que no creo que se debiera a
que su obra, al menos sus primeras obras, las que se publicaron antes
de que le concedieran el Nobel, fueran masivamente leídas.
Recuerdo
que siempre se me decía lo mismo de las novelas de Saramago, que
eran demasiado tristes y embarulladas, que se trataban de auténticos
“pestiños” que difícilmente podían se digeridos con facilidad,
a lo que de forma invariable respondía, que el problema radicaba en
que no habían sabido apreciar la innovadora y singular metodología
narrativa que el portugués desarrollaba, pero sobre todo, que no
habían sabido saborear la humanidad con que el autor trataba a sus
personajes, ni tan siquiera el fino sentido del humor que a veces se
escondía detrás de sus largos y siempre poéticos párrafos, en
donde cada palabra estaba medida y concienzudamente tallada.
Saramago, el primer Saramago, no es un autor inaccesible ni oscuro,
en absoluto, es un novelista que exige lectores atentos, que sepan
paladear su prosa pausada, que sepan asombrarse de la sencillez de
sus personajes, y con la peculiar forma de encarar, dominándolas de
extremo a extremo, las historias que desarrolla.
Siempre
también me ha sorprendido, lo poco, pese a su innegable calidad, que
se trabaja a Saramago en los diferentes “talleres” literarios que
afortunadamente hoy inundan nuestra geografía literaria, lo poco que
se habla de él en los círculos literarios ilustrados, lo que
atribuyo, como dije con anterioridad, a que son y han sido siempre
muy pocos sus lectores, y aún menos los que se han atrevido a
profundizar en su obra, quedando por tanto, sólo un Saramago
descafeinado, el Saramago reivindicativo y siempre en primera línea
de las diferentes causas ante las que la izquierda se tuvo que
enfrentar en los últimos años de su vida, lo que sin duda es una
injusticia, pues algunas de sus novelas deberían de ser recordadas
por lo que realmente son, como auténticas obras de arte, como ésta
que acabo de volver a leer, que al parecer fue, la que ya mayor, le
hizo descubrir y alumbrar su característico estilo.
El
tema de “Alzado del suelo” es el latifundio, el latifundio
portugués, ese extraño “mar interior” al que siempre, por
costumbre, históricamente se le ha dado la espalda, y que en todo
momento ha tenido su vida propia, sus normas propias, y por supuesto,
su propio y singular sistema de interrelaciones humanas. Para hablar
del latifundio, Saramago se apoya en una familia, en los Maltiempo,
pero no se limita a desarrollar sólo, como hubiera sido lo normal,
los avatares de dicha familia, sino que desde la distancia, desde
fuera, tratando de dominar todas las variables, como si de un
observador omnímodo se tratara, nos habla de la vida en el
latifundio, de la vida que siempre se había vivido en él, de la
miseria que allí lograba anegarlo todo, de las medievales relaciones
de poder que en dicho ecosistema se llevaban a cabo y de las escasas
perspectivas que desde él se podían observar, ya que aquél era un
mundo aparte, un mundo con mucha historia pero sin ningún fututo.
La
novela acaba bien, con la ocupación de los campesinos de las tierras
que siempre habían trabajado, pues no se puede olvidar, que se
publicó sólo cinco años después de la Revolución de los
Claveles, la que sin duda, dada su militancia política, llenó de
esperanzas a su autor.
Pero
no obstante, como ocurre con las buenas novelas, la singularidad de
“Alzado del suelo”, se asienta en algo más que en la propia
historia que narra, y en esta ocasión, la peculiaridad se encuentra
en la forma en que la historia es narrada, pues además de iluminar y
de subrayar la misma, que debe ser la finalidad última tanto del
estilo como de la estructura que se elija, resulta a todas luces
interesante y digna de estudio en sí. Está claro que esta novela
nunca hubiera sido la que es, si no fuera por el estilo que en ella
se desarrolla, por la humanidad y por la cercanía que se desprende
de él, por la metodología utilizada para dejar al descubierto el
alma de los diferentes personajes que pululan por ella, lo que deja
constancia, de que en literatura, lo importante no es sólo contar
una historia, por muy interesante que ésta pueda llegar a ser, sino
el modo como dicha historia llegue a narrarse.
Viernes,
24 de mayo de 2013
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