jueves, 19 de abril de 2012

El nombre de los nuestros



LECTURAS

(elo.239)


EL NOMBRE DE LOS NUESTROS

Lorenzo Silva

Destino, 2001


Existe una literatura que parece tener un solo objetivo, el de dibujar un periodo histórico, o unos determinados sucesos del pasado, con objeto de rescatarlos del olvido, o en el caso de que aún se encuentren vivos en la memoria, de subrayarlos con objeto de aportar una visión de los mismos que obligue al que los lee, a reflexionar sobre ellos. Esto es, en principio, la función de la novela histórica, género literario que posee una importante repercusión en la actualidad, pues son muchos los lectores que se han abonado al mismo, encontrando en esas novelas, muchas de ellas de ínfima calidad, la posibilidad de poder adentrarse de forma amena, de la mano de los protagonistas creados por los autores, en sucesos históricos de relativa importancia. Sí, la novela histórica elige un paisaje ya existente, el que existió en un momento dado, creando en la mayoría de las ocasiones a personajes inventados que tienen la fortuna de poder pasear por los mismos, codeándose con figuras históricas reales, o asistiendo desde un lugar privilegiado a acontecimientos históricos relevantes. El método es sobradamente conocido, y a él se lanzan, a veces de forma temeraria, muchos novelistas que creen encontrar en dicho género, o bien la posibilidad de poder analizar con nuevos instrumentos la historia, o un importante yacimiento de temas, casi todos ellos de notable interés, que le puedan a ayudar a conseguir cierto reconocimiento público.

En este tipo de novelas la historia aporta los temas, lo que no es poco tal y como están las cosas, quedando en manos del autor el desarrollo de los mismos y la visión de los sucesos que analiza, lo que abre la posibilidad de innumerables enfoques para observar y evaluar un determinado momento histórico. Desde esta óptica, a pesar de que no soy un seguidor de la misma, la novela histórica posee un indudable atractivo, pues en ella, cuando se afronta con honradez, se pueden encontrar interesantes ejercicios intelectuales que van más allá, mucho más allá de narrar “lo que verdaderamente ocurrió”, que es donde se quedan la mayoría de los novelistas que se dedican a ella, sino que, se pueden aportar datos suficientes para que se comprenda mejor por qué “pasó lo que pasó”, y lo que es mucho más importante, por qué “no ocurrió lo que nunca llegó a pasar”. La novela histórica, a pesar de que en principio pueda parecer que posee poco margen de maniobra, ya que lo que sucedió sencillamente sucedió, ofrece sin embargo, la posibilidad de airear la historia y sacarla del formato, casi siempre interesado en que nos ha llegado, y también el de poder narrarla con voces diferentes, lo que hace posible cierta actitud revisionista ante un pasado que en muchas ocasiones es calificado de inmutable, y lo que es peor, de haber sido inevitable. Por tanto, es, o puede llegar a ser un tipo de literatura interesante, gracias a la cual, se abre la posibilidad, como ocurre con las novelas que realmente aprecio, de poder ir más allá de la mera historia que cuenta. Pero claro, no todos los que se enfrentan a este género se encuentran a la altura de lo que el mismo puede llegar a ser, pues no basta con poseer un conocimiento riguroso de los sucesos y de la época en que éstos acontecen, sino que también es necesario, imprescindible, además de no caer en la tentación, como a muchos les sucede, de quedarse en la superficie de los hechos que se narran, de tener voluntad de estilo, algo esencial para que la literatura sea literatura, o dicho de otra forma, es esencial que exista ese algo, que el escritor aporte “ese algo” que convierta a una mera narración en literatura.

“El nombre de los nuestros” es ante todo una novela histórica, novela que narra la masacre que padeció el ejército español, en 1921, en el antiguo protectorado marroquí, masacre que demostró la incapacidad de los mandos de aquel ejército, la inexistencia de una política gubernamental seria para aquella zona, y por supuesto, el absurdo de una guerra en la que ni se tenía razón, ni para colmo nada que ganar. Cuando nadie lo esperaba, los rifeño lograron articular un ejército que arrasó a las ropas coloniales emplazadas en la zona, lo que provocó un gran número de muertos, el desprestigio del ejército español y un revuelo político que consiguió poner ante las cuerdas al sistema de la época. Lorenzo Silva, autor del que nunca había leído nada, articula el tema partiendo de los que padecieron la situación, es decir, desde la posición de los soldados que tuvieron que hacer frente, dejando en muchas ocasiones sus vidas, al inesperado levantamiento rifeño, y todo por defender una bandera y una causa en la que muy pocos creían. Para ello, la narración se centra en varios acuartelamientos o posiciones de las muchas que fueron arrasadas por los levantiscos rifeños, situando en las mismas a diferentes personajes, que son los que padecieron, en “sus propias carnes”, aquella carnicería. El autor, de esta forma, consigue humanizar su narración, con la que intenta hacerle comprender al lector, con la empatía que siempre facilita la técnica novelística, que aquel desastre, que hoy en día ya no se subraya en los manuales de historia, ante todo fue un desastre humano, y que si es cierto que la historia siempre se escribe al dictado de los que detentan el poder, también lo es, que siempre la padecen los mismos, los que no tienen más remedio que obedecer las directrices que emanan de los que teóricamente “saben”.

“El nombre de los nuestros” es una novela que se puede leer bien, pues está escrita por alguien que sabe el oficio, que puede servir, entre otras cuestiones, para recordar unos sucesos de los que este país aún tiene que avergonzarse. Lorenzo Silva, afortunadamente no se queda en esos hechos, sino que obliga al lector a preguntarse y a preocuparse por las causas que originaron los mismos, lo que sin duda habla bien del autor. Pero la novela no llega, o al menos a mí no me ha llegado a seducir en ningún momento, debido posiblemente a que la he encontrado poco literaria. Es una novela de perfil bajo, en la que el autor no aporta ningún lujo estilístico, ningún quiebro que realce y haga más atractiva la narración, al ser una obra trabajada piedra a piedra por alguien, al menos ésta es la impresión que me ha dado, que se limita a trabajar honradamente, lo que evidentemente no es poco, aunque tampoco suficiente.


Domingo, 19 de febrero de 2012



jueves, 12 de abril de 2012

Orgullo y prejuicio


LECTURAS

(elo.238)


ORGULO Y PREJUICIO

Jane Austen

Alianza Editorial, 1813


Aunque como todos he bebido de ella, a estas alturas no soy un especial enamorado de la literatura popular, pese a lo cual, de vez en cuando se me critica que me acerco demasiado a sus costas, lo que en lugar de molestarme me enorgullece, ya que estimo, que en ese tipo de literatura, cuando de verdad posee calidad, se puede encontrar la gran novela de todos los tiempos, y para precisar más, la esencia de lo que siempre ha sido la novela. No me siento en estos momentos especialmente atraído por esta literatura, es cierto, porque creo que tiene un espacio, un periodo de vigencia en la vida de cada lector, que éste, por necesidad, con el tiempo se ve en la obligación de de abandonar para buscar otro tipo de lecturas. No es lógico que nadie, sobre todo si se trata de un lector habitual, se quede anclado definitivamente en estas novelas, ya que entonces se transgrediría la función de las mismas, que no es otra, que la de crear buenos lectores, lectores que con el tiempo, paradójicamente, no tendrán más remedio que dejar atrás las obras que le enseñaron el amor por la lectura. Ciertamente hay muchos que se quedan, pero sólo los lectores no habituales, los esporádicos, aquellos que sólo aspiran entretenerse con lo que leen, lo que a pesar de ser legítimo nunca ha sido la aspiración última de la novela, al menos de la novela de calidad. Estoy desde hace tiempo convencido que la función de la literatura popular no es otra que esa, la de crear buenos lectores, lectores que con el tiempo la abandonen en busca de otras formas más avanzadas de entender la literatura, lo que obliga a muchos de éstos, sobre todo al principio, a aborrecerla y a reírse de su ingenuidad, lo que siempre, en todo caso, es una injusticia. Pero como dije antes, en esa literatura tan desprestigiada, se encuentra la mejor literatura, y se quiera o no, al igual que todos los lectores hemos mamado de ella, incluso aquellos que la critican con mayor ahínco, toda la buena literatura actual, incluso la más vanguardista, tiene sus orígenes en la misma, por lo que estimo, que de vez en cuando, sobre todo cuando uno se encuentra saturado con lo que hoy se escribe y se publica, es conveniente volver a ella para recuperar el norte, por reencontrar la línea matriz de lo que debe y tiene que ser la novela.

Últimamente, por una serie de circunstancias que no puedo enumerar aquí, me estoy zambullendo en la literatura popular británica del siglo XIX, que no leí en su momento, posiblemente por prejuicios, que desconocía casi por completo, lo que me está provocando un enorme placer, pues entre otras cuestiones estoy observando, mientras leo y leo, sin que sienta la necesidad de abandonar la lectura como tanto me está ocurriendo en los últimos tiempos, que todo lo esencial en literatura está inventado, y que, de tanto correr hacia delante, a muchos de nuestros escritores de éxito se le ha olvidado lo esencial, de ahí el escaso recorrido que tienen sus obras, pero sobre todo, la rapidez en que esas obras suelen caer en el olvido. En esta ocasión, he leído “Orgullo y prejuicio”, y he comprendido el motivo, de que a pesar de los años, y de la cantidad de las historias acumuladas, muchos que la leyeron hace demasiado tiempo, aún guardan en su memoria el tema de la misma, e incluso los nombres de algunos de sus protagonistas, y eso a pesar de que la historia que se desarrolla en la novela no es nada del otro mundo.

Sí, porque a pesar de la importancia o la trascendencia que puedan tener las historias que se narran, éstas no son lo más importante, ya que para la literatura, lo que realmente cuenta es cómo se narren dichas historias, la forma en que el novelista afronta lo que desea contar. No basta con tener en la cabeza el mejor de los relatos posibles, si después, a la hora de la verdad, no se sabe plasmar esa historia de la forma adecuada sobre un papel. Ya, como se sabe, se han contado todas las historias, de suerte, que todos estamos saturados, cansados de que constantemente se nos quieran contar, como si fueran inéditas, nuevas y en principio novedosas historias, por lo que, sobre todo en literatura, se debe aspirar a algo más, sencillamente a que lo que se nos cuente, además de ser mínimamente interesante, tengan otros alicientes que faciliten no sólo la digestión, sino también, y esto es esencial, la degustación de las mismas. “Orgullo y prejuicio” es una novela de amor, en donde una mujer, después de múltiples dificultades, y con todo en contra, al final consigue que el hombre al que ama se comprometa con ella, en fin, una historia de otros tiempos, de esas que cada lector puede tener la convicción de haber escuchado, visto e incluso oído en infinidad de ocasiones, pero da la casualidad que en esta ocasión, y por esto ha perdurado esta obra en el tiempo, existen una serie de elementos adicionales, a pesar de lo primitiva que en principio puede resultar la narración, que consiguen singularizarla y hacerse con un hueco, sin demasiados aspavientos, en la memoria del lector.

Cuando no hace mucho comenté “Sentido y sensibilidad”, dije que narrativamente hablando, me había parecido una obra bastante primitiva, en donde lo único que me interesó, aparte de que se podía leer sin ningún tipo de dificultad, lo que no es poco, era la descripción del estilo de vida de la burguesía agraria británica de la época. De todas formas me pareció una obra aceptable, sobre todo si se tenía en cuenta que se trataba de la primera obra de la autora. Ahora en “Orgullo y prejuicio” me he encontrado con otra Austen, mucho más madura literariamente, abordando un tema mucho más complejo y polifónico, el clasismo existente dentro de una misma clase social, superando sin dificultad el maniqueísmo de su primera obra y profundizando en la misma temática, en la descripción de los usos y costumbres de la clase social a la que la propia autora pertenecía. Además se puede decir, como ocurre a veces en la temática de algunos autores, que Austen vuelve a escribir la misma novela, aunque en esta ocasión aparece ya dotada de nuevos y más potentes instrumentos narrativos que en la primera de sus obras, lo que hace que “Orgullo y prejuicio” no sólo sea mejor que la anterior, sino que sin duda alguna es una buena novela, de esas que pueden justificar por sí sola, la carrera literaria de un determinado autor.

Uno de esos instrumentos narrativos que me ha sorprendido encontrar en Austen, y que no logré atisbar en su primera novela, es la fina ironía que utiliza, sobre todo personalizada en el padre de la protagonista, desde mi punto de vista el personaje mejor dibujado, cuya visión de lo que acaecía a su alrededor, en el absurdo de la forma de vida que le rodeaba, sobre todo en lo referente al rol que desempeñaban las mujeres, que a falta de otros quehaceres más estimulantes, sólo se dedicaban, si tenían edad a buscarse novio, y si no, a buscarles un buen partido a sus hijas o a cotillear sin descanso con los vecinos. Al final, como era de imaginar, todo cuadra a la perfección de una forma bastante previsible, y todo el mundo consigue lo que quería, aunque durante el desarrollo de la historia, la autora se encarga de desnudar, de forma muy crítica, a la sociedad en la que vivía.

En esta novela he comprendido que Austen fue una novelista más importante de lo que pensaba, por lo que trataré de seguir leyéndola, a lo que me ayudará, sin duda, la atonía y la anemia que padece la novela de nuestros días.


Martes, 31 de enero de 2012



miércoles, 4 de abril de 2012

Cumbres borrascosas


LECTURAS

(elo.237)

CUMBRES BORRASCOSAS

Emily Bronte

Debolsillo, 1847

Acabo de leer una novela, que como me pasó con “Sentido y sensibilidad”, he abordado más para comprender los motivos por los que se ha mantenido viva a través de los años, que porque tuviera verdadero interés en leerla, ya que estaba seguro, completamente convencido, que ni la estética ni el discurso de la misma me llegarían a interesar. “Cumbres borrascosas” es una novela, un novelón clásico donde los haya, una de esas obras, propias del género femenino, de las que siempre he oído hablar, pero de la que hasta ahora, posiblemente por las características de la misma, nunca se me había ocurrido afrontar. La verdad, y no quiero entrar en una cuestión de género en lo referente a la literatura, es que no conozco a muchos hombres que la hayan leído, aunque por el contrario, sí tengo noticias de que innumerables mujeres han disfrutado de lo lindo con ella, hecho que no debe dejar de llamar la atención, sobre todo cuando se está convencido, como lo estoy, que la buena literatura sólo puede ser eso, buena literatura, por lo que siempre tiene que ser apta para todos los públicos. Pero a pesar de lo anterior, que no deja de ser una declaración de buenas intenciones, una concesión a lo políticamente correcto, tengo que admitir que existe una literatura, con independencia de la calidad que posea, dirigida más a las mujeres que los hombres, al igual que existe otra que suelen saborear mejor ellos que ellas, sobre todo en el contexto de la literatura popular, a la que tanto debemos los que aún, a pesar de los pesares, preferimos pasar nuestros momentos de ocio delante de un buen libro. Sí, porque aunque puede parecer de una simplicidad extrema, a las mujeres, a pesar de los tiempos en que vivimos, y este hecho se debe sobre todo a motivaciones culturales, al menos eso quiero creer, le interesan más los temas sentimentales, y cuanto más tormentosos mejor, que las historias protagonizadas por intrépidos espadachines. Pero dejando estas cuestiones a un lado, ya que son demasiado espinosas, lo que sí está claro, es que la calidad literaria de un determinado texto poco tiene que ver con la historia que se narre, siempre y cuando ésta posea la fuerza necesaria para soportar, de forma airosa, su propia narración.

“Cumbres borrascosas” es una novela extraña, sujeta a su tiempo, pero al abordar el “drama humano”, que es lo único imperecedero, logra traspasar con soltura ese anclaje que pudo convertirla en una novela sólo de su tiempo, de esas que nadie parece recordar y de las que nadie se atrevería a leer en nuestros días, en donde al parecer, sólo al parecer, todo es muy diferente. Es una novela que habla del amor que dos hombres sienten por una misma mujer, y que al elegir ésta, destruye la vida del que deja a un lado, lo que convierte a este último en un ser rencoroso y pendiente siempre de su futura venganza, pero también de la importancia del ambiente familiar en el que se viva, de lo esencial que es, a la larga, haberse sentido querido para soportar, con la dignidad necesaria, los diferentes reveses que de forma inevitable la existencia trae consigo, y por supuesto, de que “no hay mal que cien años dure”, pues la maldad, como parece que deja claro la autora, sólo puede ser derrotada por la inocencia y por la bondad.

Como dije con anterioridad es una novela extraña, que en mi opinión posee dos virtudes esenciales, que se deja leer bien, incluso muy bien, lo que no es poco si se tiene en cuenta cuándo fue escrita y que es la única novela de la autora, y también que posee una estructura que me ha llamado poderosamente la atención, ya que esperaba encontrarme con una novela lineal, más propia del tipo de novela en cuestión. En contra, me parece que en la narración quedan demasiados cabos sueltos, y no lo digo porque crea que todas las variables que inevitablemente tienen que ir surgiendo tengan que quedar atadas y bien atadas, ya que pienso que eso no es aconsejable, sino porque he observado cierta ingenuidad en la misma, además de, estimar que algunos personajes no quedan bien dibujados, mientras que por el contrario, otros se encuentran demasiado subrayados, como si sobreactuasen para no mostrarse con claridad.

Pero en una novela de estas características, pues no sería justo otro tipo de tratamiento, es preferible ahondar en las virtudes de la misma, pues en ellas, con toda seguridad, se tienen que encontrar las causas que han hecho posible que aún se mantenga en pie. A pesar de que había oído hablar mucho de ella, no tenía ni idea del tema que trataba, aunque imaginaba, que se desarrollaría una tormentosa y empalagosa relación amorosa. Pero para mi sorpresa no ha sido así, porque aunque parte de la historia se sustente sobre una historia de amor, ésta no llega a eclipsar toda la trama, de suerte, que no es lo esencial de la misma. Lo importante, creo, son las circunstancias que condicionan el comportamiento del protagonista, del auténtico protagonista de la novela, que al sentirse rechazado por todos desde una edad muy temprana, incluso con posterioridad por la mujer que amaba, generó un odio hacia el mundo que consiguió agriarle la existencia, y por extensión, a todos los que dependían o llegaron a depender de él. Este personaje, sobre el que se cargan demasiado las tintas, es el que soporta toda la obra, ya que es él el que va marcando el ritmo de los acontecimientos. El lector, porque con rapidez comprende que es el personaje más atractivo de la novela, es por quien se interesa, ya que no sabe hasta donde podrá llegar su maldad, ni el daño que podrá causarle a todos los que dependían directamente de sus estados de ánimo. No obstante, en mi opinión, es la estructura sobre la que se apoya la autora para contar la historia lo más importante, con diferencia, de la obra.

Así es, porque para desarrollar la historia Emily Bronte, parece elegir el camino más difícil, pues crea a un personaje, ajeno a toda la trama, que al interesarse por lo que vio, obligó a su ama de llaves, que conocía perfectamente todo lo que ocurrió, al haber trabajado con anterioridad para la familia que habitaba “Cumbres borrascosas”, a que con parsimonia le contara todo lo que había ocurrido. Por lo tanto, la historia es contada por la antigua ama de llaves de aquella extraña casa, pero no directamente al lector, que hubiera sido la segunda posibilidad más lógica, sino al señor al que en ese momento servía, lo que con toda seguridad creo que fue un acierto.

Para terminar diré, que “Cumbres borrascosas” es literatura popular pura y dura, en el buen sentido del término, ideal para ser leída por adolescentes, ya que en ella no encontrarán ningún obstáculo que pueda dificultar la lectura, algo esencial en este tipo de narraciones.

Martes, 24 de enero de 2012