LECTURAS
(elo.285)
EL
DÍA DE MAÑANA
Ignacio
Martínez de Pisón
Seix
Barral, 2011
Había
oído hablar del autor, pero nunca, a pesar de pertenecer a mi propia
generación y a la amplia bibliografía que he comprobado que posee,
había leído nada suyo, lo que en este momento no deja de
sorprenderme, pues he frecuentado a autores de mucho menor valía de
los que he leído casi toda su obra. Lo anterior puede deberse, a que
no es un novelista excesivamente nombrado en los círculos que
frecuento, pues no recuerdo que nadie de mis conocidos me haya
recomendado nunca una obra suya, al igual que tampoco recuerdo,
posiblemente porque no haya prestado atención, que la crítica
especializada haya elogiado en exceso, tal como hace con otros
autores, ninguna de sus novelas. Y me extraña porque, según lo
leído, según lo único que he leído de él, es un sólido
constructor de historias, lo que pensándolo bien, mi desconocimiento
de Martínez de Pisón puede que se deba a ello, a que puede que sólo
sea un sólido constructor de historias. Sí, porque siempre he
pensado que eso no basta, de que a pesar de que es importante, una
buena novela debe poseer algo más que una consistente y cimentada
trama, a pesar de que en otros barrios literarios eso precisamente es
lo esencial. Posiblemente, por tanto, y soy consciente de que estoy
arriesgando demasiado, el motivo por el que la obra de Martínez de
Pisón no haya levantado ninguna polvareda a mi alrededor, se deba al
hecho de que sólo dejaba tras de sí la historia que contaba, lo que
en unos momentos en que ya se han contado todas las historias, no
puede bastar. Pero este argumento es demasiado débil, si reconozco
que muchos otros autores que suelo leer sólo aportan eso, y no creo
que tengan más cualidades de las que me ha demostrado el autor de
esta novela, por lo que su “invisibilidad” tiene que sustentarse
sobre otras causas, que sin duda se deben encontrar en su forma de
hacer literatura, siendo lo más adecuado, antes de seguir
aventurándome de forma suicida, intentar encontrar lo que busco en
la novela que acabo de leer.
“El
día de mañana” es una novela amena, una novela que se lee bien,
en la que el lector no encuentra ninguna dificultad pese a
presentarse bien trabajada, en la que no existe ninguna concesión de
cara a la galería, por lo que hay que decir que es una obra seria, a
la que pocas pegas se le pueden encontrar. Se podría decir también,
que es una novela formalmente perfecta, en la que se desarrolla una
arquitectura, tal y como tiene que ser, ideada para aportarle fuerza
y consistencia literaria a la historia que se presenta. Cumple por
tanto, con todos los requisitos que una buena novela debe poseer,
pero sin embargo, y aquí creo que se encuentra el problema, la
novela pese al teórico interés de la misma, en ningún momento
llega a perturbar o a emocionar al lector, al carecer de esa “magia”
necesaria, casi inexplicable, que de forma misteriosa suele acompañar
a toda buena novela que se precie, al menos a aquellas que uno
difícilmente consigue olvidar. Parece como si Martínez de Pisón
perteneciera a ese grupo de novelistas que podrían calificarse de
artesanos, pero que no están dotados por los dioses, siempre
caprichosos, para el arte, siendo esta capacidad artística que
algunos poseen, la que consigue que una determinada obra literaria se
eleve por encima de la mera historia novelada. No se puede olvidar,
aunque últimamente se olvide con demasiada frecuencia, en aras de
potenciar historias interesantes sin más, que la literatura, que la
buena literatura es un arte que no está al alcance de cualquiera,
por muy bien dotado que para ese oficio en principio un autor pueda
mostrarse.
“El
día de mañana” es una crónica de los últimos años del
franquismo y de los primeros de la Transición, que se desarrolla en
torno a un curioso personaje que vivió aquellos escabrosos años,
que pasó de intentar ganarse la vida de la mejor forma que podía,
cuando llegó sin nada a Barcelona en compañía de su madre, a ser
confidente de la policía para con posterioridad pasar a ser miembro
de una de las bandas ultraderechistas que proliferaron y que tanto
terror esparcieron por aquellos años. Pero el interés de la novela
se encuentra en la forma en que es mostrado el protagonista, ya que a
lo largo de la obra, una serie de personajes que tuvieron algún
contacto con él, van hablando sobre el mismo, de suerte, que parece
que están testificando sobre él, ante un periodista o ante un
escritor que quisiera rescatar la historia de ese oscuro individuo,
pero con el valor añadido, de que cada uno de esos interlocutores al
tiempo que aportaban su visión de Justo Gil, mostraban su propia
historia, su propio mundo, lo que proporciona al lector una
poliédrica visión de la compleja y enrevesada sociedad de la época.
Como
dije con anterioridad, es una novela que se lee bien, y que desde la
seriedad, desde el trabajo bien hecho, habla de un periodo histórico
que afortunadamente ya quedó atrás, en donde el personaje central,
a pesar de confluir en él todas las visiones, aparece un poco
desdibujado, pues en ningún momento queda al descubierto su
arquitectura psíquica, apareciendo sólo como un superviviente que
trataba de no quedar sepultado por las fuertes marejadas que
definieron aquellos años.
“El
día de mañana” es una novela aconsejable para todos aquellos que
deseen pasar un buen rato de lectura, en compañía de un autor que
desde el rigor narrativo, habla de unos tiempos que parecen más
alejados de nosotros de lo que en realidad están.
Sábado,
6 de julio de 2013