
LECTURAS
(elo.176)
LA MUJER ROTA
Sinone de Beauvoir
Biblioteca de pensamiento crítico, 1.968
Le comenté el otro día a un amigo, que existen novelas que sólo apuntan al argumento sobre el que tratan, pero que hay otras, que son las que me interesan, que señalan hacia lo que se esconde detrás de la trama que desarrollan. Mientras que las primeras son las que podrían calificarse de entretenimiento, es decir novelas a las que se recurre sólo para pasar un rato más o menos agradable, las segundas, son algo más que meras narraciones, ya que siempre invitan a la reflexión, a ese deporte tan desacreditado y tan poco practicado en nuestros días. Estas últimas, a pesar del valor añadido que poseen, lamentablemente casi siempre pasan desapercibidas para el gran público, que sigue entendiendo la literatura, sólo como un método, como otros muchos existentes, ideada para abordar o para neutralizar el tiempo libre sobrante. Pero si algo tengo claro a estas alturas, lo que es mucho decir, es que la literatura siempre se ha apoyado en estas obras, de suerte, que si tiene futuro, si es capaz de de superar la sempiterna y la cada día más amenazante crisis que la atenaza, sólo podrá conseguirlo gracias a estas obras diseñadas y construida para algo más que para que sus lectores pasen con ellas un rato agradable.
Leer a Simone de Beauvoir en estos extraños tiempos que nos han tocado vivir, en donde todo parece estar ideado para consumir y consumir, para mirar sólo hacia delante como si todos estuviéramos escapando de nosotros mismos, sin tiempo siquiera para poder parar la pelota con objeto de reflexionar sobre lo que somos y lo que hacemos, no es precisamente normal, sobre todo cuando hay tantos títulos, tantas novedades literarias que atender. Pero sin embargo, acercarse a la “Simona”, como en determinados ambientes durante un tiempo se la llamó, a la literatura que ella representa, a pesar de no ser una novelista de altura, es un ejercicio que hay que realizar para redescubrir, o para comprender que existe otro tipo de novelística, siempre viva y siempre audaz, que en ningún caso debe temer por su futuro. No debe temer por su futuro, aunque con toda seguridad, la novela como género, como ocurre en la actualidad con la novela de calidad, se convierta en una actividad sólo frecuentada por minorías, ya que existen otros instrumentos de entretenimiento, que aunque con menos prestigio social, resultan más cómodos y menos problemáticos, sobre los que para colmo, la cada día más poderosa industria del ocio apuesta con fuerza, al comprender, que la plusvalías que puede obtener de ellos, y no me refiero sólo a las económicas, con toda seguridad resultarán mucho más sabrosas. La novela como narración sin más tiene los días contados, ya que su coste, en horas de esfuerzo, carece de sentido en las circunstancias históricas actuales, al presentarse ante nosotros, nuevos soportes muchos más adecuados para tales prácticas. No obstante, esto no significa, ni mucho menos, que la novela tenga que desaparecer, sólo que un tipo de novela, la dominante, está llegando a sus últimos días, al tiempo que la otra, la que aspira a algo más que a narrar por narrar, puede entrar en una edad de oro, aunque al público al que vaya dirigida sea escaso. Y es que la novela guarda en sí un potencial inagotable, que en tiempos de apatía y de resignación como en los que vivimos, resultan, aunque algunos se rían de lo anterior, de un valor incuestionable. La esencia de la novela es la vida, el enfrentamiento del hombre, del ser humano contra la realidad, dejando al descubierto las heridas que tal choque inevitablemente provoca, y que al ser desarrollada en negro sobre blanco, tiene la extraña virtud de provocar la reflexión del que lee sobre su propia realidad.
Simone de Beauvoir, en este texto, en esta famosa novela suya, en donde desarrolla una crisis matrimonial, vuelve a bucear en un tema que al parecer le interesó en exceso, y sobre el que ya trabajó en una narración corta anterior, “La edad de la discreción”, el del paso del tiempo, y de los efectos que tal hecho provoca en la vida de una pareja, y por supuesto en la de los miembros que la componen. En un principio podría pensarse, que desde la perspectiva de una mujer de mediana edad, lo que aborda es un tema eminentemente feminista, el de la mujer abandonada, y de la alienación que ésta tradicionalmente ha padecido en la pareja burguesa al uso. Pero esta lectura de la obra, resulta al menos desde mi punto de vista completamente superficial, ya que el tema central de la misma, cosa que se descubre cuando se profundiza en ella, es el de la evolución, que nunca puede resultar simétrica, que con el tiempo, padecen los miembros que constituyen una determinada pareja. La idea que deja entrever la autora, que no es precisamente muy halagüeña, es que difícilmente una relación puede resistir el paso del tiempo, pues los componentes de la misma, que antes que miembros de una pareja son individuos, siempre acabarán evolucionando de forma diferente, lo que significa que el compañero o la compañera que se necesitó ayer, puede que no sea el adecuado o la adecuada para hoy, lo que por extensión quiere venir a decir, que una pareja estable y duradera, de esas con las que siempre se ha soñado, es algo a todas luces antinatural, que sólo podrá llegar a materializarse gracias a un férreo ejercicio de voluntad, que casi siempre irá en contra del desarrollo natural de alguno de sus miembros. La pareja como espacio atemporal, como lugar blindado a la erosión del tiempo, y de todo lo que ello comporta, es una ilusión romántica que en una sociedad abierta carece de sentido, siendo, y no precisamente de forma gratuita, una de las banderas enarboladas por los elementos más conservadores, que observan la fragilidad de la misma, sin profundizar nunca en las causas reales de dicha fragilidad, al creer de forma acrítica en aquello de “la unidad de destinos en los universal”, como un síntoma evidente de la descomposición de nuestras sociedades.
“La mujer rota”, es una novela interesante, que a pesar de estar escrita en forma epistolar, tiene momento de gran altura, consiguiendo dejar al descubierto la crisis que padece, la que en su momento fue la sacrosanta institución del matrimonio. Una novela que hay que leer, aunque algunos puedan creer, sin haberla leído por supuesto, que pertenece y que se encuentra demasiado sujeta a un tiempo que ya pasó.
Sábado, 12 de diciembre de 2.009
(elo.176)
LA MUJER ROTA
Sinone de Beauvoir
Biblioteca de pensamiento crítico, 1.968
Le comenté el otro día a un amigo, que existen novelas que sólo apuntan al argumento sobre el que tratan, pero que hay otras, que son las que me interesan, que señalan hacia lo que se esconde detrás de la trama que desarrollan. Mientras que las primeras son las que podrían calificarse de entretenimiento, es decir novelas a las que se recurre sólo para pasar un rato más o menos agradable, las segundas, son algo más que meras narraciones, ya que siempre invitan a la reflexión, a ese deporte tan desacreditado y tan poco practicado en nuestros días. Estas últimas, a pesar del valor añadido que poseen, lamentablemente casi siempre pasan desapercibidas para el gran público, que sigue entendiendo la literatura, sólo como un método, como otros muchos existentes, ideada para abordar o para neutralizar el tiempo libre sobrante. Pero si algo tengo claro a estas alturas, lo que es mucho decir, es que la literatura siempre se ha apoyado en estas obras, de suerte, que si tiene futuro, si es capaz de de superar la sempiterna y la cada día más amenazante crisis que la atenaza, sólo podrá conseguirlo gracias a estas obras diseñadas y construida para algo más que para que sus lectores pasen con ellas un rato agradable.
Leer a Simone de Beauvoir en estos extraños tiempos que nos han tocado vivir, en donde todo parece estar ideado para consumir y consumir, para mirar sólo hacia delante como si todos estuviéramos escapando de nosotros mismos, sin tiempo siquiera para poder parar la pelota con objeto de reflexionar sobre lo que somos y lo que hacemos, no es precisamente normal, sobre todo cuando hay tantos títulos, tantas novedades literarias que atender. Pero sin embargo, acercarse a la “Simona”, como en determinados ambientes durante un tiempo se la llamó, a la literatura que ella representa, a pesar de no ser una novelista de altura, es un ejercicio que hay que realizar para redescubrir, o para comprender que existe otro tipo de novelística, siempre viva y siempre audaz, que en ningún caso debe temer por su futuro. No debe temer por su futuro, aunque con toda seguridad, la novela como género, como ocurre en la actualidad con la novela de calidad, se convierta en una actividad sólo frecuentada por minorías, ya que existen otros instrumentos de entretenimiento, que aunque con menos prestigio social, resultan más cómodos y menos problemáticos, sobre los que para colmo, la cada día más poderosa industria del ocio apuesta con fuerza, al comprender, que la plusvalías que puede obtener de ellos, y no me refiero sólo a las económicas, con toda seguridad resultarán mucho más sabrosas. La novela como narración sin más tiene los días contados, ya que su coste, en horas de esfuerzo, carece de sentido en las circunstancias históricas actuales, al presentarse ante nosotros, nuevos soportes muchos más adecuados para tales prácticas. No obstante, esto no significa, ni mucho menos, que la novela tenga que desaparecer, sólo que un tipo de novela, la dominante, está llegando a sus últimos días, al tiempo que la otra, la que aspira a algo más que a narrar por narrar, puede entrar en una edad de oro, aunque al público al que vaya dirigida sea escaso. Y es que la novela guarda en sí un potencial inagotable, que en tiempos de apatía y de resignación como en los que vivimos, resultan, aunque algunos se rían de lo anterior, de un valor incuestionable. La esencia de la novela es la vida, el enfrentamiento del hombre, del ser humano contra la realidad, dejando al descubierto las heridas que tal choque inevitablemente provoca, y que al ser desarrollada en negro sobre blanco, tiene la extraña virtud de provocar la reflexión del que lee sobre su propia realidad.
Simone de Beauvoir, en este texto, en esta famosa novela suya, en donde desarrolla una crisis matrimonial, vuelve a bucear en un tema que al parecer le interesó en exceso, y sobre el que ya trabajó en una narración corta anterior, “La edad de la discreción”, el del paso del tiempo, y de los efectos que tal hecho provoca en la vida de una pareja, y por supuesto en la de los miembros que la componen. En un principio podría pensarse, que desde la perspectiva de una mujer de mediana edad, lo que aborda es un tema eminentemente feminista, el de la mujer abandonada, y de la alienación que ésta tradicionalmente ha padecido en la pareja burguesa al uso. Pero esta lectura de la obra, resulta al menos desde mi punto de vista completamente superficial, ya que el tema central de la misma, cosa que se descubre cuando se profundiza en ella, es el de la evolución, que nunca puede resultar simétrica, que con el tiempo, padecen los miembros que constituyen una determinada pareja. La idea que deja entrever la autora, que no es precisamente muy halagüeña, es que difícilmente una relación puede resistir el paso del tiempo, pues los componentes de la misma, que antes que miembros de una pareja son individuos, siempre acabarán evolucionando de forma diferente, lo que significa que el compañero o la compañera que se necesitó ayer, puede que no sea el adecuado o la adecuada para hoy, lo que por extensión quiere venir a decir, que una pareja estable y duradera, de esas con las que siempre se ha soñado, es algo a todas luces antinatural, que sólo podrá llegar a materializarse gracias a un férreo ejercicio de voluntad, que casi siempre irá en contra del desarrollo natural de alguno de sus miembros. La pareja como espacio atemporal, como lugar blindado a la erosión del tiempo, y de todo lo que ello comporta, es una ilusión romántica que en una sociedad abierta carece de sentido, siendo, y no precisamente de forma gratuita, una de las banderas enarboladas por los elementos más conservadores, que observan la fragilidad de la misma, sin profundizar nunca en las causas reales de dicha fragilidad, al creer de forma acrítica en aquello de “la unidad de destinos en los universal”, como un síntoma evidente de la descomposición de nuestras sociedades.
“La mujer rota”, es una novela interesante, que a pesar de estar escrita en forma epistolar, tiene momento de gran altura, consiguiendo dejar al descubierto la crisis que padece, la que en su momento fue la sacrosanta institución del matrimonio. Una novela que hay que leer, aunque algunos puedan creer, sin haberla leído por supuesto, que pertenece y que se encuentra demasiado sujeta a un tiempo que ya pasó.
Sábado, 12 de diciembre de 2.009
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