viernes, 29 de abril de 2016

Tonio Krongrer

LECTURAS
(elo.336)

TONIO KROGER
Thomas Mann
Edhasa, 1903

                        Una vez leída “Los Buddenbrook” me ha sorprendido esta novelita de Thomas Mann. Después de ofrecernos una novela-novela, una novela de la vieja escuela, deliciosa por otra parte, se deja caer con sólo veintiocho años, con una novela de tesis, en la que aborda un tema tan complejo como el de la actividad artística, un tema sobre el que siempre se hablará y sobre el que nunca, afortunadamente, se podrá decir la última palabra, lo que deja de manifiesto la osadía del alemán. Es posible que una obra de tales características no la hubiera podido realizar más adelante, pues si en su primera novela da muestra de su maestría, de la madurez narrativa que poseía a pesar de su edad, en ésta, que ante todo es una novela de adolescencia, en donde todo resulta demasiado explícito, y en donde los planteamientos que se exponen aparecen excesivamente diferenciados entre sí, como si se tratara de continentes aislados y separados por un intratable océano, da muestra de una ingenuidad, de una inmadurez intelectual, que no se encuentra a la altura de la fluidez y de la calidad que ya poseía como escritor, y que también demuestra en esta obra. “Tonio Kroger” podría considerarse como un agradable ensayo novelado, como un acercamiento a la cuestión del arte como actividad humana, tema que puede que en aquellos momentos perturbara al autor, y que resuelve, sin muchos problemas, tirando por “la calle de en medio”, con un esquematismo que no se encuentra a la altura de la cuestión planteada.
                        Tonio Kroger, el protagonista de la obra, era alguien que había conseguido cierto prestigio en el mundo literario, pero ese prestigio y los aplausos que le llegaban no conseguían hacerlo feliz, ya que se encontraba completamente aislado, casi ahogado en un malestar y en una insatisfacción que en cada momento le obligaba a replantearse la bondad de su propia existencia, pues para él el mundo artístico era algo parecido a una habitación sin ventanas, de suerte que entendía lo artístico como una actividad intelectual que sólo podía llevarse a cabo fuera del alcance, o de espaldas al oleaje de los sentidos y de las pasiones que la propia vida provocaba, pues lo humano lo enturbiaba y lo contaminaba todo. El arte para Tonio Kroger era una tarea que para que pudiera consolidarse tenía necesariamente que permanecer alejado de la voluptuosidad de la vida. Pero esta forma de entender la actividad por la que vivía le mantenía constantemente en jaque, ya que la algarabía de la existencia, de la vida, se dejaba oír, haciendo temblar el estable mundo que había construido, por lo que decide tomarse un descanso para recapacitar sobre el tema, comprendiendo, que a pesar de que él se encontraba completamente incapacitado para llevar una existencia como la de los demás, que la vida, la vida exultante y repleta de variables incontroladas, tenía que ser el material sobre el que todo artista tenía que trabajar, y que en lugar de intentar neutralizarla o esconderse de ella, tenía la obligación de intentar asomarse y dejarse iluminar por sus escenarios.
                        La novela está estructurada de forma clásica, mediante una presentación, en donde se describe  al personaje central y su trayectoria vital hasta que se convierte en un afamado escritor, a lo que le sigue un punto de inflexión, que se escenifica gracias a una conversación que mantiene, que en realidad no es más que un monólogo, con una amiga artista, finalizando la obra con un pasaje donde Tonio, después de un viaje a los territorios de su infancia, llega a comprender que ni el arte, ni él mismo podían vivir de espaldas a la realidad, sino en contacto permanente con ella.
                        “Tonio Kroger” es una pequeña novela, en momentos deliciosa, que queda escorada, posiblemente de forma mortal por la metodología empleada, demasiado explícita, demasiado evidente, habiendo momentos en que la misma lectura resulta insoportable, literariamente hablando. Pero al ser una novela de tesis, y siempre intentando ser positivo, creo que lo importante de ella es el tema que plantea, la del lugar que debe ocupar el arte y más concretamente el artista con respecto a la realidad, pues sin duda esto es lo que hubiera deseado Mann. Está claro que el autor simplifica y esquematiza la cuestión, algo muy propio de la cultura alemana, con objeto de fijar los diferentes frentes de una determinada problemática, para que así, incluso en cuestiones complejas como la que plantea, todo quede diáfano antes del debate, para con posterioridad romper ese límpido maniqueísmo que se presenta para que todo se precipite en las oscuras, en las siempre oscuras aguas de la realidad.
                        El tema que plantea, ya completamente superado al menos teóricamente en la actualidad, tuvo que tener gran importancia en su momento, ya que incluso Ortega, siempre tan influenciado por la cultura alemana, plateó sobre el mismo un ensayo, “El tema de nuestro tiempo”, escrito en 1923, aportando lo que para él era la solución a la cuestión, su teoría de la “Razón vital”, con la que estoy completamente de acuerdo. Para Ortega, y creo que también con ciertos matices para Mann, carece de sentido la razón pura, o el arte puro, pues aunque algunos crean que es una función humana independiente, la razón no es más que una herramienta que el ser humano posee para enfrentarse a la realidad, a la vida, para comprenderla y también para encausarla dependiendo del sistema de valores que cada cual posea. Y esta es la mejor forma, creo, para evitar caer en los desajustes en los que se precipitó Tonio Kroger. O dicho de otra forma, el artista no puede encerrarse en la razón, en el poder de su intelecto para elaborar sus creaciones artísticas, sino que debe utilizar la razón para trabajar la realidad que se le presenta.

Miércoles, 21 de enero de 2016


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