LECTURAS
(elo.308)
QUÉ HACER CON
ESPAÑA
César Molinas
Destino, 2013
Compré
este libro atraído por un artículo aparecido en un periódico madrileño que me
llamó poderosamente la atención, en el que el autor atribuía, y creo que con
razón, parte de los males que aquejan a este país a su clase política, a una
clase política “extractiva” que en lugar de velar por los intereses de la
ciudadanía a la tenía la obligación de representar y de servir, sólo se
dedicaba a mirar por los suyos, por sus intereses partidistas, de clase, siendo
por ello la causante, si no ya de la crisis, sí de las catastróficas
dimensiones que la actual crisis económica está provocando en España. Aunque el
artículo dejaba clara la tesis del autor, creí necesario hacerme con el libro
para profundizar sobre la misma, siendo mi sorpresa, que ese tema apenas tenía
importancia en el contenido del trabajo, pues lo esencial en él era otra
cuestión, la necesaria adaptación de nuestras sociedades al nuevo periodo que
se abre, a la nueva etapa post-Histórica que está modificando todos los
parámetros que hasta hace sólo unos años articulaban nuestra vida política y
económica, o lo que es lo mismo, a la vida de nuestras sociedades.
Para
César Molinas, la caída del Muro de Berlín no significó sólo la victoria
absoluta del capitalismo sobre el socialismo realmente existente, sino que esa
victoria provocó un cataclismo que inauguró una nueva época histórica,
post-Histórica según él, en donde la economía abandona su papel subalterno para
pasar a controlar la política.
La
post-Historia para César Molinas es el nuevo periodo que se inaugura una vez
finalizada la Historia, cuando las batallas ideológicas han llegado a su fin
con el triunfo del capitalismo. Para él, a partir de ese momento sólo puede
existir un camino sensato a seguir, el que intenta adaptarse lo mejor posible a
las nuevas dinámicas dominantes, al resultar absurdo hacerles frente.
Posiblemente el posmodernismo nace a raíz de esta certeza, de que la realidad es
la tiene que imponer nuestro estilo de juego, al ser imposible, al resultar
imposible que nosotros, como siempre hemos intentado, consigamos que la
realidad se adapte a nuestros deseos. Como se sabe, el capitalismo siempre ha
sabido renovarse gracias a los que los teóricos denominan “la destrucción
creativa”, siendo la crisis que padecemos en la actualidad una consecuencia
directa de su última mutación, la que trata de acomodarse a las ventajas que le
presenta la globalización, que como todo parece indicar, logrará modificarlo
todo en un tiempo relativamente breve. Posiblemente la Historia haya muerto,
pero como se comprueba no la historia del capitalismo, que día a día avanza,
con paso seguro, con el único objetico de maximizar sus beneficios. Ante esta
situación César Molinas apuesta por la adaptación, porque las sociedades
desarrolladas, con sus estados, en lugar de prestar resistencia apoyándose en
lo antiguo, en lo que ya no tiene sentido, se acoplen a los ritmos y a las
necesidades que exige el capitalismo triunfante, radicando en esta estrategia, en
lo bien o mal que se implemente, el futuro que podamos conseguir.
¿Pero
qué pide, qué exige en estos momentos el capitalismo? Muy fácil, sociedades
desregularizadas y estados que le faciliten el trabajo. Haciendo caso a tal
exigencia, el autor del libro, habla de la necesidad de que se modifiquen los estados-naciones, aquellos que
tenían como misión la de velar por el bienestar de sus ciudadanos, para que pasen
a convertirse en naciones-estados, en donde la responsabilidad de los estados
no puede ser otra que la de contribuir a crear ciudadanos eficientes para que
se adapten a las necesidades de los mercados, de suerte que esta función, y no
otra, tiene que ser la finalidad que justifique el quehacer de todo Estado
futuro, no ya la cohesión interna, como hasta ahora, sino la cantidad de trabajadores
aptos y en todo momento disponibles para esos mercados, lo que se enmascara con
eso tan sobado como es la obligación de potenciar el capital humano, como si
esta necesidad fuera un descubrimiento reciente.
César
Molinas parte del supuesto que el actual régimen provocará sociedades más
injustas y desiguales, en donde un puñado de privilegiados tendrán que
convivir, ya que con toda seguridad las clases medias tal y como hoy se
entienden desaparecerán, con una inmensa mayoría de la población que no tendrá
más remedio que conformarse, en el mejor de los casos, con tener sólo lo
suficiente para sobrevivir, hecho que acabará con la triada a la que tanto
alude, la de la liberta, la igualdad y la fraternidad, triada que según el
propio autor afirma es el axioma fundamental sobre el que se asienta todo
sistema democrático desarrollado. Si se
elimina la igualdad, o la aspiración a la igualdad, la gran bandera de la
izquierda, quedando sólo la libertad de los mercados y cierta libertad de
opinión, el sistema democrático, y esto no lo dice César Molinas, perderá su esencia, por lo que dejaría de ser
algo por lo que luchar, al satisfacer sólo a los privilegiados y a la ideología
que los ilumina.
No,
el sistema democrático, al menos tal y como se
ha entendido hasta ahora, debe buscar un equilibrio entre la libertad y
la igualdad, para lo que el Estado no tiene más remedio que intervenir con
objeto de evitar que una de las dos variables se coma literalmente a la otra.
Hoy, ante los peligros que atenazan a la igualdad en nuestras sociedades, la
función del Estado es esencial, siendo su principal tarea, o al menos esta es
la que tendría que ser, la de volver a poner todo en el lugar que le
corresponde, no pudiendo permitir que la economía, el mundo del capital y de
las finanzas, ocupe el lugar privilegiado que ocupa. Vivimos en un mundo
dislocado en donde para colmo se nos quiere hacer “comulgar con ruedas de
molinos”. Por supuesto que hay que realizar reformas, y que muchas de ellas
tienen que ser radicales, pero todas ellas tienen que ir encaminadas a proteger
y a salvaguardar la esencia de la democracia.
Viernes, 17 de
octubre de 2014
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