LECTURAS
(elo.290)
EL HÉROE
DISCRETO
Mario Vargas
Llosa
Alfaguara, 2013
La
novela, a pesar de que sabía que inevitablemente acabaría leyéndola, pues son
muchas las novelas que he leído de él para no embarcarme en su última entrega,
ha permanecido sobre mi mesa durante varias semanas sin que, con voluntarismo,
me acercara a ella. Sabía, estaba convencido, que sería de una perfección
extrema, que todas las comas y también todos sus puntos estarían en su lugar, y
que sin duda me atraparía desde la
primera página, pero al mismo tiempo estaba seguro que no me aportaría
nada, al tiempo que tampoco, como ha ocurrido con sus anteriores novelas,
supondría ningún avance significativo, ninguno, en la obra del autor peruano.
Siempre me ha parecido extraño, desconcertante, que narradores de la talla de
Vargas Llosa, que ya no tienen la necesidad de publicar nuevas obras, se
dediquen a presentar cada dos o tres años alguna novela, que para colmo
literariamente suelen pasar sin pena ni gloria, aunque siempre consigan, como
no podía ser de otra forma, auparse a los primeros puestos en la lista de las novelas más vendidas y también
más leídas, novelas que no llegan a alcanzar, en muchas ocasiones ni de lejos, el nivel medio habitual de quien
la escribe, y que dan la sensación de que sólo se realizan para que el autor se
sigan manteniendo, como si Vargas Llosa lo necesitara, en el candelero
literario, o para cumplir, lo que es mucho más grave, con alguno de los
compromisos, o de las clausulas contractuales que los unen a la editorial con
la que trabaja. No es agradable observar como autores consagrados, en lugar de
profundizar y avanzar en su producción artística en cada una de las obras que dan a luz, se dediquen,
con cierta desgana, a dejar obras que nadie sabe por qué se han llevado a cabo,
pues no hubiera pasado nada, si esas obras no hubieran aparecido en las
librerías. Recuerdo que esto también le pasó a Saramago en su última etapa, que
es lo mismo que le viene pasando a Vargas Llosa desde hace ya bastantes tiempo,
que si bien, como tampoco el autor portugués, se dedica a hacer novelas alimenticias,
no lo necesita, se embarca en confeccionar novelas que cada día se alejan más
del Vargas Llosa atrevido, repleto de vitalidad, que en otros tiempos a tantos
nos hizo disfrutar.
Pero
en esta ocasión, posiblemente porque se ha alejado de la trascendencia de los
temas explícitos, de recrear, con sus indudables dotes literarias, la vida de
personajes de incuestionable peso como la del dictador Trujillo o la del
irlandés Roger Casement, la novela que acabo de leer, que supone un regreso a
su territorio literario original, me ha resultado sorprendentemente aceptable y
recomendable, pues en ella vuelve a aparecer el Vargas llosa cercano y creíble,
que con la profesionalidad que le caracteriza, nos ha regalado una novela
aseada con la que poder pasar unas horas de agradable lectura.
Sí,
de nuevo vuelve a situar una historia en Perú, en el Perú actual, el que
disfruta de un importante desarrollo económico, en el Perú de sus penas y de
sus alegrías, poniendo en escena a una serie de personajes, algunos de los
cuales ya utilizados con anterioridad como Don Rigoberto o Lituma, que
consiguen hacer bajar al autor del Olimpo cosmopolita, en el que tan a gusto
parece encontrarse, a la realidad cotidiana en la tan bien siempre se ha
desenvuelto, y a la que muchos estábamos deseando que volviera.
Como
es habitual en Vargas Llosa, la novela
se estructura en dos planos, contando dos historias paralelas que son
productos, ambas, de la bonanza económica que actualmente disfruta su país, la
primera de las cuales, consiste en un chantaje económico, el que padece el
dueño de una modesta empresa de transporte de viajeros, Felícito Yanaqué, que
se niega a pagar por lealtad a su difunto padre, y la otra, la del dueño de una
importante aseguradora peruana, que ya octogenario, decide casarse con su
sirvienta con objeto de desheredar a sus dos hijos, que desde siempre se habían dedicado, entre juerga y juerga, a
dilapidar el patrimonio de su padre, y que a lo único que aspiraban es a que
éste muriera para quedarse con su fortuna. Una de las historias se desarrolla en Piura, en el Perú
profundo, que sin duda es la mejor, la más elaborada y la más atractiva, y la
otra en Lima, señalando el autor las diferencias existentes en el Perú actual,
en donde la sofisticación de las altas finanzas contrasta aún con la del otro
país, el que con dificultad, trata de salir de su secular subdesarrollo.
No
cabe duda, al menos a mí no me cabe, que “El héroe discreto” no es ni de lejos
una de las mejores novelas de Vargas llosa, pero sí es una novela aceptable,
que se deja leer, entre otras razones porque está muy bien escrita, como todas
las suyas, pero en la que el lector se encuentra a gusto mientras la lee, sin
que el tema se “salga de madre”, al tiempo que observa que los personajes tienen
vida propia, a diferencia de lo que ocurría con las anteriores novelas del
autor, en el que el desarrollo de las mismas mantenía encorsetado a los
personajes, que aparecían en todo momento encadenados al tema y subordinados al
mismo, sin vida ni luz propia, lo que en literatura, al menos desde mi punto de
vista no resulta aceptable.
Tengo
que reconocer, por tanto, que me he llevado una agradable sorpresa con “El
héroe discreto”, sorpresa que no esperaba y que me ha devuelto a uno de mis
autores más frecuentados, del que espero, ya que soy consciente de su capacidad
literaria, encontrar al menos una nueva obra de valía en los próximos años.
Martes, 15 de
octubre de 2013
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