LECTURAS
(elo.291)
CANADÁ
Richard Ford
Anagrama, 2012
Aunque
no quería reconocerlo abiertamente, sabía, estaba convencido que esta novela me
iba a decepcionar, entre otras razones, porque lo que había leído hasta la
fecha de Richard Ford, todo lo que había leído de él que no girara en torno a
su personaje emblemático, sobre Frank Bascombe, siempre me había resultado
bastante mediocre, o para decirlo de otra forma, demasiado pesado, como si toda
la agilidad de su prosa, toda la ironía capaz de transmitir, sólo pudiera desarrollarse
en torno a ese personaje y al mundo que
rodeaba a éste. Me pareció soporífera la colección de relatos que publicó bajo
el título “Rock Springs”, al igual que los tres relatos comprendidos en
“Mujeres con hombres”, por no hablar ya de “Pecados sin cuento”, pero no
obstante, ciertas esperanzas se apoderaron de mí cuando me enteré que el autor
de “El día de la independencia” había publicado una nueva novela, ya que
esperaba que con ella comenzara una nueva etapa después de haber dejado atrás a
Bascombe. Pero no, pues “Canadá” me ha demostrado, que Richard Ford es un
novelista al que le cuesta demasiado coger vuelo, un novelista que pierde parte
de su fuerza y de su agilidad en la confección de sus tramas, lo que convierte
a sus novelas en pesados armatostes que aspiran a decir demasiado, pero que
aparecen, posiblemente por ello, dotadas de una aridez difícil de soportar.
“Canadá”
es una novela que habla de que sólo con voluntad es posible modificar el curso
del destino al que uno es empujado, y
que todas las situaciones en las que se ve envuelto un ser humano pueden ser
reversibles, siempre y cuando se sea capaz de “mirar todo lo de frente que se
pueda a las cosas que uno ve a la luz del día”. De voluntad y de ductibilidad,
de saber adaptarse a las formas de vida que uno va encontrando, y que son
mejores que las anteriores, pues la vida es un continuo de sucesos dispares al
que obligatoriamente hay que encontrarle un sentido, y en la que siempre hay
que intentar no dejarse llevar por el oleaje, pues en caso contrario, éste
logrará estrellarnos “contra las rocas de la desesperación”. En este aspecto,
como en casi todos en la obra de Ford, se observa un pensamiento marcadamente
norteamericano, que dice que sólo desde el esfuerzo es posible salir de las
situaciones adversas en las que se haya podido encallar, en donde mirar hacia
delante, dejando atrás el pasado, es la única forma posible, la única, de
encarar una existencia digna de ser vivida, evitando que lo contaminado consiga
cercenarnos por completo.
La
historia sobre la que el autor intenta sostener lo anterior, resulta de una
aridez extrema, en donde sus supuestos literarios, herederos de lo que en su
momento se denominó “el realismo sucio” hacen aguas por todas partes, sobre
todo porque esos postulados, en donde el detallismo es fundamental, no pueden
soportar una historia narrada a lo largo de quinientas páginas. Este creo que
es el grave problema de la novela, que carece de agilidad narrativa, al poseer
la narración demasiado peso, y al caer de forma inexplicable, sobre todo al final,
en esa extraña tercera parte, en un explicitismo incomprensible, en donde Ford
intenta cerrar, de forma un tanto abrupta, todas las ventanas que cree que han
quedado abierta, como si el lector fuese incapaz de hacerlo sin ayuda de nadie.
A
los quince años, dos hermanos mellizos, vieron como su mundo se vino abajo al
ser detenidos sus padres después de atracar un banco. La joven, temiendo
posiblemente ser internada en una institución estatal, escapa de la casa
dejando a su hermano sólo, el cual fue conducido poco después, por una amiga de
su madre, a cercana Canadá. Este es el
origen de la novela, que deja claro la
intención del autor, la de comparar, aunque de la hermana apenas se
habla en todo el desarrollo de la misma, las diferentes trayectorias que desde
ese momento llevan a cabo ambos hermanos, pues mientras que el joven, el
auténtico protagonista de la novela, en lugar de hundirse y de dedicarse a
relamerse las heridas que ese acontecimiento, y otros que le acontecieron le
provocaron, pues consigue con
voluntarismo dejar atrás y superar su pasado hasta conseguir poner a flote su existencia,
su hermana, que nunca pudo aceptar lo que le sucedió, cae en una espiral en la
que todo le va de mal en peor.
Como
he dicho con anterioridad, la novela, a pesar de las expectativas, me ha
resultado pesada, incluso aburrida, pues en ningún momento ha logrado tirar de
mí, habiendo tenido que realizar un importante esfuerzo para lograr terminarla,
lo que habla a las claras, de que ni mucho menos ha resultado ser lo que
esperaba. El desarrollo de la historia me ha parecido desesperante, de una
lentitud excesiva, pero una vez terminada, me ha resultado de una obviedad
insultante, llamándome la atención que toda ella girara alrededor de una tesis
del autor, que ni mucho menos me ha parecido tan evidente como él ha tratado de
subrayar, pues nadie es libre para optar por una u otra alternativa, ya que
estoy convencido que siempre aparecen variables incontrolables que dificultan
la libre decisión de cada cual. El problema de las novelas de tesis, es que los personajes siempre suele resultar
falsos, sin vida propia, dispuestos sobre el escenario sólo para apuntalar los planteamientos
que el autor desea demostrar, aunque también es verdad que existen autores y
autores.
Creo
que “Canadá” es una novela fallida, una novela trabajada y trabajosa, que no
merece el esfuerzo de ser leída, en la que Richard Ford deja constancia de lo
que hace poco dijo en una entrevista, que “escribir es una labor más artesanal
que artística”, aunque en esta obra no ocurre lo que dijo a continuación, “en
donde a veces surge el relámpago de la magia”. No, en esta ocasión la magia, lo
que hace que algo se convierta en especial, no aparece por ningún lado.
Viernes, 25 de
octubre de 2013