
LECTURAS
(elo.231)
COMO CONSTRUIR EUROPA
Felipe González
RBA, 2008
En momentos como los actuales, en donde desde todos los ámbitos se escuchan voces que ponen en duda la viabilidad de la Unión Europea, resulta conveniente, que al menos teóricamente, se vuelva a plantear si en los tiempos que vivimos, en donde la crisis existente amenaza con anegarlo todo, la Unión sigue siendo un instrumento válido para los europeos, o si por el contrario, no es más que una pesada carga que difícilmente se podrá soportar por mucho más tiempo. La cuestión no es otra que la de saber, si la estructura creada, que para muchos es de un coste insostenible, es rentable para los ciudadanos de los diferentes países que la componen, o si por el contrario no es más un lujo político que sólo podía costearse en tiempos de bonanza, y que tal y como están las cosas, lo mejor, lo más acertado, sería desprenderse de ella lo antes posible. Se escuchan y se leen comentarios en uno y en otro sentido, desde los que afirman que la Unión es un rémora que impide afrontar con la agilidad necesaria la actual coyuntura negativa, hasta los que están convencidos que ella es la única posibilidad real de hacerle frente, lo que provoca grandes dudas que imposibilitan una actuación contundente, ya que esa diversidad de criterios acarrea una incuestionable debilidad, que sin duda, al incrementarse las incertidumbres, agudizan los problemas ya que se dilatan las respuestas a los innumerables problemas existentes, que amenazan con enquistarse y con dinamitar la confianza que muchos aún tienen puesta en ella.
Lo que parece evidente, es que existen sectores, o mejor dicho poderes que se frotan las manos ante la actual situación que padece la Unión, que están haciendo todo lo posible, imposibilitando acuerdos, vetando actuaciones, para que no de ese paso adelante que tanto necesita para dejar de ser lo que actualmente es, con objeto de poder convertirse en eso que tanto exigen sus defensores. Sí, porque parece que una Unión Europea sólida, amenaza y atemoriza a determinados poderes y actores sociales, que verían en ella todo lo que desearían erradicar, pues nunca se pude perder de vista lo que en el fondo ese proyecto significa, o lo que significó en sus orígenes, el intento de consolidar a nivel europeo un Estado social y de derecho, o dicho de otra forma, eso tan excepcional como es el Estado del bienestar. Y creo que aquí es donde se encuentra el problema, ya que la Europa unida ante todo es una apuesta por el Estado del bienestar, por una forma de entender la sociedad, en donde las instituciones tienen que ejercer un papel activo en todo lo referente a la cohesión y la redistribución. Estoy convencido que si no se tiene en cuenta este hecho, no se puede comprender lo que realmente está ocurriendo.
En momentos como los presentes, cuando se observa que la Unión, o hablando claro, cuando los países que controlan la Unión europea, que no son otros que Alemania y Francia, no se ponen de acuerdo sobre las medidas a adoptar ante los graves problemas que está provocando el euro, se tiene la sensación, que ha desaparecido la voluntad europeísta que en otros momentos, aún no tan lejanos, impulsaba a los grandes líderes europeos, como si los actuales dirigentes, en lugar de mirar hacia el futuro, dejando al descubierto su verdadera talla política, se conformaran sólo con intentar resolver los problemas internos de sus respectivos países, sin querer comprender, que la solución de los mismos se encuentra en una Europa fuerte, en la consolidación de un espacio común, sin el que ningún país europeo podría sobrevivir en la actualidad. Sí, porque de lo que no se puede dudar, se quiera o no, es que hoy en día, Europa es esencial para todos y para cada uno de esos países, desde el más poderoso al más insignificante. Por ello, ante la actual incertidumbre generalizada, no viene de más, acercarse a lo que piensan algunos líderes que ejercieron, y que aún ejercer de europeístas convencidos, y para ello nadie más cercano que Felipe González.
Para el ex presidente gobernó español, que siempre ha abogado por la necesidad de una Europa sólida y unida, en los últimos tiempos se ha perdido el rumbo, la sensación “de que todos navegamos en el mismo barco”, lo que demuestra que algo está fallando. Y lo que está fallando, para él, no es otra cosa que la escasa competitividad que en estos momentos padece Europa, al menos si se la compara con los Estados Unidos y con los denominados países emergentes. Para González la cuestión radica en que Europa ha dejado de ser competitiva, hecho que ya no le brinda los excedentes necesarios para poder mantener su poderosa y modélica estructura social, lo que obliga a cada país, a intentar solucionar sus problemas de la mejor forma que puede, enrocándose en sí mismos, y dándole la espalda a ese gran experimento de ingeniería política, al que muchos se atreven a identificar como la causa de todos sus males. Por lo anterior, por la escasa fe existente en el proyecto, los grandes países se muestran reacios a ayudar a los que padecen problemas, mientras que éstos, no cesan de acusar a aquéllos, de imponer una política económica en la Unión que parece estar ideadas para asfixiarles, lo que genera un clima de clara desunión entre los diferentes miembros. Para Felipe González el problema de fondo se encuentra en que Europa no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, y que debido a sus rigideces estructurales, esas mismas que tan útiles fueron en los buenos tiempos, ha perdido el tren de la revolución tecnológica y de la globalización en beneficio de otros actores. Por ello estima que es fundamental darles alcance de nuevo, pues en caso contrario todo estaría perdido, para lo cual, resultaría necesario, después de un examen concienzudo, que adapte su sistema productivo, aligerando las rigideces y las restricciones que hoy por hoy lo definen, para acomodarlos a las nuevas dinámicas imperantes.
Cierto. Evidentemente Europa tiene que verificar si su sistema está o no anquilosado, con objeto de perfeccionarlo en la medida de lo posible, pero me da la sensación, de que por miedo, González “tira la piedra y esconde la mano”, tal y como hacen otros tantos, ya que parece que lo que se oculta detrás de todo lo que dice, es que lo que de verdad salvaría a Europa del colapso, no puede ser otra cosa que una desregularización que la empareje tanto a Estados Unidos como a los países emergentes que tanto parece admirar, lo que si es así, como estoy convencido, “no hubieran hecho falta tantas alforjas para ese viaje”. Creo que lo que en realidad es imprescindible es presentar nuevas propuestas, que en lugar de apuntar hacia donde siempre, a poner como modelos a determinados países que si por algo se caracterizan es por no ser precisamente modélicos, apuesten por sociedades cohesionadas y con la solidez suficiente para hacer frente a los retos de los nuevos tiempos. Hay que avanzar y no retroceder. Después de leer este trabajo, estoy convencido que Felipe González a estas alturas se encuentra políticamente amortizado, al menos para la izquierda. Una lástima.
Lunes, 7 de noviembre 2011
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