lunes, 22 de abril de 2013

Ventanas de Manhattan

LECTURAS
(elo.275)

VENTANAS DE MANHATTAN
Antonio Muñoz Molina
Seix Barral, 2004

Para muchos de sus lectores, desde “Plenilunio”, Antonio Muñoz Molina no ha escrito nada que haya significado un avance, un paso adelante en su carrera literaria, pues ni “Sefarad”, a pesar de las buenas críticas que siempre ha cosechado esa extraña obra, sobre todo entre los que no la han leído, ni mucho menos las dos mediocres novelitas entre las que se inserta, llegan a la altura de sus dos grandes obras de ficción, a pesar de que su innegable capacidad literaria hacía presagiar que cada una de las nuevas entregas que realizara, sin duda alguna sería mejor que la anterior. Pero afortunadamente Antonio Muñoz Molina no es una máquina programada, una vez encontrado el método adecuado, para aportar una buena novela cada año, una nueva novela de éxito que tuviera la virtud de colmar, o de saciar la sed de su seguidores, como sí lo son otros autores que aquí no quiero nombrar, que cada cierto tiempo, siempre antes de las navidades o de las vacaciones, nos entregan una novela muy semejante a la anterior, lo que deja claro, que por desidia o por desinterés, en un momento dado se quedaron parados después de haber encontrado el yacimiento que buscaban, conformándose con él, sin plantearse la posibilidad de seguir buscando otros en donde la calidad de lo encontrado fuera o pudiera ser superior. No, pues si se observa la trayectoria del jiennense, se puede comprobar sin mucho esfuerzo, que una de sus características más acusadas, que suele desconcertar a demasiados, sobre todo a aquellos que aspiran a tener una foto fija e inmutable de lo que se mueve a su alrededor, es la de no conformarse nunca con lo conseguido, circunstancias que le empuja de forma constante hacia nuevos territorios, lo que siempre, en todo momento hay que aplaudir.
Tengo incluso la sensación, como apunté en otra ocasión, que al autor de “El jinete polaco” hasta cierto punto le ha dejado de interesar la novela, lo que normalmente se entiende por novela clásica, seduciéndole mucho más otras alternativas en donde cree poder encontrar un acomodo más adecuado a los temas que le obsesionan, que son aquellos que le obligan a seguir escribiendo por necesidad y no por mera rutina, Sí, tengo el convencimiento que la novela para Muñoz Molina es un género que se le ha quedado corto, que ya no se ajusta a sus intereses, a lo que desea decir y escribir, que ya no son meras historias, sino reflexiones sobre su propio mundo, o sobre temas transversales que para ser asaltados de forma conveniente, necesitan otras opciones narrativas. Una de ella es el diario, o el dietario, que es la que utiliza para narrar su propia experiencia neoyorquina.
En “Ventanas de Manhattan” nos habla de su experiencia en Nueva York, ciudad en donde en la actualidad vive parte del año, posiblemente porque allí, como bien comenta en una de las ventanas de su obra, se encuentra más ligero sin la carga de la fama y la responsabilidad que tiene que soportar en nuestro país, sin los agobios de los compromisos y de las múltiples obligaciones que aquí necesariamente tiene que sobrellevar. Sí, nos habla de sus vivencias, pero sobre todo, de lo que supone para un hombre como él, vivir en una ciudad con tantos incentivos, incentivos de todo tipo, y en un lugar tan contradictorio como ese, que no por casualidad es considerado el centro del mundo. De Nueva York se sabe todo, incluso lo sabemos los que nunca hemos caminado por sus aceras, ya que multitud de películas y de novelas la han tomado como protagonista, lo que dificulta que alguien se atreva a escribir, una vez más, sobre esa atractiva ciudad, pues siempre se corre el riesgo de quedar como un paleto asombrado por las luces y por los altos edificios, o lo que es peor, como un exquisito que aparenta volar sobre ella.
Ante esta dificultad evidente, Antonio Muñoz Molina mueve ficha con naturalidad, escribiendo una especie de diario, en donde da cuenta, en ochenta y siete entradas, de las impresiones y de las sensaciones que le va aportando esa gran ciudad, pero también, de la relación de admiración que mantiene con ella, lo que ante todo, cosa curiosa, ayuda más a descubrir la fisonomía del autor, que la de esa gran urbe tan conocida por todos, pues sus obsesiones y sus gustos quedan de manifiesto en cada una de esas ventanas que abre hacia la Manhattan. En este texto nadie encontrará nada nuevo sobre esa gran ciudad, pues la multitud de actos culturales que en ella se producen es algo conocido por todos, al igual que las enormes y casi criminales diferencias sociales que en su seno tienen lugar, por no hablar ya, de la aglomeración de culturas, todas las existentes, que allí se dan cita, siendo lo interesante por tanto, las diferentes elecciones que el propio Muñoz Molina realiza ante todas las posibilidades que se despliegan a su alrededor, lo que consigue definirlo y singularizarlo. Al igual que otros hubieran apostado por los deportes, o por el mundo de la moda o de la tecnología, al autor lo que realmente le sorprende es el mundo cultural, la enorme oferta cultural que encuentra, las exposiciones, los conciertos, los pequeños club de jazz, …, que le hacen estar en un lugar cercano al paraíso.
Pero lo que realmente me sorprende de este texto, es la capacidad, la solvencia narrativa que posee para mantener atento al lector mientras le habla de sus cosas, de lo que va encontrando, sin aportar ninguna trama para embelesarlo durante trescientas ochenta y dos páginas, lo que sin duda no es fácil, sobre todo cuando lo hace hablándole de conciertos de música clásica o de exposiciones que va describiendo con todo lujo de detalles. Para ello utiliza su táctica de siempre, la que siempre tan buenos resultados le ha proporcionado, la de hablar desde él, desde la sinceridad y la credibilidad de su mirada, lo que hace comprender a quien se acerca a esta obra de Muñoz Molina, que no se encuentra ante un libro más, sino a un texto de un autor que lo apuesta todo en cada palabra, por cada palabra y por cada frase que escribe, lo que lo aleja de tantos y tantos para los que la literatura es sólo y ante todo una impostura.

Martes, 26 de febrero de 2013

No hay comentarios: