
LECTURAS
(elo.191)
SI AHORA NO, ¿CUÁNDO?
Primo Levi
El Aleph Editores, 1982
La existencia del Estado de Israel, desde su creación hasta nuestros días, representa un monumento al fracaso del multiculturalismo, a la imposibilidad de que puedan convivir en un mismo territorio diferentes pueblos, diferentes culturas. Israel nos habla de la xenofobia europea, pero también, de la xenofobia de los propios judíos con respecto a las otras comunidades que viven en sus actuales territorios. Por ello, ese Estado, tan elogiado por muchos y vilipendiado por otros, en ningún caso puede erigirse como un ejemplo, sino como la constatación de que una cosa es la convivencia teórica y otra la real. La Segunda Guerra Mundial, ha quedado en la memoria, sobre todo gracias al voluntarismo de los propios judíos, que consiguieron que el mundo mirase hacia donde nadie quería mirar, como un acontecimiento histórico en donde una nación, Alemania, basándose en unos planteamientos ideológicos que hablaban de la pureza de una raza, del predominio de una raza sobre las restantes, idea que se encontraba profundamente arraigada en la población, intentó exterminar a los que vivían dentro de ese país y que no pertenecían a dicha raza, es decir a los judíos. Sí, a los judíos, pero no sólo a los judíos, sino también, por ejemplo a los gitanos, que desgraciadamente carecían, y aún carecen, de la vertebración necesaria, como para dejar constancia y publicitar lo que padecieron junto a los judíos en aquel confuso, dramático y singular momento histórico. Hay que recordar que lo que en la actualidad se denomina holocausto, concepto que encierra el sistemático proceso de persecución y exterminio que el régimen nacionalsocialista ejerció sobre el pueblo judío, no se hubiera conocido, al menos tal y como nos ha llegado, si no hubiera sido por la labor publicitaria que ejercieron determinados supervivientes, como por ejemplo el propio Levi, que consagraron sus vidas, como si de un sacerdocio se tratara, para que se difundiera lo que realmente ocurrió, y sin la presión que en todo momento ejerció la denominada Comunidad Judía Internacional, sobre todo la norteamericana. Y esto fue así, a pesar de que en un primer momento, posiblemente por desconocimiento de lo que ocurrió en los campos de concentración (y de exterminio) que se iban descubriendo, se trató de ocultar por parte de las potencias vencedoras esa otra cara de un conflicto que aún, posiblemente porque fue demasiado humano, sigue avergonzando a la humanidad.
En esa labor propagandista que bajo el lema “para que nunca se olvide” realizaron muchos supervivientes, hay que reconocer que la literatura ejerció un papel esencial, pues el público se encontró con una serie de narraciones, que detalladamente describían lo que aconteció en aquellos lugares hacia donde fueron conducidos tantos y tantos detenidos, y lo descubrió de la forma que exige toda novela, con amenidad y accesibilidad. Evidentemente, antes de de llegar al público tales narraciones, se sabía lo que había ocurrido, pero dichas obras tuvieron la virtud de hacer que importantes sectores de la población que sólo se habían enterado de que algo raro había tenido lugar, comprendiera la magnitud de lo acontecido, al igual que con posterioridad y para otras generaciones ha hecho el cine. Como es lógico, esta labor no pudo realizarla la multitud de informes que se elaboraron, ni las conferencias, ni los muchos ensayos que sobre ese tema se publicaron, y es que, aunque todo tenía la misma finalidad, la de dar a conocer unos hechos que nadie debería olvidar, no todos contaban con la capacidad amplificadora y la popularidad que siempre ha tenido la novela. La novela, a pesar de que últimamente padece una importante crisis, que sobre todo, se diga lo que se diga es de contenidos, posee la capacidad de vivificar, de dotar de vida a las ideas o a los planteamientos que se desean desarrollar, de suerte que no es lo mismo, al menos para el gran público, leer un pormenorizado informe sobre la metodología empleada por los nazis para explotar y exterminar a sus prisioneros, que leer una historia, en primera persona, sobre las vivencias de uno de esos apresados, por ejemplo en Auschwitz. El lector, gracias a la novela puede llegar, si está bien escrita, a empatizar con el protagonista, a ponerse en su lugar y a observar con unos ojos que no son los suyos, todo el sufrimiento y la crueldad que en aquellos lugares y en aquellos años se acumularon. Ese es el gran poder de la literatura, y en concreto de la novela, el de dar vida a los conceptos, en humanizarlos, haciendo creíble, como en el caso del Holocausto, lo que difícilmente se puede llegar a creer.
Sólo había leído de Primo Levi su famosa trilogía, con la que en su momento quedé deslumbrado, sobre todo con el primer y con el tercer volumen de la misma, en donde me sorprendió la forma de narrar del italiano, pues la frialdad de la que hizo gala en “Si esto es un hombre”, contrastaba con lo que con seguridad tuvo que padecer. También me llamó la atención “Hundidos y salvados”, un texto en el que el autor reflexiona sobre lo acontecido en Auschwitz y sobre la culpa que había que imputarle al pueblo alemán sobre todo lo ocurrió. Con tales precedentes, cuando ante mis ojos apareció “Si ahora no, ¿cuándo?”, no dudé en leerlo, encontrándome con una novela muy parecida al segundo volumen de la trilogía, “La tregua”, desde mi punto de vista el más débil de los tres. Se trata de una novela marcadamente sionista, entendiendo esto, como una justificación de la necesidad de que el pueblo judío, encontrara, por fin, un lugar propio en donde vivir. En la novela se narra el peregrinar de un grupo de partisanos, casi todos judíos, que se movían por una tierra de nadie, entre la retaguardia del ejercito alemán y la vanguardia del ejercito soviético, lo que puede servir también como metáfora de la desubicación que siempre han padecido los judíos, siempre aposentado en un lugar que no es el suyo, en un lugar que pertenecía a otros. Ese grupo, después de un largo recorrido y después de terminada la guerra llega a Milán, con la intención, de poder trasladarse con el tiempo a “la tierra prometida”, a Israel, ya que estaban convencido de que hasta que no llegaran a su destino, no terminaría la guerra definitivamente para ellos.
Es una novela poco atractiva, al menos desde el punto de vista literario, aunque puede resultar interesante como obra metafórica sobre, como apunté con anterioridad, el tema de la necesidad de que el pueblo judío encuentre de una vez por todas su propia patria. Lo más endeble de la obra, posiblemente se encuentre en la debilidad de la trama y en lo escasamente dibujados que se encuentran los diferentes personajes, algunos de los cuales, con toda seguridad, hubieran merecido una mayor atención.
En fin, se trata de una novela curiosa, sobre todo para los que estamos interesados en el tema, pero que no puede levantar aplausos entre los que sólo desean leer buena literatura.
Sábado, 24 de abril 2010
(elo.191)
SI AHORA NO, ¿CUÁNDO?
Primo Levi
El Aleph Editores, 1982
La existencia del Estado de Israel, desde su creación hasta nuestros días, representa un monumento al fracaso del multiculturalismo, a la imposibilidad de que puedan convivir en un mismo territorio diferentes pueblos, diferentes culturas. Israel nos habla de la xenofobia europea, pero también, de la xenofobia de los propios judíos con respecto a las otras comunidades que viven en sus actuales territorios. Por ello, ese Estado, tan elogiado por muchos y vilipendiado por otros, en ningún caso puede erigirse como un ejemplo, sino como la constatación de que una cosa es la convivencia teórica y otra la real. La Segunda Guerra Mundial, ha quedado en la memoria, sobre todo gracias al voluntarismo de los propios judíos, que consiguieron que el mundo mirase hacia donde nadie quería mirar, como un acontecimiento histórico en donde una nación, Alemania, basándose en unos planteamientos ideológicos que hablaban de la pureza de una raza, del predominio de una raza sobre las restantes, idea que se encontraba profundamente arraigada en la población, intentó exterminar a los que vivían dentro de ese país y que no pertenecían a dicha raza, es decir a los judíos. Sí, a los judíos, pero no sólo a los judíos, sino también, por ejemplo a los gitanos, que desgraciadamente carecían, y aún carecen, de la vertebración necesaria, como para dejar constancia y publicitar lo que padecieron junto a los judíos en aquel confuso, dramático y singular momento histórico. Hay que recordar que lo que en la actualidad se denomina holocausto, concepto que encierra el sistemático proceso de persecución y exterminio que el régimen nacionalsocialista ejerció sobre el pueblo judío, no se hubiera conocido, al menos tal y como nos ha llegado, si no hubiera sido por la labor publicitaria que ejercieron determinados supervivientes, como por ejemplo el propio Levi, que consagraron sus vidas, como si de un sacerdocio se tratara, para que se difundiera lo que realmente ocurrió, y sin la presión que en todo momento ejerció la denominada Comunidad Judía Internacional, sobre todo la norteamericana. Y esto fue así, a pesar de que en un primer momento, posiblemente por desconocimiento de lo que ocurrió en los campos de concentración (y de exterminio) que se iban descubriendo, se trató de ocultar por parte de las potencias vencedoras esa otra cara de un conflicto que aún, posiblemente porque fue demasiado humano, sigue avergonzando a la humanidad.
En esa labor propagandista que bajo el lema “para que nunca se olvide” realizaron muchos supervivientes, hay que reconocer que la literatura ejerció un papel esencial, pues el público se encontró con una serie de narraciones, que detalladamente describían lo que aconteció en aquellos lugares hacia donde fueron conducidos tantos y tantos detenidos, y lo descubrió de la forma que exige toda novela, con amenidad y accesibilidad. Evidentemente, antes de de llegar al público tales narraciones, se sabía lo que había ocurrido, pero dichas obras tuvieron la virtud de hacer que importantes sectores de la población que sólo se habían enterado de que algo raro había tenido lugar, comprendiera la magnitud de lo acontecido, al igual que con posterioridad y para otras generaciones ha hecho el cine. Como es lógico, esta labor no pudo realizarla la multitud de informes que se elaboraron, ni las conferencias, ni los muchos ensayos que sobre ese tema se publicaron, y es que, aunque todo tenía la misma finalidad, la de dar a conocer unos hechos que nadie debería olvidar, no todos contaban con la capacidad amplificadora y la popularidad que siempre ha tenido la novela. La novela, a pesar de que últimamente padece una importante crisis, que sobre todo, se diga lo que se diga es de contenidos, posee la capacidad de vivificar, de dotar de vida a las ideas o a los planteamientos que se desean desarrollar, de suerte que no es lo mismo, al menos para el gran público, leer un pormenorizado informe sobre la metodología empleada por los nazis para explotar y exterminar a sus prisioneros, que leer una historia, en primera persona, sobre las vivencias de uno de esos apresados, por ejemplo en Auschwitz. El lector, gracias a la novela puede llegar, si está bien escrita, a empatizar con el protagonista, a ponerse en su lugar y a observar con unos ojos que no son los suyos, todo el sufrimiento y la crueldad que en aquellos lugares y en aquellos años se acumularon. Ese es el gran poder de la literatura, y en concreto de la novela, el de dar vida a los conceptos, en humanizarlos, haciendo creíble, como en el caso del Holocausto, lo que difícilmente se puede llegar a creer.
Sólo había leído de Primo Levi su famosa trilogía, con la que en su momento quedé deslumbrado, sobre todo con el primer y con el tercer volumen de la misma, en donde me sorprendió la forma de narrar del italiano, pues la frialdad de la que hizo gala en “Si esto es un hombre”, contrastaba con lo que con seguridad tuvo que padecer. También me llamó la atención “Hundidos y salvados”, un texto en el que el autor reflexiona sobre lo acontecido en Auschwitz y sobre la culpa que había que imputarle al pueblo alemán sobre todo lo ocurrió. Con tales precedentes, cuando ante mis ojos apareció “Si ahora no, ¿cuándo?”, no dudé en leerlo, encontrándome con una novela muy parecida al segundo volumen de la trilogía, “La tregua”, desde mi punto de vista el más débil de los tres. Se trata de una novela marcadamente sionista, entendiendo esto, como una justificación de la necesidad de que el pueblo judío, encontrara, por fin, un lugar propio en donde vivir. En la novela se narra el peregrinar de un grupo de partisanos, casi todos judíos, que se movían por una tierra de nadie, entre la retaguardia del ejercito alemán y la vanguardia del ejercito soviético, lo que puede servir también como metáfora de la desubicación que siempre han padecido los judíos, siempre aposentado en un lugar que no es el suyo, en un lugar que pertenecía a otros. Ese grupo, después de un largo recorrido y después de terminada la guerra llega a Milán, con la intención, de poder trasladarse con el tiempo a “la tierra prometida”, a Israel, ya que estaban convencido de que hasta que no llegaran a su destino, no terminaría la guerra definitivamente para ellos.
Es una novela poco atractiva, al menos desde el punto de vista literario, aunque puede resultar interesante como obra metafórica sobre, como apunté con anterioridad, el tema de la necesidad de que el pueblo judío encuentre de una vez por todas su propia patria. Lo más endeble de la obra, posiblemente se encuentre en la debilidad de la trama y en lo escasamente dibujados que se encuentran los diferentes personajes, algunos de los cuales, con toda seguridad, hubieran merecido una mayor atención.
En fin, se trata de una novela curiosa, sobre todo para los que estamos interesados en el tema, pero que no puede levantar aplausos entre los que sólo desean leer buena literatura.
Sábado, 24 de abril 2010
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