miércoles, 17 de diciembre de 2008

Los viejos amigos


LECTURAS
(elo.141)

LOS VIEJOS AMIGOS
Rafael Chirbes
Anagrama, 2.003

El otro día, dejé apuntado en un comentario sobre otra novela de Chirbes, que una de las más desagradables características de la literatura española, es que constantemente bascula entre lo garbancero y el experimentalismo excesivo, mostrando dos frentes en constante conflicto, que en lugar de enriquecerse entre sí, tratando de complementarse, tratan por todos los medios de destruirse. También subrayé, que observaba a Chirbes, como uno de los escasos autores, que con su obra trataba de romper dicha dicotomía. Sí, lo normal, es que se entienda la novela como un método, como otro cualquiera, gracias al cual poder contar historias, olvidándose, que lo esencial en ella, no es tanto la historia en sí, como la forma en que dicha historia es tratada. El lector, el lector mayoritario, lo que desea encontrar son historias diáfanas, en donde al dos le siga el tres, y al tres el cuatro, y a ser posible, que el narrador sea invisible, que no se note demasiado, que no interrumpa con su presencia, casi siempre inoportuna, el correcto discurrir de la lectura que lleva a cabo. Hace algunos meses, el prestigioso autor de best sellers John Grisham, comentó en una entrevista, que tenía claro que la gran diferencia entre la literatura de calidad, y la otra, la de entretenimiento, la que a él le interesaba, al igual que a la mayoría de lectores, era que en esta última lo que predomina, lo que necesariamente tiene que predominar es el argumento, la trama, pues todo lo demás, lo único que consigue hacer, es interferir, enturbiar la relación entre el autor y el lector, que siempre debe ser cercana y diáfana. Es decir, la literatura de entretenimiento, y nadie mejor que el autor norteamericano para decirlo, es la que debe aspirar sobre todo, a que no se levante un muro entre el que escribe y el que lee, la que en definitiva facilita, en lugar de entorpecer, la lectura de los casi siempre sufridos lectores. Pues bien, con mayor o menor calidad, gran parte de los autores de este país, en todo momento han tenido asumido lo que hace poco dijo Grisham, creando obras, basadas sobre todo, en las historias más o menos interesantes que lograban sacarse de sus chisteras, creyendo que el método directo, no es sólo un método más entre todos los existentes, sino el único válido que se puede aplicar a la novela. Como reacción a esta forma de entender la creación literaria, que no sólo afecta a la novela, surge la corriente contraria, la que estima que lo importante no es el argumento, sino la estructura en donde se inserta dicha historia, de suerte que, la estructura, contra más compleja mejor, es lo único que en última instancia justifica toda buena novela. Mientras los primeros detestan la experimentación, que observan como un recurso fácil de los que carecen del oficio necesario, y que utilizan para ocultar sus carencias, los segundos están convencidos, que los garbanceros, los que sólo se dedican a contar sin más sus historias, son los auténticos causantes de la desesperada situación en la que se encuentra la novela en la actualidad. Entre uno y otro grupo se extiende el vacío, aunque de vez en cuando, uno logra vislumbrar a autores, que con voluntarismo, al margen de los flujos de las corrientes mayoritarias, intentan instalarse en ese extraño territorio que a casi nadie parece interesar. Los que hasta allí llegan, creen que es posible una novela diferente, una novela que sepa conjugar tanto una historia decente con un método expositivo, digamos que literario. Evidentemente son los menos, ya que el viento les sopla en contra, pues no sólo cuentan con el desprecio de la mayoría de los lectores, que prefieren artículos de consumo en lugar de literatura, sino también, lo que es más grave, por aquello de que teóricamente son expertos, con el menosprecio de las editoriales y de los funcionarios de la crítica que giran y giran, gravitando alrededor de ellas. Ente estos intrépidos aventureros, en nuestro país, junto a Marías, destaca Rafael Chirbes.
En “Los viejos amigos”, Chirbes vuelve a uno de sus temas claves, el del fracaso, intentando de nuevo, como “En la lucha final” o “Crematorio”, afrontar un acercamiento a esa obsesión literaria que parece embargarle, la del sentimiento o la sensación de derrota de los que llegados a cierta edad, comprenden, que a pesar de los esfuerzos realizados, muy poco de lo que estaban convencido de poder conseguir en su juventud, en aquellos tiempos en los que creían poder tocar el cielo con la punta de sus dedos, pudieron en alcanzar en realidad. Para afrontar el tema, que a pesar de lo repetitivo en su obra nunca deja de ser interesante, crea a un grupo de amigos, que habían sido compañeros de militancia política en los oscuros tiempos del franquismo, que deciden quedar para cenar y así poder recordar juntos aquellos años en donde todos fueron, pese a las dificultades, mucho más felices, y eso a pesar de que la mayoría de ellos habían perdido, no sólo el contacto, sino incluso la amistad. Cada uno de ellos, por separado, monologa sobre su vida y sobre la de los que habían sido sus amigos, quedando demostrado al final de la obra, que ninguno había alcanzado sus objetivos, y por supuesto, que ese frágil pájaro que llaman felicidad no había conseguido anidar en ninguno de ellos. Chirbes, sin realizar en ningún momento concesiones a la galería, lo que siempre hay que agradecer, realiza su novela utilizando el método, que él mismo llega a definir, como el de diferentes miradas sobre un mismo paisaje, que con el tiempo se ha convertido en su forma de afrontar la literatura, que deja al lector un panorama complejo, repleto de fallas, pero de una riqueza que muy pocos autores son capaces de aportar.
Otra novela de Chirbes que demuestra, que deja sentado, lo que hoy en día representa su obra en la novelística de este país, sin duda alguna, una de las más sólidas e interesantes, y abanderada de los que se podría denominar la novela de calidad, esa que para desgracia de todos, sigue siendo minoritaria, a pesar, del innegable aumento del número de lectores, que de forma lastimosa, se siguen conformando, posiblemente por falta de formación, con una literatura, digamos que menor.

Jueves, 13 de noviembre de 2008

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