
LECTURAS
(elo.181)
INVISIBLE
Paul Auster
Anagrama, 2009
Una nueva novela de Auster y un nuevo fracaso. Creo, que de una vez por todas debería dejar de interesarme por el norteamericano, y comprender, que a pesar de todas las facultades que posee, que son muchas, las novelas que realiza, se encuentran demasiado alejadas de mi forma de entender la literatura. Dijo alguien en cierta ocasión, que se hace o se debe hacer crítica para mantener los estándares literarios que se poseen, ya que comentar y reflexionar sobre lo que se ha leído, es la única forma de evitar ese “todo vale” al que tan acostumbrado nos encontramos en casi todos los órdenes de nuestra existencia. Auster es un autor consagrado, del que se podría incluso decir, sobre todo si uno se atiene al elevado número de ejemplares que vende de cada una de sus obras, que es uno de los grandes, pero pocas obras suyas, por no decir ninguna, y de esto estoy convencido, tendrán acceso a esa biblioteca imperecederas de textos inolvidables que con el paso del tiempo y de forma minuciosa se van seleccionando. Auster es un autor de nuestra época, posiblemente el representante más genuino de la literatura que se realiza en la actualidad, pero esto no puede significar, ni mucho menos, que sea un gran novelista, y no lo es por muchas razones, entre las que cabe destacar, sobre todo, la intrascendencia de sus historias, que no pueden salvarse ni tan siquiera, por las ingeniosas e innovadoras estructuras narrativas con que las presenta. Sus historias resultan banales, casi manufacturadas en serie, de las que no se pueden sacar nada salvo pasar un rato más o menos agradables con ellas, en donde uno se encuentra con personajes que se enfrentan a situaciones extrañas, que poco o nada tienen que ver con la existencia real del lector que las lee, por lo que una vez leídas, pasan a engrosar de forma invariable el cada día más abultado catálogo de obras prescindibles que se van acumulando, como trastos inservibles, en nuestras bibliotecas. Estoy convencido, y no son pocas las novelas que he leído de él, que Auster cree que a estas alturas lo importante no son las historias, al estimar posiblemente que todas las historias ya se han contado, sino la forma en que son presentadas al público, lo que convierte a su literatura en una especie de juego en la que todo queda en la superficie. Hablar de profundidad en la obra de Auster resulta absurdo, ya que con lo que parece disfrutar el autor, en lugar de introducirse en las estructuras psíquicas de sus personajes y en las situaciones en las que estos tienen que enfrentarse, es en descomponer historias, en principio sin mucho atractivo, con objeto de ofrecérselas al lector que se acerque a ella como si de un desordenado puzzle se tratara, con la intención, de que éste, poco a poco vaya disfrutando, al tiempo que observa mientras que la lectura avanza, cómo cada pieza del rompecabezas va encajando en el lugar que le corresponde. Las novelas de Auster, más que literatura propiamente dicha, son obras en donde el autor va demostrando lo ingenioso que es, lo que consigue descalificarlo como novelista, al menos como novelista de altura.
En esta ocasión tampoco se sale de su conocido y exitoso guión, ofreciendo una historia intrascendente y demasiado rocambolesca para resultar creíble, de suerte, que de nuevo la salva, y por los puntos, la ingeniosa forma en que la desarrolla. Pero si uno, una vez terminada la lectura, realiza el ejercicio de recordar la historia de forma lineal, se encuentra con una trama que se le escapa de las manos, en donde todo no sólo carece de peso, sino también, y esto es aún más grave, de justificación.
Reconozco que soy un lector de la vieja escuela, de lo que aún creen, que una buena novela, o incluso que una novela regular debe asentarse sobre el frágil equilibrio que siempre debe existir entre el fondo y la forma, y que para colmo, la forma, la estructura que se emplee, en todo momento debe adaptarse a las necesidades de la trama que se desee contar. Evidentemente Auster y otros nuevo y afamados novelistas, están convencido de lo contrario, al estimar que una estructura sólida, por el mero hecho de serlo, puede justificar cualquier historia, por muy absurda e intrascendente que ésta pueda llegar a ser. Esta nueva concepción de la novela, en donde el protagonismo recae en la estructura, al prestar más atención los autores a su labor arquitectónica, se diga lo que se diga, va en contra de la esencia de la novela, de la novela de siempre, que en todo momento se ha caracterizado más por intentar analizar y comprender la realidad que por tratar de reinventarla.
Lo peor de todo, es que no debería de sorprenderme el éxito de este tipo de literatura, pues coincide con la tendencia cultural que desde hace tiempo se está imponiendo en nuestras desarrolladas sociedades, precisamente la que los teóricos denomina posmodernismo, que impulsada por la nueva y esterilizante industria del ocio, y también por la catastrófica desaparición de las ideologías, proclama que lo importante, que lo único a lo que hay que aspirar es a pasarlo bien, dejando como mensaje subliminal, que si nada podemos hacer para atajar o reconducir los problemas ante los que cotidianamente nos enfrentamos, lo que hay que hacer es disfrutar con lo que tenemos a nuestro alrededor, para de este modo evitar complicaciones sin sentido. La novela, por tanto, al igual que el resto de las actividades artísticas, se concibe como un juego, o como un simple entretenimiento, en donde lo ingenioso sustituye a la profundidad de los planteamientos y las propuestas, y en donde la levedad se impone con la intención de hacernos creer que la gravedad no debe importarnos, o al menos, que en el campo artístico ha dejado de ser atractiva. Bien, la novela actual, como por otro lado es normal, y la novelística de Auster es un ejemplo de ello, no es más que un reflejo de la sociedad en la que vivimos, lo que no quiere decir, por supuesto, que haya que aceptarla o asumirla como inevitable.
Miércoles, 20 de enero de 2010
(elo.181)
INVISIBLE
Paul Auster
Anagrama, 2009
Una nueva novela de Auster y un nuevo fracaso. Creo, que de una vez por todas debería dejar de interesarme por el norteamericano, y comprender, que a pesar de todas las facultades que posee, que son muchas, las novelas que realiza, se encuentran demasiado alejadas de mi forma de entender la literatura. Dijo alguien en cierta ocasión, que se hace o se debe hacer crítica para mantener los estándares literarios que se poseen, ya que comentar y reflexionar sobre lo que se ha leído, es la única forma de evitar ese “todo vale” al que tan acostumbrado nos encontramos en casi todos los órdenes de nuestra existencia. Auster es un autor consagrado, del que se podría incluso decir, sobre todo si uno se atiene al elevado número de ejemplares que vende de cada una de sus obras, que es uno de los grandes, pero pocas obras suyas, por no decir ninguna, y de esto estoy convencido, tendrán acceso a esa biblioteca imperecederas de textos inolvidables que con el paso del tiempo y de forma minuciosa se van seleccionando. Auster es un autor de nuestra época, posiblemente el representante más genuino de la literatura que se realiza en la actualidad, pero esto no puede significar, ni mucho menos, que sea un gran novelista, y no lo es por muchas razones, entre las que cabe destacar, sobre todo, la intrascendencia de sus historias, que no pueden salvarse ni tan siquiera, por las ingeniosas e innovadoras estructuras narrativas con que las presenta. Sus historias resultan banales, casi manufacturadas en serie, de las que no se pueden sacar nada salvo pasar un rato más o menos agradables con ellas, en donde uno se encuentra con personajes que se enfrentan a situaciones extrañas, que poco o nada tienen que ver con la existencia real del lector que las lee, por lo que una vez leídas, pasan a engrosar de forma invariable el cada día más abultado catálogo de obras prescindibles que se van acumulando, como trastos inservibles, en nuestras bibliotecas. Estoy convencido, y no son pocas las novelas que he leído de él, que Auster cree que a estas alturas lo importante no son las historias, al estimar posiblemente que todas las historias ya se han contado, sino la forma en que son presentadas al público, lo que convierte a su literatura en una especie de juego en la que todo queda en la superficie. Hablar de profundidad en la obra de Auster resulta absurdo, ya que con lo que parece disfrutar el autor, en lugar de introducirse en las estructuras psíquicas de sus personajes y en las situaciones en las que estos tienen que enfrentarse, es en descomponer historias, en principio sin mucho atractivo, con objeto de ofrecérselas al lector que se acerque a ella como si de un desordenado puzzle se tratara, con la intención, de que éste, poco a poco vaya disfrutando, al tiempo que observa mientras que la lectura avanza, cómo cada pieza del rompecabezas va encajando en el lugar que le corresponde. Las novelas de Auster, más que literatura propiamente dicha, son obras en donde el autor va demostrando lo ingenioso que es, lo que consigue descalificarlo como novelista, al menos como novelista de altura.
En esta ocasión tampoco se sale de su conocido y exitoso guión, ofreciendo una historia intrascendente y demasiado rocambolesca para resultar creíble, de suerte, que de nuevo la salva, y por los puntos, la ingeniosa forma en que la desarrolla. Pero si uno, una vez terminada la lectura, realiza el ejercicio de recordar la historia de forma lineal, se encuentra con una trama que se le escapa de las manos, en donde todo no sólo carece de peso, sino también, y esto es aún más grave, de justificación.
Reconozco que soy un lector de la vieja escuela, de lo que aún creen, que una buena novela, o incluso que una novela regular debe asentarse sobre el frágil equilibrio que siempre debe existir entre el fondo y la forma, y que para colmo, la forma, la estructura que se emplee, en todo momento debe adaptarse a las necesidades de la trama que se desee contar. Evidentemente Auster y otros nuevo y afamados novelistas, están convencido de lo contrario, al estimar que una estructura sólida, por el mero hecho de serlo, puede justificar cualquier historia, por muy absurda e intrascendente que ésta pueda llegar a ser. Esta nueva concepción de la novela, en donde el protagonismo recae en la estructura, al prestar más atención los autores a su labor arquitectónica, se diga lo que se diga, va en contra de la esencia de la novela, de la novela de siempre, que en todo momento se ha caracterizado más por intentar analizar y comprender la realidad que por tratar de reinventarla.
Lo peor de todo, es que no debería de sorprenderme el éxito de este tipo de literatura, pues coincide con la tendencia cultural que desde hace tiempo se está imponiendo en nuestras desarrolladas sociedades, precisamente la que los teóricos denomina posmodernismo, que impulsada por la nueva y esterilizante industria del ocio, y también por la catastrófica desaparición de las ideologías, proclama que lo importante, que lo único a lo que hay que aspirar es a pasarlo bien, dejando como mensaje subliminal, que si nada podemos hacer para atajar o reconducir los problemas ante los que cotidianamente nos enfrentamos, lo que hay que hacer es disfrutar con lo que tenemos a nuestro alrededor, para de este modo evitar complicaciones sin sentido. La novela, por tanto, al igual que el resto de las actividades artísticas, se concibe como un juego, o como un simple entretenimiento, en donde lo ingenioso sustituye a la profundidad de los planteamientos y las propuestas, y en donde la levedad se impone con la intención de hacernos creer que la gravedad no debe importarnos, o al menos, que en el campo artístico ha dejado de ser atractiva. Bien, la novela actual, como por otro lado es normal, y la novelística de Auster es un ejemplo de ello, no es más que un reflejo de la sociedad en la que vivimos, lo que no quiere decir, por supuesto, que haya que aceptarla o asumirla como inevitable.
Miércoles, 20 de enero de 2010
1 comentario:
A mí tampoco me gustó. Me parece una novela sobrevalorada por la crítica. Sí me atrajo la forma de narrar, en los distintos capítulos en presentea, en pasado, en futuro, en primera persona, en segunda persona, en tercera persona... Pero, aparte estos aspectos formales, la trama en sí me pareció muy floja, carente de consistencia y mal desarrollada.
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