LECTURAS
(elo.336)
TONIO KROGER
Thomas Mann
Edhasa, 1903
Una
vez leída “Los Buddenbrook” me ha sorprendido esta novelita de Thomas Mann.
Después de ofrecernos una novela-novela, una novela de la vieja escuela,
deliciosa por otra parte, se deja caer con sólo veintiocho años, con una novela
de tesis, en la que aborda un tema tan complejo como el de la actividad
artística, un tema sobre el que siempre se hablará y sobre el que nunca,
afortunadamente, se podrá decir la última palabra, lo que deja de manifiesto la
osadía del alemán. Es posible que una obra de tales características no la
hubiera podido realizar más adelante, pues si en su primera novela da muestra
de su maestría, de la madurez narrativa que poseía a pesar de su edad, en ésta,
que ante todo es una novela de adolescencia, en donde todo resulta demasiado
explícito, y en donde los planteamientos que se exponen aparecen excesivamente
diferenciados entre sí, como si se tratara de continentes aislados y separados
por un intratable océano, da muestra de una ingenuidad, de una inmadurez
intelectual, que no se encuentra a la altura de la fluidez y de la calidad que
ya poseía como escritor, y que también demuestra en esta obra. “Tonio Kroger”
podría considerarse como un agradable ensayo novelado, como un acercamiento a
la cuestión del arte como actividad humana, tema que puede que en aquellos momentos
perturbara al autor, y que resuelve, sin muchos problemas, tirando por “la
calle de en medio”, con un esquematismo que no se encuentra a la altura de la
cuestión planteada.
Tonio
Kroger, el protagonista de la obra, era alguien que había conseguido cierto
prestigio en el mundo literario, pero ese prestigio y los aplausos que le
llegaban no conseguían hacerlo feliz, ya que se encontraba completamente
aislado, casi ahogado en un malestar y en una insatisfacción que en cada
momento le obligaba a replantearse la bondad de su propia existencia, pues para
él el mundo artístico era algo parecido a una habitación sin ventanas, de
suerte que entendía lo artístico como una actividad intelectual que sólo podía
llevarse a cabo fuera del alcance, o de espaldas al oleaje de los sentidos y de
las pasiones que la propia vida provocaba, pues lo humano lo enturbiaba y lo
contaminaba todo. El arte para Tonio Kroger era una tarea que para que pudiera
consolidarse tenía necesariamente que permanecer alejado de la voluptuosidad de
la vida. Pero esta forma de entender la actividad por la que vivía le mantenía
constantemente en jaque, ya que la algarabía de la existencia, de la vida, se
dejaba oír, haciendo temblar el estable mundo que había construido, por lo que
decide tomarse un descanso para recapacitar sobre el tema, comprendiendo, que a
pesar de que él se encontraba completamente incapacitado para llevar una
existencia como la de los demás, que la vida, la vida exultante y repleta de
variables incontroladas, tenía que ser el material sobre el que todo artista
tenía que trabajar, y que en lugar de intentar neutralizarla o esconderse de
ella, tenía la obligación de intentar asomarse y dejarse iluminar por sus
escenarios.
La
novela está estructurada de forma clásica, mediante una presentación, en donde
se describe al personaje central y su
trayectoria vital hasta que se convierte en un afamado escritor, a lo que le
sigue un punto de inflexión, que se escenifica gracias a una conversación que
mantiene, que en realidad no es más que un monólogo, con una amiga artista,
finalizando la obra con un pasaje donde Tonio, después de un viaje a los
territorios de su infancia, llega a comprender que ni el arte, ni él mismo
podían vivir de espaldas a la realidad, sino en contacto permanente con ella.
“Tonio Kroger” es una pequeña
novela, en momentos deliciosa, que queda escorada, posiblemente de forma mortal
por la metodología empleada, demasiado explícita, demasiado evidente, habiendo
momentos en que la misma lectura resulta insoportable, literariamente hablando.
Pero al ser una novela de tesis, y siempre intentando ser positivo, creo que lo
importante de ella es el tema que plantea, la del lugar que debe ocupar el arte
y más concretamente el artista con respecto a la realidad, pues sin duda esto
es lo que hubiera deseado Mann. Está claro que el autor simplifica y
esquematiza la cuestión, algo muy propio de la cultura alemana, con objeto de
fijar los diferentes frentes de una determinada problemática, para que así, incluso
en cuestiones complejas como la que plantea, todo quede diáfano antes del
debate, para con posterioridad romper ese límpido maniqueísmo que se presenta
para que todo se precipite en las oscuras, en las siempre oscuras aguas de la
realidad.
El
tema que plantea, ya completamente superado al menos teóricamente en la
actualidad, tuvo que tener gran importancia en su momento, ya que incluso
Ortega, siempre tan influenciado por la cultura alemana, plateó sobre el mismo
un ensayo, “El tema de nuestro tiempo”, escrito en 1923, aportando lo que para
él era la solución a la cuestión, su teoría de la “Razón vital”, con la que
estoy completamente de acuerdo. Para Ortega, y creo que también con ciertos
matices para Mann, carece de sentido la razón pura, o el arte puro, pues aunque
algunos crean que es una función humana independiente, la razón no es más que
una herramienta que el ser humano posee para enfrentarse a la realidad, a la
vida, para comprenderla y también para encausarla dependiendo del sistema de
valores que cada cual posea. Y esta es la mejor forma, creo, para evitar caer
en los desajustes en los que se precipitó Tonio Kroger. O dicho de otra forma,
el artista no puede encerrarse en la razón, en el poder de su intelecto para elaborar
sus creaciones artísticas, sino que debe utilizar la razón para trabajar la
realidad que se le presenta.
Miércoles, 21 de
enero de 2016
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