lunes, 10 de diciembre de 2012

Los enamoramientos

LECTURAS
(elo.265)

LOS ENAMORAMIENTOS
Javier Marías
Alfaguara, 2011

Hace unos días escuché en la radio, y no sé a razón de qué, a un filólogo norteamericano especializado en la literatura española actual, decir algo que me llamó la atención, a saber, que era un apasionado lector de las novelas de Javier Marías y de las de Arturo Pérez-Reverte, lo que a mi modo de ver, tiene que ser algo parecido a ser hincha de los dos equipos de una misma ciudad, un enorme contrasentido, ya que ambos novelistas, que al parecer son muy amigos, si literariamente coinciden en algo, es en estar enrolados, y de forma militante, en concepciones no ya diferentes, sino radicalmente opuestas de lo que debe ser la actividad que desarrollan. Marías, a diferencia del cartagenero, apuesta por una narrativa introspectiva, que se asienta en las reflexiones y en las digresiones que llevan a cabo los diferentes personajes que intervienen en sus novelas, pero sobre todo en una extrema elaboración del lenguaje, en donde cada frase parece estar concienzudamente medida y trabajada, lo que obliga al lector a paladear cada una de sus páginas, pues en ellas encuentra un equilibrio y una riqueza, que en muy pocas obras de otros autores puede encontrar. Marías va a contracorriente, pues la literatura actual, la que se vende y la que se lee, parece que sin dudarlo mucho ha optado por otro camino, por el de su colega, en donde las historias que se cuentan son siempre demasiado explícitas, pues en ellas todo se centra en las piruetas o en los acontecimientos, contra más extraordinarios mejor, que tienen que realizar o ante los que se tienen que enfrentar sus protagonistas, que casi siempre viven hacia fuera, y de los que se muestran sólo algunos rasgos significativos, los suficientes para justificar sus actuaciones. Sí, en estas obras lo importante es la singularidad, tratando los diferentes autores de dejar constancia, tal como dictan los tiempos, de que todo es reversible gracias a la voluntad, aportando en la mayoría de las ocasiones personajes de “cartón piedra” que poco o nada tienen que ver con la complejidad que hoy singulariza a la condición humana, y que la novela, al menos la novela de calidad, tiene la obligación de afrontar.
No cabe duda que el protagonista, el auténtico protagonista de las obras del autor madrileño es el estilo, su peculiar forma de narrar, que para muchos puede resultar anacrónica, a veces aburrida, insoportable incluso, ya que se tiene la sensación, debido a sus constantes digresiones, de que nunca se avanza lo suficiente en la lectura de las historias que nos trata de narrar, y que éstas casi siempre quedan difuminadas, eclipsadas, según algunos por su debilidad, por la fortaleza de ese estilo que tanto le distingue, por lo que, cuando se termina de leer algunas de sus novelas, que siempre se desarrollan “a fuego lento”, lo que de verdad apetece a éstos, a los que opinan así, es zambullirse en cualquier historia de dicharacheros espadachines, al echar de menos, de forma insufrible, el poder terapéutico de la acción. Es posible, es posible que su gran virtud sea para muchos su gran defecto, pues ya se sabe aquello de que “para gustos, colores”, pero no cabe duda que para otros, entre los que me encuentro, cualquier obra de Marías es ante todo una fiesta, una fiesta precisamente de colores, en donde difícilmente se puede encontrar una afirmación contundente, o un personaje inocente, ya que aquello que se cuenta siempre está repleto de sutilezas y de dobleces, de posibilidades inadvertidas, al igual, no se puede olvidar, que la mayoría de los que pululamos por nuestras calles y plazas, que si algo no padecemos es de la simplicidad que casi siempre define a los personajes de las novelas y de las series televisivas de éxito.
En “Los enamoramientos”, sin olvidar ni dejar a un lado su circular estilo narrativo, Marías se centra, cosa no ocurrida de forma tan explícita con anterioridad, en un tema concreto, en el amor, o mejor dicho en el estado de enamoramiento, dos conceptos que él distingue y que trata de delimitar, pues según dice, “el amor se puede suplantar, pero no el enamoramiento”. Parece que para el autor de esta novela, el amor es un concepto, una idea que mientras que no se activa nos puede dejar indemne, pero que por el contrario, el enamoramiento, el estar enamorado, es la implementación de esa idea, que no significa otra cosa que estar enamorado de alguien, de alguien que nos hace débiles y vulnerables. Por tanto, con el amor se puede convivir, pero ante el enamoramiento casi siempre se pierden los papeles, ya que gracias a él, podemos vernos obligados a actuar de forma insospechada y no deseada.
En la novela, una novela narrada por una mujer, algo también insólito en el autor, el protagonista, aquejado por el mal del amor, por el enamoramiento, comprende que si no hacía algo, algo que necesariamente tenía que ser drástico, no podría conseguir su objetivo, la mujer a la que amaba, por lo que ejecuta un arriesgado movimiento que a la larga le proporciona lo que tanto deseaba.
En esta ocasión, a pesar de introducirse por todos los vericuetos que va encontrando, algo consustancial en él, la historia sí parece quedar más diáfana que en otras ocasiones, lo que le ha proporcionado dos consideraciones en principio contrapuestas, por un lado los aplausos de aquellos que por primera vez, por la relativa accesibilidad del texto, han podido disfrutar con una novela de Marías, y conozco a muchos, y por otra, la de los que definen “Los enamoramientos”, por este motivo, como una obra menor del autor, lo que desde mi punto de vista resulta excesivo. Ante lo anterior tengo que decir, que es bueno que una novela de Marías, y todas las novelas de Marías poseen una calidad incuestionable, tengan un número considerables de lectores, de lectores reales, pues es algo evidente que muchos de los que compran sus obras nunca consiguen leerlas, por la dificultad de las mismas, pues estoy convencido que el madrileño es uno de esos autores que venden más de lo que se le lee, y por otro, que es positivo que Marías haya tomado tierra, pues corría el peligro, el peligro real, como presagiaba su trilogía “Tu rostro mañana” que se convirtiera en un novelista “metafísico”, apto sólo para un reducido número de lectores.

Miércoles, 21 de noviembre de 2012

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