LECTURAS
(elo.322)
SUMISIÓN
Michel
Houellebecq
Anagrama, 2015
Estaba
convencido, después de leer “El mapa y el territorio”, que difícilmente
Houellebecq se embarcaría en una nueva novela, al creer que había llegado a un
callejón sin salida, pero hace unos meses, a raíz de un atentado yihadista en
París, atentado que conmocionó a todo Occidente y que logró poner de nuevo
sobre la mesa la cuestión islamista, me enteré que el francés había escrito una
nueva novela sobre la cada día más inquietante influencia del Islam en su país,
novela que ni decir tiene, se había convertido en un éxito de ventas en
Francia. Las noticias que llegaban eran que Houellebecq había desarrollado una
ficción en donde los islamista habían tomado el poder en su país, lo que
significaba que había metido los dedos en una cuestión que arañaba e irritaba
profundamente a los franceses, la del aumento de la influencia musulmana en el
Hexágono, cuestión que se alejaba de los temas que siempre habían interesado
literariamente a Houellebecq. Me extrañó, primero porque no esperaba, como
dije, una nueva obra de ficción suya, ya que creía que se iba a dedicar a la
poesía, y en segundo lugar, porque no lo creía interesado en profundizar en esa
herida que desde hace tiempo corroe al alma de la sociedad francesa, la de la
pérdida de su identidad cultural. No obstante, no salí corriendo a comprar el
libro cuando apareció editado en las librerías de nuestro país, ya que preferí
esperar hasta que cayera en mis manos, lo que no quería decir que no tuviera
interés en leerlo, sino que pensaba que era mejor que pasara un tiempo hasta
que los efectos que tanto habían publicitado el texto se difuminaran, para así
poder disfrutar de una lectura más
sosegada del mismo.
Aunque
el tema es el que es, la novela no tiene nada que ver con lo que se ha dicho y
repetido sobre ella, pues a pesar de plantear un escenario de ficción en donde
un movimiento islamista moderado, apoyado por los partidos más importantes de
la Francia republicana, llega democráticamente al poder al ganarle las
elecciones al Frente Nacional, no habla de una guerra civil entre franceses ni
de la toma del gobierno a la fuerza por parte de los islamistas radicales. No,
la novela como no podía ser de otra forma, habla de lo que siempre le ha
obsesionado a Houellebecq, que ni de lejos es la problemática islamista en
Francia. La trama no es más que una excusa para afrontar sus temas de siempre,
su horror hacia los efectos que ha provocado la modernidad, y el pánico que
siente hacia la soledad que se ha apoderado del hombre contemporáneo. Para él, la
modernidad ha creado un individuo aislado, pendiente sólo de sus intereses
inmediatos, satisfecho materialmente e independiente, pero que sin embargo,
difícilmente puede soportar el peso de su existencia, pues ha conseguido cortar
los lazos que lo ataban a lo comunitario, y lo que es aún peor, a todo aquello
que pudiera justificar su existencia de forma aceptable.
Aunque
se trate de ocultar, la soledad, precisamente cuando parece que todos estamos
más intercomunicados, es el gran tema con diferencia de nuestro tiempo, y de
ello es consciente como nadie Houellebecq, que en todo momento apostando
fuerte, por historias descarnadas, siempre se ha caracterizado por situar a la
soledad en el centro de su narrativa.
Pero
“Sumisión” posiblemente sea una novela fallida, al menos es la peor que he
leído del francés, y lo es, por el hecho de haber tenido que mostrar un
escenario que le ha obligado a ser demasiado explícito, al tener que justificar
un sin número de acontecimientos externos para
que su protagonista se paseara por ellos sin provocar excesivas
estridencias. Houellebecq dibuja a alguien cansado de su existencia, en la que
no encontraba alicientes, ya que de hecho estaba convencido que sus mejores
momentos, tanto profesionales y sentimentales, habían quedado atrás, y que a
las alturas en la que se hallaba, poco podía
ya esperar de la vida, salvo dejarse llevar monótonamente por ella.
El
hombre sin ideología, sin religión, el ateo occidental, el que sin otro
objetivo que el de encontrar algún que otro placer coyuntural o una sólida posición
profesional pulula por nuestras sociedades, es un hombre acabado, un hombre que
se ha suicidado, al menos eso es lo que desde siempre nos viene diciendo
Houellebecq, y lo es, porque le hace falta algo más, algo que realmente lo justifique
ante su propia consciencia. Vivimos en sociedades de individuos solitarios,
vivan o no en parejas, que difícilmente saben qué hacer. En esta novela, el
autor, aboga porque parte de la solución a nuestras desdichas pasan por tener
que abdicar de esa extraña soberanía sobre la que nos encontramos asentados, de
esa ridícula independencia de la que, pero sólo de puertas hacia fuera, tanto
nos enorgullecemos, para dejarnos atrapar, dando un paso hacia atrás, en uno de
esos cuerpos teóricos, como pueden ser las ideologías, o espirituales, como las
religiones, en donde todo se encuentra perfectamente estructurado, y en donde
siempre sabemos dónde nos encontramos , pero sobre todo, hacia dónde tenemos
que encaminarnos.
“Sumisión”
es una novela que se lee bien, de hecho si se cuenta con tiempo suficiente
puede leerse de un tirón, que posiblemente no se encuentre literariamente a la
altura de las últimas novelas de Houellebecq, pero que deja en el lector una
serie de cuestiones de gran interés, que sin duda la convierten en una novela
muy recomendable.
Sábado, 6 de
junio de 2015