sábado, 8 de febrero de 2014

Historia del cerco de Lisboa

LECTURAS
(elo.292)

HISTORIA DEL CERCO DE LISBOA
José Saramago
Alfaguara, 1989

                        No suelo leer las contraportadas de las novelas que caen en mis manos, sobre todo, porque estoy convencido que poco tienen que ver con el texto que presentan, al ser su función, su objetivo, la de publicitar un producto, la novela en cuestión, a la que independientemente de  la calidad que pudiera poseer, no tendrán más remedio que elogiar. Pero en esta ocasión, un poco por curiosidad, y una vez terminada la lectura, me he asomado a lo escrito por el publicista encargado de la misma, llamándome poderosamente la atención, que sin pudor afirmara literalmente, que esta novela de Saramago es “definida por la crítica internacional como el más acabado ejemplo de posmodernismo literario”. Es la primera vez que escucho o leo que Saramago, que el viejo Saramago es, o que era un escritor posmoderno, cuando siempre he creído que fue, tanto por la temática de sus obras como por la metodología utilizada para desarrollarlas, exactamente todo lo contario, a saber, un escritor que se situaba en las antípodas de los autores que abanderan ese tipo de literatura que algunos califican de posmodernas, y que en la mayoría de los casos no es más que mala literatura. No obstante, en esta ocasión, parece que la reseña publicitaria consigue, en cierto sentido, dar en el blanco, pero no porque Saramago hubiera realizado un intento de acercarse a esa tendencia, a esa forma de  entender el arte que tan en boga estuvo hace unos años, sino por una extraña coincidencia de fondo, pues en esta ocasión el autor portugués se dedica a jugar con la realidad, algo muy propio de los posmodernos, que siempre se han negado a aceptar la solidez de la misma, aunque en ningún momento realiza ninguna concesión en lo referente a su peculiar estilo. De las novelas leídas, o releídas hasta la fecha de Saramago, “historia del cerco es Lisboa”, es sin duda, la más débil, incluso la peor de todas, y lo es precisamente por eso, por la debilidad del tema elegido, fragilidad, que ni tan siquiera su poderoso estilo puede aportarle el brío suficiente como para que consiga mantenerse en pie y mantener despierta, por tanto, la atención del lector.
                        La “historia del cerco de Lisboa” es una novela, por tanto, que no se encuentra a la altura de las cuatro anteriores, y no lo está, como he dicho con anterioridad, por la debilidad del tema elegido, ni tampoco por la forma en que está enfocado éste, que poco es lo que puede dar de sí, pero en la que queda demasiado “tocada” la metodología narrativa del portugués, al demostrarse por enésima vez, que un recipiente siempre tiene que servir para algo, para atesorar un contenido, y que éste, por muy artesonado que se presente, si no es lo suficientemente interesante deja de tener sentido y justificación.
                        En esta ocasión, y hay que reconocer que este error es grave, la forma, el estilo de Saramago, ese estilo que nunca me cansaré de elogiar, se come, eclipsa por completo al tema planteado, rompiéndose ese equilibrio que con anterioridad siempre había existido en la obra del portugués, equilibrio que enriquecía los temas que presentaba, lo que convierte la “historia del cerco de Lisboa” en una novela descompensada, en la que apenas, para colmo, el lector consigue interesarse, y que por supuesto, no aporta nada a la obra del autor, lo que la posiciona posiblemente, junto a  “El evangelio según Jesucristo”, en la novela que cierra una etapa, la del esplendor de la obra de Saramago, ya que a partir de ellas, en las sucesivas novelas que escribe, ocurrirá precisamente lo contrario, que los temas serán más poderosos, y que serán presentados de forma más explícitas, absorbiendo y debilitando el estilo del autor, lo que significará, que también esas novelas quedarán descompensadas.
                        La novela habla de un corrector que se atreve, gracias a un impulso que siente, a modificar, gracias a la introducción de una partícula negativa, de un “no”, en una obra histórica en la que había estado trabajando, de un “no” que significaba, cambiar el transcurso de la historia real que hasta entonces se había venido transmitiendo. Según ese “no”, los cruzados no habían ayudado a conquistar Lisboa para la cristiandad, prefiriendo pasar de largo camino de Oriente, antes que prestar su apoyo al Rey portugués. Ese “no”, le obliga al protagonista a reescribir esa misma historia sin cruzados, y de rebote le aporta un premio inesperado, el amor, algo a lo que ya se había acostumbrado a no saborear.
                        La novela, además de decirnos que es posible reescribir la historia y de reencontrarse con el amor, incluso cuando ya se ha desistido de poder saborearlo algún día, como le ocurre al protagonista, deja la sensación, la extraña sensación de que es una obra, a pesar de la perfección estilística empleada, sólo esbozada, que no está terminada, a la que le faltarían al menos otras trescientas o cuatrocientas páginas para desarrollar adecuadamente los dos grandes vectores sobre los que se asienta, tal como le gusta a Saramago, que siempre intenta con delicadeza cerrar todas la puertas. Sí, porque uno no llega a saber la finalidad de reescribir la Historia, a no ser que sólo se trate de un ejercicio retórico, de un entretenido juego, sobre todo cuando esa historia es bien conocida por todos, salvo por una circunstancia, la de la ausencia de cruzados en la conquista de Lisboa, lo que de hecho no supone ninguna modificación sobre lo acaecido, pues Lisboa, con apoyo o sin apoyo de tropas extranjeras, al final fue liberada de la morería.
                        Para terminar, y en resumen, aparte del deleite que supone sumergirse de nuevo en la cálida prosa de Saramago, no he encontrado nada interesante en esta novela, al ser una de esas obras que no deja huella, como de relleno, una de esas obras intranscendentes que siempre aparecen en la bibliografía de todo autor que se precie, pero que creo que pudo ser decisiva, para el cambio de rumbo que el portugués en poco tiempo se atrevió a efectuar.


Sábado, 23 de noviembre de 2013

No hay comentarios: