domingo, 1 de junio de 2008

Chesil Beach


LECTURAS
(elo.121)

CHESIL BEACH
Ian McEwan
Anagrama, 2.007

Hasta ahora, después de haberlo intentado en dos ocasiones, con “Expiación” y con “Sábado”, nunca he podido terminar una novela de McEwan, y eso a pesar de comprender la calidad que posee su escritura, y de tener que soportar la incredulidad ante mi actitud, de los que están convencido, entre los que se encuentran muchos amigos, que la literatura que desarrolla el inglés, es una de las mejores que se realizan en la actualidad. Para justificarme, lo que siempre es conveniente, tengo que decir para comenzar, que nunca he dudado de las dotes literarias de McEwan, pues estoy convencido que su caudal narrativo se encuentra muy por encima de la media, a lo que se une, por si fuera poco, su capacidad para crear estructuras siempre al servicio de las historias que cuenta. En dichas vertientes nunca he encontrado problemas en sus novelas, nunca, pero sí en las historias que narra, que casi nunca consiguen superar sus propios límites. ¿Esto es malo? No. Al menos no necesariamente. Lo que ocurre, es que cada lector se acerca a la novela por un motivo diferente, de ahí su pluralidad, y yo, no lo hago precisamente para que me cuenten historias, pues desde hace tiempo, tengo la sensación, de que ya me han contado todas las historias. Lo anterior puede resultar extraño, pues alguien podría decir, que si eso es lo que deseo, posiblemente esté errando de género literario, pues la novela, ante todo y sobre todo es eso, el arte de narrar una determinada historia. Bien, tengo que reconocer, que en parte esa voz desinteresada podría tener razón, pues ahí se encuentra siempre a mano el ensayo o incluso la poesía, pero la novela, al menos eso es lo que pienso, lo que siempre he pensado, también es otra cosa, y sirve o debería de servir para algo más que para disfrutar de las aventuras de éste o de aquél personaje. Por eso, por su diversidad, y en esto Cela tenía razón, la novela no se encuentra a gusto dentro de ninguna definición, disfrutando más, mucho más, correteando por ese estrecho terreno aún sin vallar de lo aún no catalogado, aceptando que cada cual la conciba como desee, como a si a ella, indiferente, todo le diera igual.
McEwan, como decía, es un buen contador de historias, absorbente y puntilloso, especializado en dibujar situaciones, siendo un maestro en el arte de atraer la atención del lector, pero en esta ocasión, saliéndose un poco de contexto, de su contexto, se atreve a formular y a contestar una pregunta, y lo hace de una forma un tanto abrupta, lo que devalúa en cierta medida la novela. El inglés, en “Chesil Beach”, se pregunta si es posible el amor sin sexo, y responde que sí. Toda la novela se encuentra articulada para que en la recta final de la misma se plantee la cuestión, lo que deja al lector desconcertado. Desconcertado por dos motivos, en primer lugar porque no se espera que la novela desemboque en tal cuestión, y con posterioridad, porque no llega a comprender, que apueste con tanta seguridad por el hecho de que tal posibilidad pueda llegar a ocurrir. No cabe duda de que todo puede suceder, y que el escenario dibujado por McEwan puede darse, pero lo que resulta sorprendente, es que como novelista, como gran novelista que es, deje escapar un tema como el que ha tenido entre sus manos. Sí, el tema se le ha escapado, y se le ha escapado vivo, que es lo malo del asunto, pues cuando aparece en la novela, con el innegable potencial que posee, pone todo su empeño en cerrar, como si tuviera prisa, algo impropio en él, una narración que hubiera podido ofrecer muchos más frutos.
Sin que se sepa el núcleo de la trama, a partir de la noche de bodas de los dos jóvenes protagonistas, el lector va conociendo de mano del novelista, todos los entresijos de la vida de ambos, lo que en cierta medida le llega a cansar, pues en esas vidas, en realidad nunca ocurre nada, al menos nada que merezca la pena de ser contado y leído. Pero de golpe todo se precipita, de suerte que, cuando el lector va animándose con lo que ocurre, en el mismo momento en que encuentra algo que justifique su lectura, se da cuenta que McEwan está cambiando de tercio y que se encuentra decidido a entrar a matar.
Dicho lo anterior, tengo que decir que la novela me ha desilusionado, más por lo que hubiera podido ser y no ha sido, que por lo que en realidad es. La mayor parte de la misma me ha resultado aburrida, banal, bien contada y articulada, por supuesto, como corresponde a un escritor de su talla, pero sin encontrar nada que me llamara la atención, y sólo al final llega a sorprenderme por el desenlace que encuentro, en ningún momento esperado. Me da la sensación, que “Chesil Beach” no ha sido más que un divertimento, una de esas obras menores, que de vez en cuando los escritores no tienen más remedio que entregar a sus editores, para obtener un margen de maniobra mayor, con objeto de poder dedicarse sin prisas, a obras de mayor calado.
En resumen, esta novelita, que perfectamente se puede leer sin agobios durante un fin de semana, es una obra agradable que acaba dejando un mal sabor de boca, ya que el tema de la misma, y eso cualquiera lo puede certificar, queda intacto, sin que McEwan haya conseguido, estoy convencido de que por falta de interés, sacarle todo el partido que ofrecía.

Miércoles, 21 de mayo de 2008

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