LECTURAS
(elo.264)
PLATAFORMA
Michel
Houellebecq
Anagrama,
2001
Observando
las listas de ventas, y también los escaparates de las más
importantes librerías, se puede comprender los temas que interesan y
lo que realmente se lee hoy en día, lo que certifica una vez más
que la literatura no va por buen camino, aunque para contrarrestar lo
anterior, siempre queda aquello de “que siempre ha pasado lo
mismo”, algo que en las actuales circunstancias no resulta nada
edificante, pues no están las cosas para ocultar la cabeza en
novelas absurdas de contenido gaseoso, o quizás sí, o quizás sea
el momento para que la literatura ejerza ese poder que posee para
narcotizar a sus usuarios, con objeto de que no tengan que seguir
viviendo y viendo lo que ven, sirviendo de refugio para los que
cansados, sólo encuentran el sosiego que necesitan escondiéndose en
ellas. No lo sé. Lo que sí sé, es que mientras la mayoría de los
escritores se dedican a crear mundos ficticios para que sus lectores
pasen de puntilla sobre la realidad que les ha tocado en suerte, para
que puedan huir de ella aunque sólo sea por unas horas, otros tratan
de hacer lo contrario, intentando dejar al descubierto los problemas,
las heridas por las que se desangran, con objeto de hacerles
comprender de que así no se puede seguir, que este “tirar siempre,
de forma inconsciente hacia delante”, no es, no puede ser la
estrategia más adecuada.
Houellebecq
es uno de estos últimos, un extraño espécimen, que de vez en
cuando nos habla en sus novelas de la desolación en que vive
Occidente, “que ya sólo puede ofrecer productos de marca”, en
donde el denominado capitalismo avanzado nos ha conducido a un
individualismo, y consecuentemente a un narcisismo, que nos impide
buscar lo que realmente necesitamos, que no es aumentar nuestro nivel
de vida, sino satisfacer lo que por dentro nos corroe, la necesidad
de amar y de que nos amen. Occidente ha dejado de ser la vanguardia,
para convertirse sólo en un escaparate, al no tener ya nada válido,
de auténtico valor que aportar, sólo un alto nivel de vida
envidiado por todos, que oculta sus cada vez más profundos déficits,
hecho que lo convierte en un lujoso y majestuoso transatlántico a la
deriva, que sin apenas maniobrabilidad, ya no tiene, ni tan siquiera,
un puerto seguro en donde poder atracar.
“Plataforma”,
la más polémica novela de Houellebecq, hace lo que toda buena
novela tiene que hacer, hablar de algo para afrontar otras
cuestiones, pues en ella es imposible quedarse sólo con lo aparente,
con el escandaloso tema del turismo sexual, y no ahondar en lo
realmente importante de la misma, en la insatisfacción que está
hundiendo al hombre contemporáneo, siempre pendiente de lo
accesorio, de sus niveles de productividad y de rentabilidad, del
consumo compulsivo que lo mantiene en permanente jaque, en suma, de
las dificultades que encuentra, en una sociedad tan competitiva, para
mantenerse a flote en lugar de encarar lo que ineludiblemente tiene
que afrontar, que no es otra cosa que intentar buscar esa felicidad
que tanto necesita y que observa que siempre se le escapa de las
manos. En “Plataforma”, el francés, habla también de la
imposibilidad de buscar salidas, aunque sean momentáneas a la
actual situación, ya que ese intento sólo puede acarrear el
fracaso, y en el mejor de los casos, el alejamiento desencantado de
esa sociedad.
Pese
a la polémica que desató en su momento, no creo que esta sea la
mejor novela de Houellebecq, aunque estoy convencido que será la
que todos recuerden de él, por lo rompedora y arriesgada que
resulta, al tratar un tema que todos en buena medida estigmatizamos,
pero a pesar de ello, he sentido que en determinados momentos se me
ha hecho pesada, no habiéndome impactado tanto como me impactó la
primera vez que la leí. Lo anterior se puede deber al propio estilo
utilizado por el autor, y al hecho, de que parte de la fuerza de la
novela se base en la forma en que el autor trata la historia, y que
una vez conocida ya no llama tanto la atención, de suerte, que esas
imágenes tan explícitas que jalonan toda la narración, a veces
llegan a cansar bastante. El estilo de Houellebecq es el de siempre,
directo, en principio poco literario, repleto de afirmaciones
incendiarias y arbitrarias que consiguen en todo momento sorprender
al lector, obligándole a subrayarlas, lo que hace posible que una
literatura tan árida y a veces tan prosaica, recobre en determinados
instantes, la vida y la brillantez que toda buena narración
necesita.
La
novela habla de alguien, de un oscuro funcionario, que conoce a una
mujer que le devuelve las ganas de vivir, en cuya relación tiene un
papel destacado el sexo, que representa ese entregarse y ese darse,
que para el autor es lo que tanto necesitan los “desarrollados”
occidentales. Ambos, junto a un alto ejecutivo de una importante
empresa turística, idean unos centros de ocio, todos e países
tercermundistas, que ofertaban sencillamente eso, sexo,
establecimientos que en poco tiempo consiguen un éxito escandaloso,
lo que dejaba al descubierto que el sexo en sí, constituye una de
las grandes carencias de nuestras sociedades. Pero todo se vino abajo
a causa de un brutal atentado terrorista, que acabó con la vida de
muchos de los turistas, y también con la de Valérie, la mujer con
la que el protagonista encontró lo que nunca creyó que podría
llegar a encontrar, circunstancia que empujó a éste, a dejarlo todo
para autoexiliarse en Tailandia, desde donde acabado, se dedica a
escribir esta novela.
Como
dije antes, la historia contada en la novela es una escusa para
hablar de lo que realmente le interesa al autor, que no es otra cosa
que de la decadencia, de la apatía y del callejón sin salida en el
que se encuentran atrapadas nuestras sociedades, que parecen que
definitivamente han abandonado la posibilidad de encontrar algún día
la felicidad, conformándose sólo con sucedáneos que nunca podrán
llega a satisfacerlas.
“Plataforma”
ya es un clásico de la literatura contemporánea, una de esas
novelas imprescindibles para comprender que existe una literatura,
que desde la calidad, aspire a algo más que a adormecer y a
conformar a los lectores, al igual que Houellebecq, es uno de esos
escasos autores que van más allá, de lo que en los tiempos que
vivimos, se espera de un novelista.
Lunes,
29 de octubre de 2012
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