lunes, 13 de enero de 2014

El héroe discreto

LECTURAS
(elo.290)

EL HÉROE DISCRETO
Mario Vargas Llosa
Alfaguara, 2013

                        La novela, a pesar de que sabía que inevitablemente acabaría leyéndola, pues son muchas las novelas que he leído de él para no embarcarme en su última entrega, ha permanecido sobre mi mesa durante varias semanas sin que, con voluntarismo, me acercara a ella. Sabía, estaba convencido, que sería de una perfección extrema, que todas las comas y también todos sus puntos estarían en su lugar, y que sin duda me atraparía desde la  primera página, pero al mismo tiempo estaba seguro que no me aportaría nada, al tiempo que tampoco, como ha ocurrido con sus anteriores novelas, supondría ningún avance significativo, ninguno, en la obra del autor peruano. Siempre me ha parecido extraño, desconcertante, que narradores de la talla de Vargas Llosa, que ya no tienen la necesidad de publicar nuevas obras, se dediquen a presentar cada dos o tres años alguna novela, que para colmo literariamente suelen pasar sin pena ni gloria, aunque siempre consigan, como no podía ser de otra forma, auparse a los primeros puestos  en la lista de las novelas más vendidas y también más leídas, novelas que no llegan a alcanzar, en muchas ocasiones  ni de lejos, el nivel medio habitual de quien la escribe, y que dan la sensación de que sólo se realizan para que el autor se sigan manteniendo, como si Vargas Llosa lo necesitara, en el candelero literario, o para cumplir, lo que es mucho más grave, con alguno de los compromisos, o de las clausulas contractuales que los unen a la editorial con la que trabaja. No es agradable observar como autores consagrados, en lugar de profundizar y avanzar en su producción artística en cada  una de las obras que dan a luz, se dediquen, con cierta desgana, a dejar obras que nadie sabe por qué se han llevado a cabo, pues no hubiera pasado nada, si esas obras no hubieran aparecido en las librerías. Recuerdo que esto también le pasó a Saramago en su última etapa, que es lo mismo que le viene pasando a Vargas Llosa desde hace ya bastantes tiempo, que si bien, como tampoco el autor portugués, se dedica a hacer novelas alimenticias, no lo necesita, se embarca en confeccionar novelas que cada día se alejan más del Vargas Llosa atrevido, repleto de vitalidad, que en otros tiempos a tantos nos hizo disfrutar.
                        Pero en esta ocasión, posiblemente porque se ha alejado de la trascendencia de los temas explícitos, de recrear, con sus indudables dotes literarias, la vida de personajes de incuestionable peso como la del dictador Trujillo o la del irlandés Roger Casement, la novela que acabo de leer, que supone un regreso a su territorio literario original, me ha resultado sorprendentemente aceptable y recomendable, pues en ella vuelve a aparecer el Vargas llosa cercano y creíble, que con la profesionalidad que le caracteriza, nos ha regalado una novela aseada con la que poder pasar unas horas de agradable lectura.
                        Sí, de nuevo vuelve a situar una historia en Perú, en el Perú actual, el que disfruta de un importante desarrollo económico, en el Perú de sus penas y de sus alegrías, poniendo en escena a una serie de personajes, algunos de los cuales ya utilizados con anterioridad como Don Rigoberto o Lituma, que consiguen hacer bajar al autor del Olimpo cosmopolita, en el que tan a gusto parece encontrarse, a la realidad cotidiana en la tan bien siempre se ha desenvuelto, y a la que muchos estábamos deseando que volviera.
                        Como es  habitual en Vargas Llosa, la novela se estructura en dos planos, contando dos historias paralelas que son productos, ambas, de la bonanza económica que actualmente disfruta su país, la primera de las cuales, consiste en un chantaje económico, el que padece el dueño de una modesta empresa de transporte de viajeros, Felícito Yanaqué, que se niega a pagar por lealtad a su difunto padre, y la otra, la del dueño de una importante aseguradora peruana, que ya octogenario, decide casarse con su sirvienta con objeto de desheredar a sus dos hijos, que desde siempre se  habían dedicado, entre juerga y juerga, a dilapidar el patrimonio de su padre, y que a lo único que aspiraban es a que éste muriera para quedarse con su fortuna. Una de las  historias se desarrolla en Piura, en el Perú profundo, que sin duda es la mejor, la más elaborada y la más atractiva, y la otra en Lima, señalando el autor las diferencias existentes en el Perú actual, en donde la sofisticación de las altas finanzas contrasta aún con la del otro país, el que con dificultad, trata de salir de su secular subdesarrollo.
                        No cabe duda, al menos a mí no me cabe, que “El héroe discreto” no es ni de lejos una de las mejores novelas de Vargas llosa, pero sí es una novela aceptable, que se deja leer, entre otras razones porque está muy bien escrita, como todas las suyas, pero en la que el lector se encuentra a gusto mientras la lee, sin que el tema se “salga de madre”, al tiempo que observa que los personajes tienen vida propia, a diferencia de lo que ocurría con las anteriores novelas del autor, en el que el desarrollo de las mismas mantenía encorsetado a los personajes, que aparecían en todo momento encadenados al tema y subordinados al mismo, sin vida ni luz propia, lo que en literatura, al menos desde mi punto de vista no resulta aceptable.
                        Tengo que reconocer, por tanto, que me he llevado una agradable sorpresa con “El héroe discreto”, sorpresa que no esperaba y que me ha devuelto a uno de mis autores más frecuentados, del que espero, ya que soy consciente de su capacidad literaria, encontrar al menos una nueva obra de valía en los próximos años.

Martes, 15 de octubre de 2013


No hay comentarios: