jueves, 19 de septiembre de 2013

El día de mañana

LECTURAS
(elo.285)

EL DÍA DE MAÑANA
Ignacio Martínez de Pisón
Seix Barral, 2011

Había oído hablar del autor, pero nunca, a pesar de pertenecer a mi propia generación y a la amplia bibliografía que he comprobado que posee, había leído nada suyo, lo que en este momento no deja de sorprenderme, pues he frecuentado a autores de mucho menor valía de los que he leído casi toda su obra. Lo anterior puede deberse, a que no es un novelista excesivamente nombrado en los círculos que frecuento, pues no recuerdo que nadie de mis conocidos me haya recomendado nunca una obra suya, al igual que tampoco recuerdo, posiblemente porque no haya prestado atención, que la crítica especializada haya elogiado en exceso, tal como hace con otros autores, ninguna de sus novelas. Y me extraña porque, según lo leído, según lo único que he leído de él, es un sólido constructor de historias, lo que pensándolo bien, mi desconocimiento de Martínez de Pisón puede que se deba a ello, a que puede que sólo sea un sólido constructor de historias. Sí, porque siempre he pensado que eso no basta, de que a pesar de que es importante, una buena novela debe poseer algo más que una consistente y cimentada trama, a pesar de que en otros barrios literarios eso precisamente es lo esencial. Posiblemente, por tanto, y soy consciente de que estoy arriesgando demasiado, el motivo por el que la obra de Martínez de Pisón no haya levantado ninguna polvareda a mi alrededor, se deba al hecho de que sólo dejaba tras de sí la historia que contaba, lo que en unos momentos en que ya se han contado todas las historias, no puede bastar. Pero este argumento es demasiado débil, si reconozco que muchos otros autores que suelo leer sólo aportan eso, y no creo que tengan más cualidades de las que me ha demostrado el autor de esta novela, por lo que su “invisibilidad” tiene que sustentarse sobre otras causas, que sin duda se deben encontrar en su forma de hacer literatura, siendo lo más adecuado, antes de seguir aventurándome de forma suicida, intentar encontrar lo que busco en la novela que acabo de leer.
“El día de mañana” es una novela amena, una novela que se lee bien, en la que el lector no encuentra ninguna dificultad pese a presentarse bien trabajada, en la que no existe ninguna concesión de cara a la galería, por lo que hay que decir que es una obra seria, a la que pocas pegas se le pueden encontrar. Se podría decir también, que es una novela formalmente perfecta, en la que se desarrolla una arquitectura, tal y como tiene que ser, ideada para aportarle fuerza y consistencia literaria a la historia que se presenta. Cumple por tanto, con todos los requisitos que una buena novela debe poseer, pero sin embargo, y aquí creo que se encuentra el problema, la novela pese al teórico interés de la misma, en ningún momento llega a perturbar o a emocionar al lector, al carecer de esa “magia” necesaria, casi inexplicable, que de forma misteriosa suele acompañar a toda buena novela que se precie, al menos a aquellas que uno difícilmente consigue olvidar. Parece como si Martínez de Pisón perteneciera a ese grupo de novelistas que podrían calificarse de artesanos, pero que no están dotados por los dioses, siempre caprichosos, para el arte, siendo esta capacidad artística que algunos poseen, la que consigue que una determinada obra literaria se eleve por encima de la mera historia novelada. No se puede olvidar, aunque últimamente se olvide con demasiada frecuencia, en aras de potenciar historias interesantes sin más, que la literatura, que la buena literatura es un arte que no está al alcance de cualquiera, por muy bien dotado que para ese oficio en principio un autor pueda mostrarse.
“El día de mañana” es una crónica de los últimos años del franquismo y de los primeros de la Transición, que se desarrolla en torno a un curioso personaje que vivió aquellos escabrosos años, que pasó de intentar ganarse la vida de la mejor forma que podía, cuando llegó sin nada a Barcelona en compañía de su madre, a ser confidente de la policía para con posterioridad pasar a ser miembro de una de las bandas ultraderechistas que proliferaron y que tanto terror esparcieron por aquellos años. Pero el interés de la novela se encuentra en la forma en que es mostrado el protagonista, ya que a lo largo de la obra, una serie de personajes que tuvieron algún contacto con él, van hablando sobre el mismo, de suerte, que parece que están testificando sobre él, ante un periodista o ante un escritor que quisiera rescatar la historia de ese oscuro individuo, pero con el valor añadido, de que cada uno de esos interlocutores al tiempo que aportaban su visión de Justo Gil, mostraban su propia historia, su propio mundo, lo que proporciona al lector una poliédrica visión de la compleja y enrevesada sociedad de la época.
Como dije con anterioridad, es una novela que se lee bien, y que desde la seriedad, desde el trabajo bien hecho, habla de un periodo histórico que afortunadamente ya quedó atrás, en donde el personaje central, a pesar de confluir en él todas las visiones, aparece un poco desdibujado, pues en ningún momento queda al descubierto su arquitectura psíquica, apareciendo sólo como un superviviente que trataba de no quedar sepultado por las fuertes marejadas que definieron aquellos años.
“El día de mañana” es una novela aconsejable para todos aquellos que deseen pasar un buen rato de lectura, en compañía de un autor que desde el rigor narrativo, habla de unos tiempos que parecen más alejados de nosotros de lo que en realidad están.

Sábado, 6 de julio de 2013

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