domingo, 22 de marzo de 2009

Pantaleón y las visitadoras





LECTURAS
(elo. 150)

PANTALEÓN Y LAS VISITADORAS
Mario Vargas Llosa
El círculo de lectores, 1.973


Decía Vargas Llosa en un reciente artículo, que la alta cultura, es aquella que trata de dar respuestas a los innumerables interrogantes que la existencia plantea, lo que consigue dejar claro, que la otra cultura, la que podría definirse de popular, es la que aspira a todo lo contrario, es decir, a no responder a dichos interrogantes, a intentar pasar de puntillas por los problemas a los que tiene que enfrentarse todo ser humano. Siguiendo la misma línea argumental, la alta literatura, sería, la que en lugar de limitarse sólo a tratar de hacerle pasar un buen rato al lector, con historias banales que no aspiran a nada, se dedica a desarrollar argumentos, que tengan la virtud, de obligarle a reflexionar sobre lo que lee, lo que sólo podrá resultar posible, con tramas que muestren las fallas y toda la complejidad que define la existencia humana, pero siempre y cuando, paralelamente a lo anterior, en esas historias escritas se manifieste cierta voluntad de estilo. Si se acepta lo anterior, “Pantaleón y las visitadoras” no es, en ningún caso una obra que pueda encuadrarse en eso que se podría denominar alta literatura, y no lo es, sobre todo, porque no es una novela que aspire a perturbar al lector, mostrándole alguna de esas cuestiones que convierten la existencia en una tarea problemática, y ello a pesar, de que el enfoque del tema, se lleva a cabo con una intención literaria ciertamente envidiable. Es, por tanto, una novela formalmente ejemplar, pero que carece de un fondo que se encuentre a la misma altura que la estructura empleada para su exposición, siendo una obra vacía, y por ello muy postmoderna, que invita a pensar, que no se trata más que de un trabajado divertimento. Un trabajado y sofisticado divertimento que no aspira a otra cosa, que hacer que el lector pase un rato divertido y agradable con lo que lee. En esta ocasión, a pesar de que estoy convencido de que pocos estarán de acuerdo conmigo, “los árboles no dejan ver el bosque”, ya que la magnífica estructura empleada, que resulta sorprendente y admirable, impide observar, pues la oculta, la debilidad de la historia presentada. Se podría decir, por supuesto, que no hace falta que se sea tan exigente, que en el momento en que la obra consiga arrancar alguna sonrisa al lector, debe quedar justificada, pero no obstante, estoy convencido, que con una historia más ambiciosa, “Pantaleón y las visitadoras”, hubiera podido convertirse en una de las obras más paradigmáticas del peruano, en lugar de ser sólo, un divertido ejercicio narrativo, en donde, eso sí, se comprueban las dotes, las sobradas dotes que el autor posee para la narrativa. Después de haber vuelto a leer lo anterior, caigo en la cuenta, de que éste ha podido ser el grave problema de Vargas Llosa a lo largo de su ya dilatada carrera literaria, la de haber confiado en exceso en su capacidad narrativa, en lugar de esforzarse de forma denodada, por llevar a cabo obras que se encuentre en los límites de su propia maestría, que surjan de la frontera misma, definida entre lo que se puede y aún no se puede hacer, pues si algo le falta al peruano, es esa obra, que sin género de dudas, lo hubiera consagrado de forma definitiva. Gabriel García Márquez podrá presumir ante la historia de la literatura de “Cien años de soledad”, pero Vargas Llosa, que estoy convencido que es mejor narrador que el colombiano, sólo podrá afirmar cuando el tiempo pase, aunque eso tampoco se encuentra al alcance de cualquiera, que es el creador de una serie de novelas que siempre han estado por encima de la media, pero sin que ninguna de ellas, pueda ser considerada como una obra maestra.
A pesar de todo lo anterior, que admito puede ser excesivo, tengo que reconocer que desde hace muchos años soy un ferviente admirador de Vargas Llosa, del que creo haber leído toda su obra, aunque últimamente, me interesa mucho más su labor como ensayista, tanto en temas sociales como literarios, que como narrador, ya que en mi opinión, a partir de “La guerra del fin del mundo” se produjo un brusco giro en su obra (que en ocasiones he denominado aburguesamiento), que en lugar de enriquecerla, ha logrado empobrecerla de forma definitiva, al intentar, al menos esa es mi opinión, hacerla más accesible al gran público, ya que ese cambio parece que ha logrado impedirle seguir experimentando y cegándolo para la búsqueda de nuevos caminos, quedándose en el territorio, en los territorios que conocía y dominaba.
En “Pantaleón y las visitadoras”, un joven capitán del ejercito peruano, al que se le encarga la misión, debido a los continuos abusos que los soldados destinados en la selva amazónica ejercían sobre la población femenina de la zona, de crear una unidad, que tenía que encargarse de proporcionar prostitutas a dichos destacamentos, con objeto de aplacar la fogosidad sexual de la tropa. Pero dicha tarea, debido a la forma escrupulosa y sistemática en que el joven capitán la lleva a cabo, fracasa estrepitosamente, por la sencilla razón de que consigue alcanzar todos los objetivos que tenía presupuestado, haciendo de dicho servicio, el más popular del ejército peruano. Es decir, la empresa que se le encarga fracasa debido al éxito obtenido. Pero lo más importante de la novela, evidentemente no es la historia en sí, pues pese a su gracejo, lo que llama la atención desde un principio es la estructura sobre la que se monta dicha historia, que consigue subrayarla y realzarla, haciendo que consiga un valor añadido, que con toda seguridad no se hubiera producido si se hubiera contado de otra forma. Lo curioso de dicha estructura es que es ecléctica, al no conformarse el autor, con una metodología unitaria, como suele ser lo normal, sino utilizando diferentes soportes, siempre con la intención, como tiene que ser, de potenciar dicha historia. La novela está trabajada desde diferentes planos, como por ejemplo, desde los partes que envían los diferentes mandos de acuartelamientos sobre el desarrollo del proyecto, o desde las emisoras radiofónicas que lo criticaban, o gracias a la reproducción de los artículos, que ante todo lo acaecido, publicaron los periódicos de la región, aunque sin duda lo más logrado, es la yuxtaposición de los diálogos que van desarrollándose entre los diferentes personajes, lo que todo unido, consigue crear una visión amplia y plural de la historia que el autor trata de contar.
Comenté más arriba, que había leído toda la obra del peruano, pero esta novela a la que en estos momentos trato de acercarme, siempre se me había resistido, posiblemente porque el tema de la misma nunca llegó a interesarme. En esta ocasión, aunque no de forma voluntaria, he podido terminarla aunque no sin dificultad, pues creo que existe una descomposición entre la calidad y el peso del argumento y el que posee la estructura, que la convierten en una obra que pudo ser mucho más, mucho más de lo que es, aunque estoy seguro, que la mayoría de los que hasta ella se acerquen, disfrutarán de lo lindo con una novela ideada precisamente para que los lectores se diviertan con ella.

Viernes, 27 de febrero de 2.009

jueves, 5 de marzo de 2009

Los santos inocentes

LECTURAS
(elo.149)

 

LOS SANTOS INOCENTES

Miguel Delibes

Planeta, 1.982

 

 

Me resistía a leer esta novela, porque exceptuando “Cinco horas con Mario”, nada de lo que había leído de Delibes me había gustado, y también, porque la película que realizó Mario Camus, en su momento me había impresionado tanto, que estaba convencido que su lectura me iba a defraudar. El otro día, alguien me comentó que la estructura de la novela  era arriesgada, innovadora, pero no le hice caso, pues a la mente me vino “El hereje”, y le comenté que no me lo creía, que eso era imposible en Delibes. Pero por casualidad, mientras buscaba otro libro, me encontré con la novela en cuestión, de suerte que, comencé como quien no quiere la cosa a leerla, y sin darme cuenta, en dos sentadas la terminé. Quedé sorprendido, pues me había encontrado con una de esas obras que engrandecen la literatura, haciendo que la figura de su autor, al que nunca había tenido en mucha estima, sin duda por desconocimiento, se me apareciera de golpe agigantada, lo que me va a obligar a visitarlo con asiduidad.

                        Como ya sabía, “Los santos inocentes”, trata del despotismo que los propietarios agrarios, sobre todo en Andalucía y Extremadura, ejercen sobre el personal que trabaja a su servicio en las grandes fincas, a los que tratan, a pesar de ser elementos necesarios para el mantenimiento de las mismas, como a personas a las que, poco más o menos, se les hace el favor de que vivan allí. El argumento, como decía, lo sabía por la magnífica película que sobre ella se realizó, que creía, sobre todo por la soberbia interpretación de sus actores, que sin duda sería muy superior a la novela, que en término coloquial, imaginaba garbancera, es decir, de una aridez insoportable y de una linealidad insufrible. Pero no, nada más lejos de la realidad, pues Delibes, apuesta fuerte por una estructura nada habitual, en donde en seis capítulos, despacha con una solvencia innegable, una historia, que bien hubiera podido ocupar, contada de otra forma, seiscientas páginas. Cuando comencé la lectura me quedé sorprendido, ya que Delibes se salta las  normas gramaticales y narrativas habituales, no utilizando por ejemplo los puntos, sólo las comas, que en muchas ocasiones ejercen como puntos y aparte, que cuando funcionan de tal forma, abren paso al diálogo entre los diferentes personajes, lo que indudablemente favorece la fluidez de la narración. Para colmo, lo que me ha llamado mucho la atención, es  el hecho de que al ser la narración breve y de lectura  rápida, el autor se ha visto obligado, a no profundizar mucho en los caracteres de los diferentes personajes, teniendo que esforzarse de que sólo se dediquen a actuar, como en las buenas películas, dejando para los lectores, una posterior teorización sobre los mismos. Este hecho es fundamental en la novela, ya que lo explícito en ella, sencillamente no existe, a pesar, de que realiza una profunda crítica social. Sí, los protagonistas no piensan, no realizan monólogos interiores, sólo se dedican a ejercer su papel, siendo su comportamiento y sus actos, los que en todo momento los definen. Esto que debería ser lo habitual, no es lo normal ni en la novela clásica ni en la moderna, pues en ocasiones es el narrador, y en otras los personajes, los que se van identificando más por sus pensamientos que por sus actos. Unos personajes bien trazados, bien desarrollados, no necesitan justificar sus comportamientos, sólo hacer lo que tienen que hacer en cada momento, siendo el lector, que no siempre tiene que ser menor de edad, el que vaya cuadrando la trama que ante sí se presenta. Creo que Delibes acierta plenamente, tanto en la estructura como en el enfoque empleado, pues si hubiera empleado otra u otro, con toda seguridad, el resultado hubiera sido completamente diferente. Otra de las cosas que me han sorprendido de la lectura, es que a pesar de que sabía lo que iba a ocurrir en la novela, no me he aburrido con ella en ningún momento, lo que demuestra que en literatura, la importancia de la historia se relativiza, a favor de la forma en que es contada dicha historia. Precisamente en este hecho, es donde se diferencia la novela popular o de entretenimiento, de la novela de  calidad, en que en ésta no es fundamental el peso del argumento, mientras que para la otra, la historia que cuenta lo es todo, ya que sin ella, todo carece de sentido. La novela  de calidad también necesita de una historia, pero puede permitirse el lujo, de que sea débil o insignificante, pues sabe que no se apoya exclusivamente en ella, sino sobre todo en la palabra escrita y en el lenguaje empleado, siendo por tanto más autónoma e independiente de una historia que puede o no funcionar.

                        “Los santos inocentes” es una buena novela que he leído por casualidad, y que me pone sobre la pista de un autor que tenía olvidado, pero que me ha demostrado, a pesar de que lo tenía desechado, de que posee no sólo una gran profesionalidad, cosa de la que nunca había dudado, sino también, de una visión muy interesante de lo que debe ser una novela de calidad.

 

Jueves, 12 de febrero de 2.009

La piedra lunar


(elo.148)

 

LA PIEDRA LUNAR

Wilkie Collins

Libro de Bolsillo, 1.860

Tengo que anotar en primer lugar, que en circunstancias normales, en ningún momento se me hubiera pasado por la cabeza intentar leer esta novela, ya que los novelones decimonónicos, que siempre se encuentran tan cercanos al folletín, no son precisamente el tipo de literatura que más me interesa. No obstante, me he visto empujado a buscar y a leer esta novela, de la que curiosamente nunca había oído hablar, dejándome una vez concluida, un cúmulo de sensaciones que creo conveniente dejar sobre el papel.  En primer lugar, diré, que pese a la modernidad que algunos le atribuyen, “La piedra lunar” es una obra extraña e irregular, que sólo se sostiene, gracias a la estructura que el autor impone a la trama, y a la personalidad de algún que otro personaje, que pese a no lograr salir del estereotipado molde que el autor impone a todos ellos, consigue seducir en buena medida al lector. En mi caso, el primer narrador, sin duda alguna el más logrado, fue el que me empujó a  introducirme en la novela convenciéndome de que podría valer la pena su lectura, pues su sentido del humor, y su peculiar forma de entender lo que ante él acaecía, me aportaron los elementos que necesitaba para zambullirme en una obra de la que esperaba poco, pese a lo bien que todo el mundo me hablaba de  ella. También tengo que anotar, que ante todo es una novela de personajes, lo que queda subrayado, por el hecho, de que el autor les da la palabra a ellos, para que desde sus diferentes perspectivas, narraran los acontecimientos tal y como cada uno de ellos los habían vivido. Esto precisamente es, lo que más me ha interesado, lo que esencialmente me ha llamado la atención, por no decir lo único, de esta novela que en el fondo no aporta otra cosa, vista en su conjunto, que la posibilidad de pasar con ella una semana de agradable lectura. Los expertos dirán, que en ella aparece el germen de la novela negra actual, lo que puede  que justifique, que pese al tiempo que tiene sobre sus espaldas, siga siendo una obra que consigue hacer disfrutar a la mayoría de los que hasta ella se acercan. Bien, estoy de acuerdo de que se trata de una novela moderna, pero sólo en el hecho, de que es una obra que vela por el lector, de esas que aspiran a que éste no se aburra nunca, para lo que Collins emplea un sin fin de trucos, algo que exigían las novelas por entrega de la época (hay que recordar que el inglés fue un autor de éxito en su momento), que hace posible en buena medida que la novela no se caiga nunca. En este hecho sí puede encontrarse la modernidad de “La piedra lunar”, al ser una de las predecesoras de la actual novela mayoritaria, de la novela de entretenimiento, que son las que en la actualidad, abarrotan los estantes de nuestras librerías. Por ello me sorprende, que lectores que no paran de criticar este tipo de novelas, se entusiasmen con la obra de Wilkie Collins, encontrando en ellas sólo virtudes, sin pararse a comprender, que lo que tanto elogian en ellas, es lo que aborrecen de los superventas actuales. Una novela, cualquier obra literaria, debe en primer lugar enfrentarse a una crítica global, que es la esencial, para con posterioridad, afrontar un examen de sus partes. Ese es el motivo, por el que me choca, que algunos defensores de “La piedra lunar”, con la intención de justificar sus buenas críticas a la novela, en lugar de afrontar esa visión global de la misma, sin preámbulo previo, pasen a analizar las diferentes partes que componen dicha obra, como si la suma de sus partes, de ésta o de cual   quier otra novela, tenga que suponer o garantizar la calidad de una determinada obra literaria. “La piedra lunar, es una voluminosa novela, que queda lejos, bastante lejos, de los parámetros que hoy definen la literatura de calidad, pero se asienta en un lugar cercano, por no decir dentro, de lo que siempre se ha entendido por literatura popular, siendo este el motivo, por el que aún consigue reeditarse sin parar y que goce de tan buena acogida dentro de la comunidad de lectores.

                        Es una novela que se lee bien, aunque tengo que reconocer, que ha habido fragmentos que me han resultado insufribles, cuyo objetivo, como dije un poco más arriba, parece que radica exclusivamente, en conseguir que el lector pase un buen rato, un prolongado rato agradable, mientras que se entretiene observando, como los protagonistas tratan de narrar lo que realmente ocurrió con “La piedra lunar”. Por lo pronto, en contra de lo que en principio pensé, dejaré para más adelante, la lectura de su otra obra emblemática, “La dama de blanco”, pues no estoy capacitado, por lo menos durante un tiempo, para soportar otra lectura de las mismas características.

 

Miércoles, 4 de febrero de 2.009