LECTURAS
(elo.108)
FOE
J.M. Coetzee
Alfaguara, 1.986
De las novelas que hasta ahora he leído de Coetzee, con toda seguridad, “Foe” es la más endeble, la que menos ha conseguido captar mi atención, aunque tengo que reconocer, que el novelista sudafricano, también en esta ocasión, como no podía ser de otra forma, sitúa su objetivo demasiado alto. Me extrañaba, como alguien me comentó ayer, que Coetzee se limitara únicamente a realizar un palimpsesto de la novela de Defoe, que esta obra sólo fuera un ejercicio literario, sin otra aspiración que la de mostrar otra versión de Robisón Crusoe, y me parecía extraño, pues tal posibilidad no encajaba en la visión literaria que sobre él mantengo. No podía ni tan siquiera imaginar, que se dedicara a perder el tiempo con un divertimiento sin más, pues sus obras, al menos las que conozco, siempre se han singularizado por ir más allá, como tiene que ser, de las propias historias que narraba. Y efectivamente no me equivocaba, pues “Foe”, ante todo, es una reflexión sobre la literatura, una reflexión sobre la relación que en todo momento mantiene ésta con la realidad y con la imaginación del autor.
La novela, en principio, efectivamente se basa en el clásico de Defoe, narrándose las peripecias de una mujer, que después de ser abandonada por la tripulación amotinada del barco en que viajaba, consigue llegar a una pequeña isla, habitada por dos individuos que también naufragaron en su día (curiosamente estos dos nuevos personajes tienen como nombre Cruso y Viernes). Al año, cuando consigue ser rescatada, busca a un escritor que le narre su historia, con la idea de que la novela que surgiera de tal relación, consiguiera sacarla de la pobreza en la que vivía. Pero el escritor, Foe, le comenta, que la historia en sí, carece de interés para los lectores, y que lo mejor para todos, es que esa historia fuera condimentada con otros elementos de ficción, o con otros episodios de la vida de la protagonista.
La novela, como toda novela, se puede leer de forma lineal, es decir, quedándose el lector sólo con la historia que se narra, para con suerte poder disfrutar con ella, que es el primer estadio, o escalón que tiene que superar toda buena obra literaria. En este apartado, pese a su calidad estilística, muy alta por cierto, se podría decir que la novela no llega a “enganchar”, y no lo hace, posiblemente por el excesivo encorsetamiento estilístico que impone el autor, que en ningún momento deja que la historia fluya con naturalidad. Es una narración perfectamente estructurada, tan estructurada que los diversos personajes de la misma, aparecen aprisionados en ella, hecho que le quita vitalidad a la obra, al crearse una distancia casi insalvable entre el texto y el lector, que en ningún momento queda atrapado por la trama. Se podría decir para desarticular el planteamiento anterior, que cada novelista, cada autor, posee un determinado lector, y que Coetzee tiene los suyos, que no se caracterizan precisamente, por buscar esa simbiosis con los personajes, al creer aquellos, que lo importante de la narrativa del sudafricano, no radica ni en los personajes ni en la actividad de éstos, sino en su calidad narrativa. Resulta evidente que a Coetzee no se lee para pasar con él un buen rato, pues la aridez de sus historias lo impide, sino para degustar su narrativa y para reflexionar sobre sus tramas, que casi siempre son parábolas que incitan, a eso tan extraño en nuestros días como es pensar. Pero en esta ocasión, sus lectores pueden quedar desilusionados, pues a la novela le falta esa fuerza de atracción, que sin duda poseen otras obras suyas, lo que la convierte, dentro del nivel que poseen todas sus creaciones, en una obra menor.
No obstante, como toda novela que aspire a ser algo más que un mero producto de consumo, es decir, como toda novela que desee asentarse en ese territorio que se denomina literatura, al que no llega, ni mucho menos, todo lo que se escribe y se etiqueta con ese calificativo, “Foe” también tiene un segundo plano en el que se invita a deliberar sobre un tema, en este caso, sobre la relación de la literatura con la realidad. Este hecho, es en mi opinión, lo que justifica y le aporta sentido a la obra, lo que la aleja de ser una novela gratuita, como la mayoría de las que se editan en la actualidad. Coetzee se pregunta, si la realidad, por muy sorprendente que ésta llegue a ser, puede ser novelada sin que intervengan elementos de ficción, y dice que no. La realidad con toda su riqueza, en literatura, cuando se muestra tal y como es, ni siquiera cuando se narra el excepcional caso de un naufragio, consigue llamar la atención del lector, a no ser, que se aderece de forma adecuada. El lector en todo momento, busca en la novela lo inusitado, lo que difícilmente puede encontrar en la cotidianidad que lo envuelve, porque lo que desea hallar es la realidad llevada a sus últimos extremos, aquella que no puede disfrutar. El novelista tiene que saber esto, por lo que en sus historias, por muy realistas que lleguen a ser, por muy verídicas que sean, debe invertir gotas de su imaginación, aunque sólo sea para tratar de atraer a ese individuo, que casi siempre se muestra remiso a perder el tiempo con un libro. La imaginación del autor, su inventiva, es lo que seduce y atrae, aquello que consigue atrapar y hacer del lector que se zambulla en la historia que se le cuenta, aunque ésta, en el fondo sea de una banalidad extrema.
“Foe”, no es por tanto una novela que uno pueda recomendar a alguien que desee disfrutar con la buena literatura, pues en cierto sentido se podría decir que es una obra fallida, auque creo, que puede resultar interesante, para todos aquellos que deseen conocer la forma de entender la literatura de Coetzee.
Miércoles, 30 de enero de 2.008
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