miércoles, 16 de enero de 2013

El mapa y el territorio

LECTURAS
(elo.267)

EL MAPA Y LOS TERRITORIOS
Michel Houellebecq
Anagrama, 2011

Leí esta novela al poco tiempo de aparecer en las librerías y quedé deslumbrado con ella, y precisamente por ello, porque la perspectiva que tenía sobre la misma no creía que fuera la adecuada, preferí dejar para más adelante, y tras una nueva lectura, el comentario que sin duda se merecía. Ahora, meses después, “El mapa y el territorio” me ha seguido pareciendo una buena novela, pero no una novela redonda, más ideológica que literaria, no tan bien estructurada como sus obras más conocidas, posiblemente demasiado explícita, pero provista de una fuerza arrolladora; una obra que puede echar hacia atrás a los lectores habituales de novelas, que la pueden observar como incorrecta, al no encontrar en ella “lo que tiene que tener toda buena novela”, pero que sin duda entusiasmará a todos los houllebecquianos, entre los que me encuentro.
Cuando la terminé de leer por primera vez, la pregunta que me hice, fue la de si Houellebecq podría volver a escribir otra novela, si desde el lugar al que había llegado, literariamente hablando, sería capaz de aportar una nueva novela, que como ésta, ahondara aún más en sus obsesiones. Desde entonces ha publicado un nuevo texto, pero de poemas, curiosamente el tipo de creaciones que la policía encontró en su ordenador cuando se “autoasesinó” en la narración sobre la estoy escribiendo, lo que puede dejar de manifiesto, la dificultad que puede encontrar para dar un nuevo paso hacia adelante. Asesinó
Sí, “El mapa y el territorio” me ha parecido una buena novela, con la que he disfrutado, pero como dije antes no creo que sea una novela redonda, posiblemente porque en una segunda lectura se vean demasiado “sus costuras”, porque el escalonamiento de la narración sea poco natural y hasta cierto punto previsible, y porque la segunda parte, la extraña novela negra que se saca Houellebecq de la chistera, me ha parecido una opción demasiado fácil que no aporta absolutamente nada, que lo único que consigue es distorsionar aún más la narración, a lo que se une un tratamiento demasiado previsible del funcionamiento de los diferentes personajes. Houellebecq tiene la virtud de entusiasmar a sus lectores, lo que en muchas ocasiones consigue ocultar sus carencias literarias, hecho que queda contrarrestado con creces por su singular visión de la existencia, que siempre logra dejar al descubierto escenarios poco explorados, que a pesar de todo, todos llegamos a sentir como nuestros.
Pero lo que sí queda claro es que Houellebecq es un tipo curioso, hecho que demuestra en el contenido de sus novelas, pues todas, en mayor o menor medida representan una carga de profundidad contra el tipo de sociedad posindustrial que padecemos, en donde el consumo compulsivo, la especulación o el poder del dinero, está consiguiendo que la vida, que sobrellevar una vida mínimamente aceptable resulte imposible, y que la única alternativa, no puede ser otra que la de escapar de esas dinámicas asfixiantes que nos envuelven. Lo curioso del francés, es la singularidad de su apuesta, pues a él no le basta con huir a un lugar apartado, sino que a lo que aspira, al menos en esta novela, es a una vida en la que se pueda recobrar los valores esenciales perdidos, la vida del trabajo y de la cooperación, la del reencuentro con las tradiciones olvidadas, a esa existencia que lograba mantener a cada cual en su sitio, sin que la angustia contemporánea que a todos nos ahoga, logre impedir que se pueda llevar una existencia digna y no alienada. Este planteamiento, alejado de la modernidad y de la posmodernidad, puede hacer que Houellebecq sea visto por muchos, como un adelantado de los nuevos enfoques conservadores, por no decir reaccionarios, de los que levantando la bandera, cualquier bandera, sostienen sus discursos sobre eso tan extraño como es la vuelta a la tradición, pero en el francés, esa aspiración de volver a los orígenes, en donde todo puede resultar más fácil, más humano y más concreto, no es más que una estrategia de defensa propia ante la descontrolada vorágine que a todos nos está devorando.
En la novela el propio Houellebecq aparece exiliado de su mundo, en un lugar apartado y solitario de Irlanda, alejado de las dinámicas sociales que tanto le angustiaban, pero comprende que allí no se encontraba en su lugar, por lo que se traslada a donde nació, a un pequeño pueblo en donde se le veía feliz, pero allí fue brutalmente asesinado por la avaricia de las sociedades en las que vivimos, lo que puede revelar, al menos según él, la imposibilidad de tal huída, ya que los tentáculos de los valores dominantes, los del dinero y los de la acumulación de riqueza, siempre acabarán con los que quieran escapar de ellos. Pero esto no le ocurre al protagonista, un artista que gracias al dinero que consiguió con su obra, opta por bunkerizarse en el pueblo en que vivió su abuela, sin mantener contactos con nadie, pero que con el tiempo descubre que todo había cambiado, que el pueblo al que le había dado la espalda durante años había sufrido una transformación radical, en donde sus habitantes, casi todos venidos de la gran ciudad, habían recobrado las labores tradiciones que parecían perdidas, encontrando un nuevo hábitat y en un nuevo equilibrio en el que sí merecía la pena vivir.
Parece que Houellebecq en esta novela, nos quiere decir que para él no puede haber futuro, ni para él ni para los de su generación, pero que la puerta de la esperanza no está cerrada del todo, ya que poco a poco, el ser humano comprenderá que la felicidad, una felicidad moderada, no se encuentra, no se puede encontrar al final de la ruta marcada y publicitada por los grandes carteles luminosos que nos incitan a ir siempre con las orejeras puestas hacia adelante, sino que hasta ella sólo se podrá llegar, por pequeños senderos que parten para alejarse, de esos itinerarios perfectamente rotulados ideados para que por ellos discurramos todos.
“El mapa y el territorio” es una novela muy aconsejable, en donde además de encontrar el lector al Houellebecq de siempre, con su habitual angustia vital y con su crónica desgana, también podrá entrever un tenue rayo de esperanza, cosa nada normal en el escritor francés, cuyas novelas siempre acaban con todas las puertas y las contraventanas cerradas.

Martes, 4 de diciembre de 2012

No hay comentarios: