
LECTURAS
(elo.155)
ANATOMÍA DE UN INSTANTE
Javier Cercas
Mondadori, 2.009
Tiene razón Javier Cercas cuando dice, que todos los que vivimos aquellos momentos, los del golpe de estado del veintitrés de febrero, recordamos con precisión lo que estábamos haciendo, y lo que hicimos a continuación, cuando nos enteramos que un grupo de guardias civiles, al mando del teniente coronel Antonio Tejero, habían entrado y ocupado por la fuerza el Congreso de los Diputados. Y lo recordamos, porque desde un primer momento, de forma independiente a la conmoción que tal hecho nos provocó, tuvimos consciencia de que asistíamos a un momento histórico, que podía marcar, como en realidad lo hizo, el devenir de la realidad política que tan apasionadamente vivíamos por aquellos tiempos. El intento de golpe de estado, o mejor dicho, el golpe de estado del veintitrés de febrero, es una de esas fechas, que al menos para los miembros de mi generación, y hablo de generación en términos orteguianos, es uno de esos escasos momentos, repito, que todos tenemos subrayado en nuestra memoria, de suerte que, a pesar de la importancia del mismo, muchos estamos convencidos que aún no se ha dicho sobre él, a pesar de todo lo que se ha escrito sobre el mismo, la última y definitiva palabra. Quedaron muchos puntos oscuros, que de forma inevitable posibilitaron una abundante literatura, en muchos casos, como suele ocurrir, demasiado creativa e imaginativa, lo que con el tiempo, ha conseguido que todo lo acaecido en aquel lejano mes de febrero, se encuentre sumergido en una oscuridad hasta cierto punto inconcebible, sólo justificable, por el interés de algunos, de que nunca quedara al descubierto lo que en realidad sucedió.
Por lo anterior, no me ha extrañado en absoluto, que alguien como Javier Cercas, que alguien con la edad de Javier Cercas, trate en su último trabajo, de aportar un poco de luz, sobre los acontecimientos que nos impidieron dormir aquella noche, y sobre los que tanto y tanto hemos hablado desde entonces, y que con seguridad consiguieron modificar, en buena medida el desarrollo de nuestro sistema democrático. Sí, Javier Cercas, intenta acercarse a lo que aconteció, con la intención de buscar respuestas a los innumerables interrogantes, que a pesar de los años transcurridos, demasiados, aún se encuentran sin responder, y al ser novelista, intentó en un principio realizar una novela sobre dichos sucesos, a través de la cual, poder analizar y profundizar sobre los mismos, pero comprendió, que ningún relato de ficción que pudiera articular, podría estar a la altura de lo que en realidad sucedió. Por ello, ante la imposibilidad de realizar una novela, se dedicó a escribir y a escribir a partir de las imágenes televisivas que inmortalizaron aquellos instantes, centrándose en las tres figuras, que de forma sorprendente, desobedecieron las órdenes que recibieron de los asaltantes y permanecieron sentados en sus escaños, es decir, en Santiago Carrillo, en el vicepresidente Gutiérrez Mellado y en Adolfo Suárez, sobre todo en Adolfo Suárez. A partir de estas tres personalidades, esenciales en la transición política, realiza una disección de todo aquel momento histórico, mostrando todas las miserias y todas las grandezas del mismo, dejando una visión de lo acaecido, que puede resultar en muchos momentos arriesgada, pero de un interés innegable.
La tesis de Cercas, es que desde todos los ámbitos de la sociedad española, se cultivó el terreno con objeto de que los militares se quedaran sin justificaciones para no sacar los tanques a la calle. Evidentemente no se hizo de forma consciente, pero según él, desde todas las esquinas, de forma irresponsable, se disparaba contra el ejecutivo, que se encontraba desbordado e impotente ante la situación, ante la terrible situación por la que atravesaba la sociedad española. Cierto que no eran momentos apacibles, pues la segunda crisis del petróleo, unido a las anquilosadas estructuras del tejido productivo español, provocó una importante crisis que dejó en el desempleo a un número considerable de trabajadores; que ETA se encontraba en su mejor momento, cebándose en el ejercito y en las fuerzas de orden público, dejando un reguero de sangre que ninguna sociedad minimamente sana podía soportar; que las reivindicaciones nacionalistas parecían que iban a conseguir desgajar definitivamente al país, y que la clase política, tanto desde la oposición, como desde dentro del propio partido gubernamental, parecía empeñada, en creer que todos los males se solventarían con la salida del gobierno de Adolfo Suárez. Ante una coyuntura como la existente, el ejército, que siempre se había mostrado receloso ante los cambios producidos tras la muerte del Franco, se creyó en el deber, en el sagrado deber, de intervenir con la intención de dar un golpe de timón a la caótica y casi anárquica situación por la que atravesaba el país. Para Cercas, ésta fue la placenta del golpe, dejando entrever, de ahí lo controvertido de su tesis, que el ejército, a pesar de ser esencialmente golpista, sólo intervino auspiciado por la lamentable realidad que se presentaba ante él, justificando hasta cierto punto, creo que de forma involuntaria, una asonada militar que sólo fracasó por la cobardía de muchos mandos, pues según él, y estoy de acuerdo, la situación invitaba, a que gran parte de la población, lo que siempre se ha denominado la mayoría silenciosa (y silenciada), hubiera visto con buenos ojos un golpe blando, un golpe a la turca, que mantuviera un sistema democrático estable y en todo momento vigilado, vigilado y controlado evidentemente por los militares.
A pesar de lo difícil de la situación, y a pesar de que el golpe teóricamente fracasó, sirvió para que la situación cambiara de forma radical, pues a partir de ese momento, con la salida de Suárez del gobierno, todo comenzó a estructurarse y a reconducirse de forma diferente, demostrándose, que si para algo sirvió el intento de golpe de estado, como muy bien apunta el autor, fue para clausurar definitivamente la tan alabada por muchos transición democrática española. ¿Qué ocurrió para ello? En primer lugar, que el ejército quedó tan desprestigiado, al menos los mandos franquistas que lo tutelaban, que el peligro real de un nuevo golpe militar quedó desactivado, pero sobre todo, al hecho de que Suárez, y su estilo de hacer política, pasaran a la historia.
No cabe duda que la democracia española le debe mucho a Suárez, pues tuvo la valentía suficiente como para enfrentarse y desmantelar desde dentro la estructura política de la que provenía, pero fue incapaz de gestionar el nuevo sistema que alumbró, ya que siempre fue un político de golpes de efectos, y no un gestor político, que era lo que en realidad necesitaba en esos momento España.
En lo fundamental no estoy de acuerdo con Cercas, pues creo, que a pesar de las circunstancias negativas en las que se desenvolvía el país, la culpa del golpe del veintitrés de febrero la tuvieron una serie de militares, que desde la muerte de Franco, no dejaron de conspirar contra el nuevo régimen, por lo que no hay que echarle la culpa a otras circunstancias, pues el ejército, por muy poderoso que sea, o por mucho poder que en el pasado hubiera podido tener, posee un papel determinado, que no es precisamente el de tutelar la política de un país.
La crisis económica había que afrontarla a base de políticas económicas acertadas, y la lucha política siempre es legítima, por muy encanallada que se presente, siendo en último caso la ciudadanía, la que tiene que poner las cosas en su sitio. No hubo placenta ni justificación del golpe, no, lo que realmente existió, fue un grupo, bastante numeroso por cierto, de militares irresponsables que creían, que estaban convencidos, que tenían un papel distinto del que la legitimidad les imponía.
Viernes, 8 de mayo de 2.009
(elo.155)
ANATOMÍA DE UN INSTANTE
Javier Cercas
Mondadori, 2.009
Tiene razón Javier Cercas cuando dice, que todos los que vivimos aquellos momentos, los del golpe de estado del veintitrés de febrero, recordamos con precisión lo que estábamos haciendo, y lo que hicimos a continuación, cuando nos enteramos que un grupo de guardias civiles, al mando del teniente coronel Antonio Tejero, habían entrado y ocupado por la fuerza el Congreso de los Diputados. Y lo recordamos, porque desde un primer momento, de forma independiente a la conmoción que tal hecho nos provocó, tuvimos consciencia de que asistíamos a un momento histórico, que podía marcar, como en realidad lo hizo, el devenir de la realidad política que tan apasionadamente vivíamos por aquellos tiempos. El intento de golpe de estado, o mejor dicho, el golpe de estado del veintitrés de febrero, es una de esas fechas, que al menos para los miembros de mi generación, y hablo de generación en términos orteguianos, es uno de esos escasos momentos, repito, que todos tenemos subrayado en nuestra memoria, de suerte que, a pesar de la importancia del mismo, muchos estamos convencidos que aún no se ha dicho sobre él, a pesar de todo lo que se ha escrito sobre el mismo, la última y definitiva palabra. Quedaron muchos puntos oscuros, que de forma inevitable posibilitaron una abundante literatura, en muchos casos, como suele ocurrir, demasiado creativa e imaginativa, lo que con el tiempo, ha conseguido que todo lo acaecido en aquel lejano mes de febrero, se encuentre sumergido en una oscuridad hasta cierto punto inconcebible, sólo justificable, por el interés de algunos, de que nunca quedara al descubierto lo que en realidad sucedió.
Por lo anterior, no me ha extrañado en absoluto, que alguien como Javier Cercas, que alguien con la edad de Javier Cercas, trate en su último trabajo, de aportar un poco de luz, sobre los acontecimientos que nos impidieron dormir aquella noche, y sobre los que tanto y tanto hemos hablado desde entonces, y que con seguridad consiguieron modificar, en buena medida el desarrollo de nuestro sistema democrático. Sí, Javier Cercas, intenta acercarse a lo que aconteció, con la intención de buscar respuestas a los innumerables interrogantes, que a pesar de los años transcurridos, demasiados, aún se encuentran sin responder, y al ser novelista, intentó en un principio realizar una novela sobre dichos sucesos, a través de la cual, poder analizar y profundizar sobre los mismos, pero comprendió, que ningún relato de ficción que pudiera articular, podría estar a la altura de lo que en realidad sucedió. Por ello, ante la imposibilidad de realizar una novela, se dedicó a escribir y a escribir a partir de las imágenes televisivas que inmortalizaron aquellos instantes, centrándose en las tres figuras, que de forma sorprendente, desobedecieron las órdenes que recibieron de los asaltantes y permanecieron sentados en sus escaños, es decir, en Santiago Carrillo, en el vicepresidente Gutiérrez Mellado y en Adolfo Suárez, sobre todo en Adolfo Suárez. A partir de estas tres personalidades, esenciales en la transición política, realiza una disección de todo aquel momento histórico, mostrando todas las miserias y todas las grandezas del mismo, dejando una visión de lo acaecido, que puede resultar en muchos momentos arriesgada, pero de un interés innegable.
La tesis de Cercas, es que desde todos los ámbitos de la sociedad española, se cultivó el terreno con objeto de que los militares se quedaran sin justificaciones para no sacar los tanques a la calle. Evidentemente no se hizo de forma consciente, pero según él, desde todas las esquinas, de forma irresponsable, se disparaba contra el ejecutivo, que se encontraba desbordado e impotente ante la situación, ante la terrible situación por la que atravesaba la sociedad española. Cierto que no eran momentos apacibles, pues la segunda crisis del petróleo, unido a las anquilosadas estructuras del tejido productivo español, provocó una importante crisis que dejó en el desempleo a un número considerable de trabajadores; que ETA se encontraba en su mejor momento, cebándose en el ejercito y en las fuerzas de orden público, dejando un reguero de sangre que ninguna sociedad minimamente sana podía soportar; que las reivindicaciones nacionalistas parecían que iban a conseguir desgajar definitivamente al país, y que la clase política, tanto desde la oposición, como desde dentro del propio partido gubernamental, parecía empeñada, en creer que todos los males se solventarían con la salida del gobierno de Adolfo Suárez. Ante una coyuntura como la existente, el ejército, que siempre se había mostrado receloso ante los cambios producidos tras la muerte del Franco, se creyó en el deber, en el sagrado deber, de intervenir con la intención de dar un golpe de timón a la caótica y casi anárquica situación por la que atravesaba el país. Para Cercas, ésta fue la placenta del golpe, dejando entrever, de ahí lo controvertido de su tesis, que el ejército, a pesar de ser esencialmente golpista, sólo intervino auspiciado por la lamentable realidad que se presentaba ante él, justificando hasta cierto punto, creo que de forma involuntaria, una asonada militar que sólo fracasó por la cobardía de muchos mandos, pues según él, y estoy de acuerdo, la situación invitaba, a que gran parte de la población, lo que siempre se ha denominado la mayoría silenciosa (y silenciada), hubiera visto con buenos ojos un golpe blando, un golpe a la turca, que mantuviera un sistema democrático estable y en todo momento vigilado, vigilado y controlado evidentemente por los militares.
A pesar de lo difícil de la situación, y a pesar de que el golpe teóricamente fracasó, sirvió para que la situación cambiara de forma radical, pues a partir de ese momento, con la salida de Suárez del gobierno, todo comenzó a estructurarse y a reconducirse de forma diferente, demostrándose, que si para algo sirvió el intento de golpe de estado, como muy bien apunta el autor, fue para clausurar definitivamente la tan alabada por muchos transición democrática española. ¿Qué ocurrió para ello? En primer lugar, que el ejército quedó tan desprestigiado, al menos los mandos franquistas que lo tutelaban, que el peligro real de un nuevo golpe militar quedó desactivado, pero sobre todo, al hecho de que Suárez, y su estilo de hacer política, pasaran a la historia.
No cabe duda que la democracia española le debe mucho a Suárez, pues tuvo la valentía suficiente como para enfrentarse y desmantelar desde dentro la estructura política de la que provenía, pero fue incapaz de gestionar el nuevo sistema que alumbró, ya que siempre fue un político de golpes de efectos, y no un gestor político, que era lo que en realidad necesitaba en esos momento España.
En lo fundamental no estoy de acuerdo con Cercas, pues creo, que a pesar de las circunstancias negativas en las que se desenvolvía el país, la culpa del golpe del veintitrés de febrero la tuvieron una serie de militares, que desde la muerte de Franco, no dejaron de conspirar contra el nuevo régimen, por lo que no hay que echarle la culpa a otras circunstancias, pues el ejército, por muy poderoso que sea, o por mucho poder que en el pasado hubiera podido tener, posee un papel determinado, que no es precisamente el de tutelar la política de un país.
La crisis económica había que afrontarla a base de políticas económicas acertadas, y la lucha política siempre es legítima, por muy encanallada que se presente, siendo en último caso la ciudadanía, la que tiene que poner las cosas en su sitio. No hubo placenta ni justificación del golpe, no, lo que realmente existió, fue un grupo, bastante numeroso por cierto, de militares irresponsables que creían, que estaban convencidos, que tenían un papel distinto del que la legitimidad les imponía.
Viernes, 8 de mayo de 2.009