
LECTURAS
(elo. 150)
PANTALEÓN Y LAS VISITADORAS
Mario Vargas Llosa
El círculo de lectores, 1.973
Decía Vargas Llosa en un reciente artículo, que la alta cultura, es aquella que trata de dar respuestas a los innumerables interrogantes que la existencia plantea, lo que consigue dejar claro, que la otra cultura, la que podría definirse de popular, es la que aspira a todo lo contrario, es decir, a no responder a dichos interrogantes, a intentar pasar de puntillas por los problemas a los que tiene que enfrentarse todo ser humano. Siguiendo la misma línea argumental, la alta literatura, sería, la que en lugar de limitarse sólo a tratar de hacerle pasar un buen rato al lector, con historias banales que no aspiran a nada, se dedica a desarrollar argumentos, que tengan la virtud, de obligarle a reflexionar sobre lo que lee, lo que sólo podrá resultar posible, con tramas que muestren las fallas y toda la complejidad que define la existencia humana, pero siempre y cuando, paralelamente a lo anterior, en esas historias escritas se manifieste cierta voluntad de estilo. Si se acepta lo anterior, “Pantaleón y las visitadoras” no es, en ningún caso una obra que pueda encuadrarse en eso que se podría denominar alta literatura, y no lo es, sobre todo, porque no es una novela que aspire a perturbar al lector, mostrándole alguna de esas cuestiones que convierten la existencia en una tarea problemática, y ello a pesar, de que el enfoque del tema, se lleva a cabo con una intención literaria ciertamente envidiable. Es, por tanto, una novela formalmente ejemplar, pero que carece de un fondo que se encuentre a la misma altura que la estructura empleada para su exposición, siendo una obra vacía, y por ello muy postmoderna, que invita a pensar, que no se trata más que de un trabajado divertimento. Un trabajado y sofisticado divertimento que no aspira a otra cosa, que hacer que el lector pase un rato divertido y agradable con lo que lee. En esta ocasión, a pesar de que estoy convencido de que pocos estarán de acuerdo conmigo, “los árboles no dejan ver el bosque”, ya que la magnífica estructura empleada, que resulta sorprendente y admirable, impide observar, pues la oculta, la debilidad de la historia presentada. Se podría decir, por supuesto, que no hace falta que se sea tan exigente, que en el momento en que la obra consiga arrancar alguna sonrisa al lector, debe quedar justificada, pero no obstante, estoy convencido, que con una historia más ambiciosa, “Pantaleón y las visitadoras”, hubiera podido convertirse en una de las obras más paradigmáticas del peruano, en lugar de ser sólo, un divertido ejercicio narrativo, en donde, eso sí, se comprueban las dotes, las sobradas dotes que el autor posee para la narrativa. Después de haber vuelto a leer lo anterior, caigo en la cuenta, de que éste ha podido ser el grave problema de Vargas Llosa a lo largo de su ya dilatada carrera literaria, la de haber confiado en exceso en su capacidad narrativa, en lugar de esforzarse de forma denodada, por llevar a cabo obras que se encuentre en los límites de su propia maestría, que surjan de la frontera misma, definida entre lo que se puede y aún no se puede hacer, pues si algo le falta al peruano, es esa obra, que sin género de dudas, lo hubiera consagrado de forma definitiva. Gabriel García Márquez podrá presumir ante la historia de la literatura de “Cien años de soledad”, pero Vargas Llosa, que estoy convencido que es mejor narrador que el colombiano, sólo podrá afirmar cuando el tiempo pase, aunque eso tampoco se encuentra al alcance de cualquiera, que es el creador de una serie de novelas que siempre han estado por encima de la media, pero sin que ninguna de ellas, pueda ser considerada como una obra maestra.
A pesar de todo lo anterior, que admito puede ser excesivo, tengo que reconocer que desde hace muchos años soy un ferviente admirador de Vargas Llosa, del que creo haber leído toda su obra, aunque últimamente, me interesa mucho más su labor como ensayista, tanto en temas sociales como literarios, que como narrador, ya que en mi opinión, a partir de “La guerra del fin del mundo” se produjo un brusco giro en su obra (que en ocasiones he denominado aburguesamiento), que en lugar de enriquecerla, ha logrado empobrecerla de forma definitiva, al intentar, al menos esa es mi opinión, hacerla más accesible al gran público, ya que ese cambio parece que ha logrado impedirle seguir experimentando y cegándolo para la búsqueda de nuevos caminos, quedándose en el territorio, en los territorios que conocía y dominaba.
En “Pantaleón y las visitadoras”, un joven capitán del ejercito peruano, al que se le encarga la misión, debido a los continuos abusos que los soldados destinados en la selva amazónica ejercían sobre la población femenina de la zona, de crear una unidad, que tenía que encargarse de proporcionar prostitutas a dichos destacamentos, con objeto de aplacar la fogosidad sexual de la tropa. Pero dicha tarea, debido a la forma escrupulosa y sistemática en que el joven capitán la lleva a cabo, fracasa estrepitosamente, por la sencilla razón de que consigue alcanzar todos los objetivos que tenía presupuestado, haciendo de dicho servicio, el más popular del ejército peruano. Es decir, la empresa que se le encarga fracasa debido al éxito obtenido. Pero lo más importante de la novela, evidentemente no es la historia en sí, pues pese a su gracejo, lo que llama la atención desde un principio es la estructura sobre la que se monta dicha historia, que consigue subrayarla y realzarla, haciendo que consiga un valor añadido, que con toda seguridad no se hubiera producido si se hubiera contado de otra forma. Lo curioso de dicha estructura es que es ecléctica, al no conformarse el autor, con una metodología unitaria, como suele ser lo normal, sino utilizando diferentes soportes, siempre con la intención, como tiene que ser, de potenciar dicha historia. La novela está trabajada desde diferentes planos, como por ejemplo, desde los partes que envían los diferentes mandos de acuartelamientos sobre el desarrollo del proyecto, o desde las emisoras radiofónicas que lo criticaban, o gracias a la reproducción de los artículos, que ante todo lo acaecido, publicaron los periódicos de la región, aunque sin duda lo más logrado, es la yuxtaposición de los diálogos que van desarrollándose entre los diferentes personajes, lo que todo unido, consigue crear una visión amplia y plural de la historia que el autor trata de contar.
Comenté más arriba, que había leído toda la obra del peruano, pero esta novela a la que en estos momentos trato de acercarme, siempre se me había resistido, posiblemente porque el tema de la misma nunca llegó a interesarme. En esta ocasión, aunque no de forma voluntaria, he podido terminarla aunque no sin dificultad, pues creo que existe una descomposición entre la calidad y el peso del argumento y el que posee la estructura, que la convierten en una obra que pudo ser mucho más, mucho más de lo que es, aunque estoy seguro, que la mayoría de los que hasta ella se acerquen, disfrutarán de lo lindo con una novela ideada precisamente para que los lectores se diviertan con ella.
Viernes, 27 de febrero de 2.009