lunes, 3 de diciembre de 2012

Plataforma

LECTURAS
(elo.264)

PLATAFORMA
Michel Houellebecq
Anagrama, 2001

Observando las listas de ventas, y también los escaparates de las más importantes librerías, se puede comprender los temas que interesan y lo que realmente se lee hoy en día, lo que certifica una vez más que la literatura no va por buen camino, aunque para contrarrestar lo anterior, siempre queda aquello de “que siempre ha pasado lo mismo”, algo que en las actuales circunstancias no resulta nada edificante, pues no están las cosas para ocultar la cabeza en novelas absurdas de contenido gaseoso, o quizás sí, o quizás sea el momento para que la literatura ejerza ese poder que posee para narcotizar a sus usuarios, con objeto de que no tengan que seguir viviendo y viendo lo que ven, sirviendo de refugio para los que cansados, sólo encuentran el sosiego que necesitan escondiéndose en ellas. No lo sé. Lo que sí sé, es que mientras la mayoría de los escritores se dedican a crear mundos ficticios para que sus lectores pasen de puntilla sobre la realidad que les ha tocado en suerte, para que puedan huir de ella aunque sólo sea por unas horas, otros tratan de hacer lo contrario, intentando dejar al descubierto los problemas, las heridas por las que se desangran, con objeto de hacerles comprender de que así no se puede seguir, que este “tirar siempre, de forma inconsciente hacia delante”, no es, no puede ser la estrategia más adecuada.
Houellebecq es uno de estos últimos, un extraño espécimen, que de vez en cuando nos habla en sus novelas de la desolación en que vive Occidente, “que ya sólo puede ofrecer productos de marca”, en donde el denominado capitalismo avanzado nos ha conducido a un individualismo, y consecuentemente a un narcisismo, que nos impide buscar lo que realmente necesitamos, que no es aumentar nuestro nivel de vida, sino satisfacer lo que por dentro nos corroe, la necesidad de amar y de que nos amen. Occidente ha dejado de ser la vanguardia, para convertirse sólo en un escaparate, al no tener ya nada válido, de auténtico valor que aportar, sólo un alto nivel de vida envidiado por todos, que oculta sus cada vez más profundos déficits, hecho que lo convierte en un lujoso y majestuoso transatlántico a la deriva, que sin apenas maniobrabilidad, ya no tiene, ni tan siquiera, un puerto seguro en donde poder atracar.
“Plataforma”, la más polémica novela de Houellebecq, hace lo que toda buena novela tiene que hacer, hablar de algo para afrontar otras cuestiones, pues en ella es imposible quedarse sólo con lo aparente, con el escandaloso tema del turismo sexual, y no ahondar en lo realmente importante de la misma, en la insatisfacción que está hundiendo al hombre contemporáneo, siempre pendiente de lo accesorio, de sus niveles de productividad y de rentabilidad, del consumo compulsivo que lo mantiene en permanente jaque, en suma, de las dificultades que encuentra, en una sociedad tan competitiva, para mantenerse a flote en lugar de encarar lo que ineludiblemente tiene que afrontar, que no es otra cosa que intentar buscar esa felicidad que tanto necesita y que observa que siempre se le escapa de las manos. En “Plataforma”, el francés, habla también de la imposibilidad de buscar salidas, aunque sean momentáneas a la actual situación, ya que ese intento sólo puede acarrear el fracaso, y en el mejor de los casos, el alejamiento desencantado de esa sociedad.
Pese a la polémica que desató en su momento, no creo que esta sea la mejor novela de Houellebecq, aunque estoy convencido que será la que todos recuerden de él, por lo rompedora y arriesgada que resulta, al tratar un tema que todos en buena medida estigmatizamos, pero a pesar de ello, he sentido que en determinados momentos se me ha hecho pesada, no habiéndome impactado tanto como me impactó la primera vez que la leí. Lo anterior se puede deber al propio estilo utilizado por el autor, y al hecho, de que parte de la fuerza de la novela se base en la forma en que el autor trata la historia, y que una vez conocida ya no llama tanto la atención, de suerte, que esas imágenes tan explícitas que jalonan toda la narración, a veces llegan a cansar bastante. El estilo de Houellebecq es el de siempre, directo, en principio poco literario, repleto de afirmaciones incendiarias y arbitrarias que consiguen en todo momento sorprender al lector, obligándole a subrayarlas, lo que hace posible que una literatura tan árida y a veces tan prosaica, recobre en determinados instantes, la vida y la brillantez que toda buena narración necesita.
La novela habla de alguien, de un oscuro funcionario, que conoce a una mujer que le devuelve las ganas de vivir, en cuya relación tiene un papel destacado el sexo, que representa ese entregarse y ese darse, que para el autor es lo que tanto necesitan los “desarrollados” occidentales. Ambos, junto a un alto ejecutivo de una importante empresa turística, idean unos centros de ocio, todos e países tercermundistas, que ofertaban sencillamente eso, sexo, establecimientos que en poco tiempo consiguen un éxito escandaloso, lo que dejaba al descubierto que el sexo en sí, constituye una de las grandes carencias de nuestras sociedades. Pero todo se vino abajo a causa de un brutal atentado terrorista, que acabó con la vida de muchos de los turistas, y también con la de Valérie, la mujer con la que el protagonista encontró lo que nunca creyó que podría llegar a encontrar, circunstancia que empujó a éste, a dejarlo todo para autoexiliarse en Tailandia, desde donde acabado, se dedica a escribir esta novela.
Como dije antes, la historia contada en la novela es una escusa para hablar de lo que realmente le interesa al autor, que no es otra cosa que de la decadencia, de la apatía y del callejón sin salida en el que se encuentran atrapadas nuestras sociedades, que parecen que definitivamente han abandonado la posibilidad de encontrar algún día la felicidad, conformándose sólo con sucedáneos que nunca podrán llega a satisfacerlas.
“Plataforma” ya es un clásico de la literatura contemporánea, una de esas novelas imprescindibles para comprender que existe una literatura, que desde la calidad, aspire a algo más que a adormecer y a conformar a los lectores, al igual que Houellebecq, es uno de esos escasos autores que van más allá, de lo que en los tiempos que vivimos, se espera de un novelista.

Lunes, 29 de octubre de 2012

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