viernes, 1 de junio de 2007

PARA UNA EUROPA VERDE

(elo.081)

Para una Europa verde
Ulrich Beck
El País, 04.02.07

En poco tiempo, de forma milagrosa, todo el mundo se ha convencido, de que el gran problema que amenaza a la humanidad, no es otro que el cambio climático, de suerte que, una bandera que sólo era esgrimida por un sector social bastante reducido, ahora, de pronto, parece que puede convertirse en el gran aglutinante, que desde hace tiempo nuestras sociedades necesitan. Siempre hacen falta motivos para luchar, pues ellos nos obligan a estar en forma, preparados y ejercitados, ya que el ser humano lo que puede soportar, es la apatía, la resignación, la paz perpetua que proclama a los cuatro vientos, que lo único que hay que hacer, es intentar pasarlo lo mejor posible. Lo mismo ocurre con nuestras sociedades, que desde que se enteraron, y se creyeron, que la historia había terminado, que definitivamente había finalizado, han caído en un insoportable sopor, que en muchas ocasiones, por mero entretenimiento, las obliga a preocuparse de cuestiones de escaso calado, a todas luces secundarias y superficiales, lo que está provocando, por descomposición, un desmantelamiento de las mismas. Sí, tenía razón Ortega cuando decía, que tanto el hombre como las sociedades en las que habita, necesitan proyectos de futuro para mantener una buena salud, y que contra más ambiciosos, importantes y dificultosos fueran dichos proyectos, mejor sería la salud vital de quienes lo poseyeran. Bien, la salud vital del hombre actual y de las sociedades contemporáneas, hay que reconocer que no se encuentra en su mejor momento, sobre todo, porque los imperativos sobre los que se asientan, carecen del grado de exigencia necesario, para al menos, obligarlos a levantar vuelo, lo que dadas las circunstancias no sería poco. Todo parecía que funcionaba a la perfección, de que todo se encontraba programado y reprogramado para que el hombre sólo tuviera que dedicarse, a lo que siempre había aspirado, a vivir para disfrutar, lo que ocurre, es que ese tipo de vida en la que todo se encuentra asegurado, sólo conduce al aburrimiento, a un aburrimiento enfermizo, que ha convertido al ciudadano satisfecho actual (en todo momento similar al señorito satisfecho de Ortega), en un consumidor compulsivo, acrítico y moldeable, que entre otras cosas, y no por casualidad, está destruyendo su medio ambiente.
Pero parece que las circunstancias han cambiado, que una nueva cruzada aparece por el horizonte, una nueva cruzada, que puede convertirse en la primera realmente universal de la historia de la humanidad, aunque en esta ocasión, en lugar de intentar rescatar las ciudades santas de manos del infiel, de lo que se trataría, sería de salvar a nuestro planeta de la destrucción, lo que, sin duda, convierte la empresa, en un proyecto legítimo y necesario, en el que nos jugaríamos nada menos que nuestro futuro.
Dicen los expertos, que aún no es demasiado tarde, que es posible, a pesar de los daños causados revertir la situación, pero para ello, se necesitará realizar un gran esfuerzo, que tendrá, para ser efectivo, que comprometer a la mayor parte de los actores sociales a escala global. De todas formas, a pesar del pesimismo existente hace sólo algunos meses, en donde no se observaban movimientos significativos en lo que respecta al tema en cuestión, sólo voces que desde diferentes ángulos, casi todas mercenarias, intentaban desde prestigiosas tribunas (éstas siempre se encuentran disponibles para los de siempre), negar en todo momento la mayor, el hecho de que el cambio climático provocado por el calentamiento del planeta, era algo de lo que no tendríamos que preocuparnos, al ser sólo un proceso natural y cíclico que de forma callada y en poco tiempo volvería a reconducirse. Pero de pronto, sin saber uno muy bien el por qué, la situación parece que ha dado un giro de ciento ochenta grados, pudiéndose observar, que el tema del cambio climático, encabeza en la actualidad todas las agendas, lo que por supuesto resulta positivo, pues los tres grandes pilares sobre los que se asientan nuestras sociedades (el Estado, el mercado y la sociedad civil), al parecer, se han empeñado en encontrar una estrategia adecuada y consensuada, tendente a solventar en la medida de lo posible el problema. Sorprende escuchar las declaraciones de la presidente de turno de la Unión Europea, cuando afirma, que la Unión debe liderar la lucha contra el cambio climático, al tiempo que desde Estados Unidos se dice lo mismo. Ciertamente algo ha ocurrido, y debemos alegrarnos de ello, pues el hecho de que la lucha contra el calentamiento del planeta, haya dejado de estar sólo apoyada por grupos más o menos marginales, para pasar a ocupar un lugar privilegiado en los programas de los partidos políticos mayoritarios, supone un paso adelante de indudable importancia. Parece que los partidos políticos intentan conseguir apoyos de una ciudadanía cada día más preocupada por el tema, al tiempo que la industria, y su gran aliada el capital, han descubierto el gran yacimiento económico que tal cruzada les puede reportar, motivo por el cual, la industria puntera, se encuentra ya posicionándose, para afrontar con determinación ese nuevo reto que se le presenta, que no es otro, que el de pasar a lo que Rifkin denomina la tercera revolución industrial, que será la de las fuentes de energías limpias, o sencillamente no será. Pero a pesar de la importancia que tiene la concienciación ciudadana, y de la incuestionable significación, de que la industria haya cogido el testigo de las demandas lanzadas por una población cada día más sensibilizada, todos los esfuerzos se desparramarían de forma lamentable, sin la existencia de una planificación previa, que sólo puede provenir de los grandes estados, las únicas instituciones capaces de hacer frente a un problema de tales dimensiones, lo que no quiere decir otra cosa, que en la actualidad, sólo Estados Unidos y Europa, tienen la capacidad necesaria para liderar dicha empresa.
Aún se puede hacer mucho, sobre todo, por no seguir empeorando la situación al ritmos de los últimos años, pero hay que tener siempre pendiente, que en este envite nos lo jugamos todo, pues en el caso de que no estemos a la altura del reto planteado, lo que puede perfectamente suceder, no sólo perderemos nuestras actuales formas de vida, sino también, cualquier tipo de esperanzas de poder seguir habitando éste planeta.

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