LECTURAS
(elo.284)
PERSONAS
COMO YO
John
Irving
Tusquets,
2012
Tengo
que reconocer que no esperaba esta novela de Irving, pues estaba
convencido que me encontraría, como siempre que me acerco a algunas
de sus obras, con una historia bien contada, que en esta ocasión
giraría en torno al tema de la homosexualidad; con una novela amena,
en donde las dos constantes que en todo momento han acompañado e
identificado al autor quedarían una vez más de manifiesto. El
norteamericano siempre se ha caracterizado por presentar de historias
potentes y entretenidas, de esas que al tener todos los elementos
necesarios, consiguen con facilidad atraer la atención de sus
lectores, historias muy cercanas a las que desarrollan los grandes
especialistas en la construcción de superventas, por lo que siempre
he dicho de él, que sus novelas se encuentran a un paso de esos
productos literarios, peligro del que sin duda es consciente y que le
obliga a construir alambicadas estructuras para huir del mismo, pues
si algo no se logra encontrar en sus obras, es la linealidad que
caracteriza a los productos que identifican a ese subgénero
literario. John Irving, al menos esta es la opinión que sostengo de
él, es alguien que se dedica a realizar literatura de
entretenimiento de calidad, alguien que siempre se ha volcado en
confeccionar, y utilizo este término porque en su caso creo que es
el más adecuado, novelas basadas en historias que no van más allá
de sí mismas, es decir, que no aportan nada que se encuentren más
allá de las historias que narra, tal como ocurre en los best
sellers, pero que están narradas con una voluntad estructural que le
aporta a sus creaciones un valor añadido que consigue fortalecer sus
temas.
Pero
en esta ocasión me he encontrado con un texto diferente, que sin
abandonar las constantes de su obra, no puedo negar que me ha llegado
a sorprender, pues me he topado con una historia, contada a modo de
memorias por su protagonista, que para colmo era escritor, que desde
la distancia de los años trataba de recordar su vida, una vida que
en todo momento había girado en torno a sus tendencias sexuales, y
que no me ha aportado absolutamente nada, excepto algunas dudas sobre
la concepción que se expone de la homosexualidad, y en la que para
colmo, por el hecho de haber rizado demasiado el rizo, la novela me
ha resultado excesivamente trabajosa. Sí, son unas memorias que
evidentemente el autor, fiel a su estilo, en su intento constante por
escapar de la linealidad que puede convertir la historia que cuenta
en una novela banal, en una de las muchas que se cuentan, la hace
dificultosa sin aportar en cambio ninguna zanahoria detrás de la que
el lector pueda correr, ya que al premio que consigue éste después
de finalizar la lectura es casi inexistente, sólo el convencimiento
de que ha leído una novela escrita por alguien que demuestra que
sabe escribir, que demuestra en cada frase que domina el arte de la
escritura. Por esto evidentemente no basta, pues a una buena novela,
a un buen novelista, siempre hay que pedirle algo más que
corrección.
El
problema de esta novela hay que buscarlo tanto en la trama como en la
estructura, pues ésta, que en determinados momentos puede resultar
asfixiante, no consigue realzar un tema que de forma constante
amenaza con caerse definitivamente. El título de la novela,
“Personas como yo”, resulta engañoso, pues el protagonista,
incluso los protagonistas, se alejan de la normalidad, de una
normalidad a la que teóricamente aspiran, al centrar toda su
existencia tanto en sus experiencias sexuales como en los problemas
que la opción sexual elegida les acarrea, de suerte, que al final el
lector poco llega a saber de él, aparte de que era escritor y
bisexual, lo que creo, por no hablar ya, de la sensación que deja
caer, de que la homosexualidad es una cuestión genética que se
hereda de padres a hijos, que es algo que no es de recibo a estas
alturas. La estructura que crea Irving engaña, al desplegarse para
ocultar la debilidad de la historia que cuenta, pero al comprender el
lector que lo más importante de la novela es la estructura, ésta
llega un momento en que resulta demasiado pesada, lo que consigue
hacer posible, como apunté con anterioridad, que la lectura se haga
trabajosa, por la sencilla razón de que la historia en ningún
momento llega a tirar del lector.
Cuando
más arriba comenté que Irving “confeccionaba” sus novelas, lo
dije adrede, al estar completamente convencido, de que el
norteamericano es un gran artesano de la literatura, pues si algo
queda claro después de leer sus obras, es la sensación de que están
sobretrabajadas, al quedar todos los cabos que aparecen en ellas
perfectamente atados, lo que en esta ocasión, a diferencia de otras,
y no precisamente por la temática elegida, sino por la forma en que
es tratado el tema, resulta hasta cierto punto agobiante.
Después
de haber leído “Personas como yo”, novela desde mi punto de
vista fallida, con la que incluso he llegado a aburrirme, me asalta
la certeza de que el problema de la misma ha radicado en que Irving
ha cambiado de registro, o dicho de otra forma, a que el enfoque que
ha elegido no se adapta a su consolidado estilo narrativo, pues estoy
convencido, que le hubiera podido sacar más partido al tema que
aborda si lo hubiera desarrollado bajo premisas diferentes. De todas
formas, hay que reconocer que el norteamericano se ha arriesgado, que
se ha atrevido, lo que otros no son capaces de hacer, al salir del
territorio que domina, por lo que, aunque el resultado no ha sido ni
mucho menos el esperado, no hay más remedio que agradecerle el
esfuerzo realizado.
Miércoles,
25 de abril de 2013
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