LECTURAS
(elo. 126)
SI ESTO ES UN HOMBRE
Primo Levi
Debolsillo, 1.958
Hace unos días, alguien me comentó, después de invitarme a un coloquio sobre un texto de Primo Levi, que la obra del italiano habría que clasificarla dentro de lo que él denominaba literatura partisana. Me sorprendió, pues no sabía que existiera tal registro, lo que me animó a releer “Si esto es un hombre” con la intención de poder asistir a los debates, que con toda seguridad se producirían una vez terminado el comentario de la obra. Aún, después de haber terminado el famoso texto de Levi, no estoy muy seguro de lo que quiere decir eso de literatura partisana, aunque con un poco de voluntarismo, podría entender, que se trata de una etiqueta que aspira a englobar a lo que muchos llaman literatura militante, aquella que ante todo aspira a denunciar una determinada situación entendida como injusta. En este contexto sí podría incluirse la obra de Levi, pues tanto su contenido como la metodología empleada para su exposición, parece que sólo tiene una aspiración, la de denunciar y publicitar, uno de los momentos más infames por los que ha tenido que pasar la humanidad, lo que con mayúsculas hoy se esconde bajo el concepto de Holocausto.
Los campos de concentración y de exterminio que el régimen nazi creó, gracias a su ideología xenófoba y criminal, representan una dura prueba para la humanidad, pues deja al descubierto ese lado oculto que la civilización y la cultura, a lo largo de la historia, han tratado en todo momento de ocultar. Sí, porque aquellos acontecimientos, tienen la virtud de recordarnos, que el ser humano es, o puede ser algo más de lo que desea aparentar, un ser monstruoso para el propio ser humano, de ahí los múltiples intentos por anegar y ocultar esa otra vertiente que tanto nos avergüenza, y que no sólo, y esto es importante dejarlo subrayado, pudo ocurrir bajo aquellas circunstancias como muchos se empeñan en asegurar. El régimen nacionalsocialista alemán, tan seguro de sí mismo, no ha sido un caso aislado, pues la historia reciente nos recuerda otros casos similares, como los ocurridos en Camboya o Ruanda, o más recientemente en Bosnia, en donde unos iluminados, con la seguridad que imprime sentirse seguros y satisfechos con las creencias profesadas, no dudaron en ningún momento en sembrar el terror sobre los que observaban como diferentes. El problema, es que la vergüenza es tal, que la propia humanidad trata de pasar de puntillas sobre tales acontecimientos, como si pensara, que es mejor no remover y tratar de olvidar, como si todo lo ocurrido sólo fueran hechos laterales o marginales en el fondo inevitable, consecuencias del esfuerzo que hay que realizar para guardar la compostura. Pero esos sucesos, que para muchos pueden resultar incluso anecdóticos, a pesar de los miles y miles de muertos que se han llevado por delante, tienen que ser recordados para que permanezcan siempre en la memoria, con objeto de que la vergüenza, el asco por nosotros mismos, actúe como antídoto para evitar que todo vuelva a repetirse. Cuando se recuerda lo acontecido en Alemania, lo fácil, lo que automáticamente sale a relucir, es el carácter alemán, que al parecer (pues no hay que olvidar que en este caso han sido “los malos de la película”), siempre ha sido propenso a creerse superior, pero eso sería un error, pues el caso alemán, debería hacernos comprender, que dentro de todos nosotros, agazapado, esperando el momento oportuno, se encuentra un nazi siempre dispuesto a saltar sobre el ser apacible que intentamos representar.
A pesar de todo lo que se ha escrito sobre los campos de concentración y de exterminio, sobre el genocidio llevado a cabo sobre judíos y gitanos, a pesar de los innumerables debates que sobre el tema se han desarrollado, dicen, que al menos en Estados Unidos, lo que realmente sorprendió y impactó, fue la proyección de una regular, sólo regular serie de televisión que se basaba en el tema. La serie se llamaba “Holocausto”, y sirvió, aunque su rigor histórico para los entendidos dejara mucho que desear, para que el grueso de la población norteamericana tuviera conciencia de lo que en realidad ocurrió. Es fundamental, por tanto, que se intente por todos los medios dejar al descubierto nuestras miserias, con objeto de que todos, absolutamente todos, y no sólo los intelectuales y los estudiosos, sepan hasta donde el ser humano puede llegar cuando se cree en posesión de la verdad, cuando en virtud de una determinada certeza, es capaz de aplastar al semejante, al vecino o al familiar que no piense como él.
De ahí la importancia de series televisivas, dirigidas evidentemente al gran público como “Holocausto”, pero también la de libros como los de Kertész o Levi, que desde una perspectiva diferente, nos recuerdan la importancia de los equilibrios democráticos, pues desaparecidos éstos, sólo queda el terror, o lo que es lo mismo, la ley de la selva.
El texto de Primo Levi me resulta sorprendente, pues su narración se basa en una mirada objetiva, que posee una frialdad difícil de comprender, lo que posibilita que pueda leerse de forma rápida, a pesar de su escabrosa temática, ya que el autor realiza un importante esfuerzo, por alejarse en lo posible, lo que es de agradecer, de cualquier victimismo, pues su intención no es otra que la de dejar constancia de unos hechos que bajo ninguna circunstancia se pueden olvidar.
Miércoles, 16 de Julio de 2.008
(elo. 126)
SI ESTO ES UN HOMBRE
Primo Levi
Debolsillo, 1.958
Hace unos días, alguien me comentó, después de invitarme a un coloquio sobre un texto de Primo Levi, que la obra del italiano habría que clasificarla dentro de lo que él denominaba literatura partisana. Me sorprendió, pues no sabía que existiera tal registro, lo que me animó a releer “Si esto es un hombre” con la intención de poder asistir a los debates, que con toda seguridad se producirían una vez terminado el comentario de la obra. Aún, después de haber terminado el famoso texto de Levi, no estoy muy seguro de lo que quiere decir eso de literatura partisana, aunque con un poco de voluntarismo, podría entender, que se trata de una etiqueta que aspira a englobar a lo que muchos llaman literatura militante, aquella que ante todo aspira a denunciar una determinada situación entendida como injusta. En este contexto sí podría incluirse la obra de Levi, pues tanto su contenido como la metodología empleada para su exposición, parece que sólo tiene una aspiración, la de denunciar y publicitar, uno de los momentos más infames por los que ha tenido que pasar la humanidad, lo que con mayúsculas hoy se esconde bajo el concepto de Holocausto.
Los campos de concentración y de exterminio que el régimen nazi creó, gracias a su ideología xenófoba y criminal, representan una dura prueba para la humanidad, pues deja al descubierto ese lado oculto que la civilización y la cultura, a lo largo de la historia, han tratado en todo momento de ocultar. Sí, porque aquellos acontecimientos, tienen la virtud de recordarnos, que el ser humano es, o puede ser algo más de lo que desea aparentar, un ser monstruoso para el propio ser humano, de ahí los múltiples intentos por anegar y ocultar esa otra vertiente que tanto nos avergüenza, y que no sólo, y esto es importante dejarlo subrayado, pudo ocurrir bajo aquellas circunstancias como muchos se empeñan en asegurar. El régimen nacionalsocialista alemán, tan seguro de sí mismo, no ha sido un caso aislado, pues la historia reciente nos recuerda otros casos similares, como los ocurridos en Camboya o Ruanda, o más recientemente en Bosnia, en donde unos iluminados, con la seguridad que imprime sentirse seguros y satisfechos con las creencias profesadas, no dudaron en ningún momento en sembrar el terror sobre los que observaban como diferentes. El problema, es que la vergüenza es tal, que la propia humanidad trata de pasar de puntillas sobre tales acontecimientos, como si pensara, que es mejor no remover y tratar de olvidar, como si todo lo ocurrido sólo fueran hechos laterales o marginales en el fondo inevitable, consecuencias del esfuerzo que hay que realizar para guardar la compostura. Pero esos sucesos, que para muchos pueden resultar incluso anecdóticos, a pesar de los miles y miles de muertos que se han llevado por delante, tienen que ser recordados para que permanezcan siempre en la memoria, con objeto de que la vergüenza, el asco por nosotros mismos, actúe como antídoto para evitar que todo vuelva a repetirse. Cuando se recuerda lo acontecido en Alemania, lo fácil, lo que automáticamente sale a relucir, es el carácter alemán, que al parecer (pues no hay que olvidar que en este caso han sido “los malos de la película”), siempre ha sido propenso a creerse superior, pero eso sería un error, pues el caso alemán, debería hacernos comprender, que dentro de todos nosotros, agazapado, esperando el momento oportuno, se encuentra un nazi siempre dispuesto a saltar sobre el ser apacible que intentamos representar.
A pesar de todo lo que se ha escrito sobre los campos de concentración y de exterminio, sobre el genocidio llevado a cabo sobre judíos y gitanos, a pesar de los innumerables debates que sobre el tema se han desarrollado, dicen, que al menos en Estados Unidos, lo que realmente sorprendió y impactó, fue la proyección de una regular, sólo regular serie de televisión que se basaba en el tema. La serie se llamaba “Holocausto”, y sirvió, aunque su rigor histórico para los entendidos dejara mucho que desear, para que el grueso de la población norteamericana tuviera conciencia de lo que en realidad ocurrió. Es fundamental, por tanto, que se intente por todos los medios dejar al descubierto nuestras miserias, con objeto de que todos, absolutamente todos, y no sólo los intelectuales y los estudiosos, sepan hasta donde el ser humano puede llegar cuando se cree en posesión de la verdad, cuando en virtud de una determinada certeza, es capaz de aplastar al semejante, al vecino o al familiar que no piense como él.
De ahí la importancia de series televisivas, dirigidas evidentemente al gran público como “Holocausto”, pero también la de libros como los de Kertész o Levi, que desde una perspectiva diferente, nos recuerdan la importancia de los equilibrios democráticos, pues desaparecidos éstos, sólo queda el terror, o lo que es lo mismo, la ley de la selva.
El texto de Primo Levi me resulta sorprendente, pues su narración se basa en una mirada objetiva, que posee una frialdad difícil de comprender, lo que posibilita que pueda leerse de forma rápida, a pesar de su escabrosa temática, ya que el autor realiza un importante esfuerzo, por alejarse en lo posible, lo que es de agradecer, de cualquier victimismo, pues su intención no es otra que la de dejar constancia de unos hechos que bajo ninguna circunstancia se pueden olvidar.
Miércoles, 16 de Julio de 2.008
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