lunes, 11 de marzo de 2013

La espada de Damocles

LECTURAS
(elo.273)

LA ESPADA DE DAMOCLES
Petros Márkaris
Tusquets, 2012

                        En muchas ocasiones, para saber con propiedad dónde nos encontramos, es conveniente comparar nuestra realidad con la de países de nuestro entorno que atraviesan problemas parecidos a los que nosotros padecemos, pues de esa forma es más fácil comprender cuales de los múltiples errores cometidos son propios, y cuáles de ellos son inducidos. Posiblemente, al menos eso es lo que se nos viene afirmando desde todos los ángulos, el país que peor lo está pasando es Grecia, de suerte, que de forma constante, con toda seguridad para tranquilizarnos, se nos dice “que España no es Grecia”, lo que nos obliga a comprender, después de observar cómo están las cosas por aquí, que la realidad griega tiene que ser desesperante. Es cierto que se habla mucho de Grecia, y casi siempre mal, pero es poca la información que llega que trata de ahondar en la situación en la que ese país se halla, sobre las causas que lo han empujado a donde en estos momentos se encuentra. Grecia en principio, se nos dice, representa el paradigma del mal hacer, el ejemplo del que hay que huir, el hijo descarriado con el que no se sabe qué hacer, si abrirle las puertas para acogerlo de nuevo con cariño después de todos los desmanes que ha cometido, o dejarlo definitivamente a su suerte.
                        Hace unos días me encontré por casualidad con este libro de Petros Márkaris, el famoso novelista griego, que para mi sorpresa no se trataba de una novela negra protagonizada por su ya popular inspector Kosta  Jaritos, sino una recopilación de doce artículos, escritos todos para diarios alemanes, y una pequeña entrevista, en donde el autor de “Con el agua al cuello”, trata de explicar las causas que han provocado la difícil situación que mantiene en jaque a su país.
                        En primer lugar tengo que decir que no me han parecido unos artículos demasiado profundos, es posible que porque tenían como único objetivo hablar de la realidad griega a lectores alemanes, que desde su germanocentrismo, estiman que todas las actitudes vitales que se salgan de sus parámetros culturales son censurables, lo que les obliga a comprender, a entender, que todo lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en los países de la Europa meridional, y muy especialmente en Grecia, no es de recibo. Pero una cosa, al menos eso es lo que estimo, es que Márkaris se desnude por completo para mostrar las miserias de su país, y otra muy diferente es que se dedique a echar más carne al asador, sin tan siquiera apuntar, que también existen culpables de la situación que se encuentran fuera de las fronteras griegas, pasando por alto, que posiblemente Grecia esté siendo utilizada, de forma maquiavélica, para llevar a cabo un golpe de estado en la Unión Europea. Pero trataré de ir por partes.
                        Según lo leído, si se exceptúan una serie de particularidades que se quieran o no siempre tienen que existir, lo anterior es muy parecido a lo que ha acontecido, por ejemplo, en España y en Portugal, lo que tiene que obligar a que se plantee, a que empecemos a plantearnos, que es posible que algo se haya hecho mal por parte de la Unión Europea, ya que todo no se puede deber al “demostrado” carácter derrochador de los países mediterráneos, lo que puede sustentarse al existir también, aunque a veces curiosamente se olvide, el caso irlandés. Es muy fácil decir que somos unos “manirrotos”, sobre todo cuando así se evita pensar y recapacitar no ya en lo que ha ocurrido, sino en las causas por lo que ha ocurrido lo ocurrido. Pero además de esto, que es muy importante, pues siempre la autocrítica es necesaria, hay que tener la voluntad suficiente para levantar la mirada con objeto de intentar intuir, quiénes son los beneficiarios últimos de la actual situación, quien o quienes serán los que sacaran partido cuando todo vuelva a la normalidad.
                        Para Márkaris “el problema griego” es ante todo doméstico, lo que quiere decir, cosa que les habrá encantado escuchar a sus lectores  alemanes, que toda la culpa de los desmanes producidos la tienen los propios griegos, lo que estoy convencido que no es más que un desatino, como tampoco la culpa de todo lo que están padeciendo la tienen los portugueses ni los españoles.
                        Según el novelista griego, el origen de todos los males tiene su origen en las ingentes sumas económicas que entraron en su país proveniente de la Unión Europea, una vez que Grecia entró con todos los derechos a formar parte de dicha comunidad. Para él, esos fondos estructurales fueron mal utilizados por la clase política de su país, clase política que se amparaba y utilizaba en beneficio propio al Estado griego, eminentemente clientelista, sin sacarle ese valor añadido para el que fueron ideados. También afirma que lo mismo ocurrió con la sociedad civil, que sin esperarlo se encontró con créditos baratos, que utilizó sin pensárselo dos veces, con la cómplice anuencia de la banca, para aumentar sus niveles de consumo y por consecuencia de su endeudamiento. Por ello, Grecia, al igual que España y Portugal, tanto en la vertiente institucional como en la social, en todo momento vieron a Europa como “el cuerno de la abundancia”, sin pararse a pensar que un día las luces de la verbena se apagarían y que entonces llegaría el momento de tener que pagar los créditos recibidos.
                        Lo que parece claro, ahora que todo se encuentra encharcado e incluso anegado, es que los países de la Europa meridional, aunque también Irlanda, se han comportado como “nuevos ricos”, viéndose ahora en la obligación de tener que pagar todos los desmanes cometidos, pero parece también claro, que esa actitud fue inducida, pues esos fondos que llegaron, aparte de beneficiar a los países de los que provenían, y esto se olvida con demasiada facilidad, en ningún momento fueron fiscalizados por las instituciones comunitarias, quedando en manos de los diferentes estados, y de las diferentes entidades financieras privadas, que creyendo creer que ese flujo jamás disminuiría, en ningún momento pusieron coto a lo que sabían que estaba ocurriendo.
                        Lo cierto, es que mientras se sigue acusando a los más débiles, a los que realmente la están pagando, la actual crisis va a suponer un antes y un después en la Unión Europea, pues la famosa simetría por la que siempre se había trabajado, y en la que tenían sentido los fondos estructurales, ha saltado por los aires para consolidar una Unión de dos velocidades, en donde los países de primera, capitaneados por Alemania, por fin podrán hacer realidad su sueño de alemanizar Europa, lo que posibilitará que impongan las reglas de juego y el papel que tendrán que desempeñar los países de segunda, lo que sin duda modificará el escenario hasta ahora existente, y de  forma radical.
                        No conozco los mecanismo que ha utilizado, y por los que se ha conducido, al menos hasta ahora, la clase política griega, aunque no creo que hayan sido los más adecuados, como tampoco conozco la calidad y el grado de politización de la sociedad civil griega que debió controlar y fiscalizar a sus representantes, pero de lo que sí estoy seguro, es que ambas son productos, como en el resto de los países, de su historia reciente. No cabe duda que la actitud de una y de otra ha tenido que ver con la situación por la que atraviesa en la actualidad el país heleno, pero de ahí a culpabilizarlas de todos los males, creo que existe un profundo abismo. Me da la sensación que Márkaris, como apunté con anterioridad, escribió estos artículos sabiendo que iban dirigidos a un público muy concreto, para un público que quería oír sólo lo que quería oír, y lo que quería oír era cualquier cosa menos que se le acusara de tener la más mínima responsabilidad en la calamitosa situación de ese país. Márkaris, y no digo que con mala fe, ha cumplido con la tarea que se planteó a la perfección, demostrándome que es alguien que se suele quedar en la superficie de los temas que trata, sensación que también, y creo que no por casualidad, se me hizo patente en la novela que hace poco leí de él, “Con el agua al cuello”, novela, que como estos textos, dio de sí, y creo que por incapacidad del autor, mucho menos de lo que se esperaba y se publicitaba de ella. No quiero ser cruel, pero estoy convencido que el protagonismo que ahora posee Márkaris, como novelista y como articulista, se debe más al interés que existe sobre “el caso griego”, que a su propia capacitación como analista, o por su calidad como novelista.

Domingo, 27 de enero de 2013

miércoles, 6 de marzo de 2013

El barón rampante

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LECTURAS
(elo.272)

EL BARÓN RAMPANTE
Italo Calvino
Siruela, 1957

A pesar de su fama, no tenía ni idea de qué iba esta novela, sorprendiéndome la historia que se narra en ella, pero sobre todo la capacidad del autor, para desde una imagen, desarrollar una narración de tales características sin que el lector llegue a cansarse con ella, o para que la abandone por absurda antes de llegar a la página veinticinco. Más allá del significado de la alegoría que presenta, que posee una innegable actualidad, lo interesante de esta novela, es la capacidad del autor para mantener un tono tan elevado con un tema tan difícilmente sostenible en el tiempo, lo que consigue aportando deleite, pero sobre todo calidad literaria.
Un niño de doce años, para demostrar su enfado ante un tema que carece de importancia, se sube a un árbol diciendo que no volverá a poner los pies en la tierra, promesa que cumple, ya que murió a los sesenta y cinco años entre las ramas de un viejo nogal sin haber vuelto a pisar en todo ese tiempo el suelo. Sobre este argumento, que en principio hubiera tenido alguna viabilidad si se hubiera presentado como un relato, articula el autor una novela de doscientas cuarenta y tres páginas, sin que, y esto es lo importante, la narración pierda fuerza en ningún momento. La historia está narrada por el hermano pequeño del protagonista, que a pesar de lo extraño del suceso, la cuenta de forma natural sin caer en filigranas estilísticas ni estructurales.
A pesar, según dicen, de que Italo Calvino era heredero del neorrealismo italiano, esta novela sin duda es una alegoría que habla de la necesidad de la voluntad para conseguir los objetivos que alguien se marque a pesar de que todo se le presente en contra, lo que viene “al pelo” en unos momentos como los actuales, en donde lo que prima es lo contrario, dejar a un lado las ideas que se posean, los ideales, para dejarse arrastrar por otras y otros, que según se aconseja, y desde todos los ángulos, siempre resultarán más conveniente. Parece como si Cosimo, el protagonista de la novela, partiera de la base de que hacer lo “que se tiene que hacer” nunca podrá ser fácil, que la voluntad ante todo es esfuerzo y un constante enfrentamiento contra las costumbres y contra las modas imperantes, ya que nunca se podrá hacer lo que se desea, “si uno no es uno mismo con todas sus fuerzas”.
Dicen también que “El barón rampante” tiene mucho que ver con la actitud que mantuvo el autor ante la invasión que llevó a cabo la Unión Soviética sobre Hungría en 1956, actitud que le obligó a abandonar las filas del Partido Comunista, al mostrarse en contra del discurso oficial de éste ante el atropello cometido por el ejército soviético, lo que encajaría a la perfección con el planteamiento de la obra, en donde se propone que hay mantenerse firme ante los postulados que se poseen y en los que se creen, aunque ello suponga tener que abandonar los lugares en los que siempre se ha habitado. Pero más allá de esto, que aunque sea cierto es circunstancial, lo que sugiere el autor, es que hay que tener planteamientos férreos, y que estos siempre tienen que presentarse acompañados de una praxis coherente y adecuada a los mismos, ya que en caso contrario, poco valor podremos ofrecer.
Es posible que se pueda vivir mejor fuera de nosotros que teniéndonos que soportar constantemente, es posible, pues no cabe duda que llevar una vida coherente, sobre todo si la misma es compleja, entraña un esfuerzo que no siempre es posible sobrellevar, pero llega un momento que tampoco se puede vivir, o convivir, con las contradicciones que con el tiempo se han ido acumulando, por lo que es necesario buscar y reencontrar la orientación natural, la que se posee, y dejar todo lo ajeno, lo que no nos pertenece a un lado, aunque el único premio que se consiga con ello sea poder dormir tranquilo cada noche. Cosimo prefirió ser fiel a su promesa, aunque ello le impidió llevar una vida agradable y tener que abandonar entre otras cosas el amor de su vida, antes que tener que soportar una existencia que le obligara a romper con su promesa.
Pero como dije antes, además del tema, me ha llamado la tención lo bien escrita que está la novela, en la que se utiliza un estilo que se adapta a la perfección a la temática ideada, dándole a ésta todo el protagonismo, posibilitando, y este es el objetivo al que siempre hay que aspirar, que una historia de tales características pueda ser soportada de forma agradable por los lectores, pero sobre todo, dándole un valor literario a una trama que hubiera podido diluirse con facilidad durante su desarrollo. “El barón rampante” es una de esas novelas que a pesar de tener un fondo moralista evidente, gracias a la forma en que está trabajada puede ser leída con agrado sin que necesariamente se tenga que entrar en profundidades, como si tan sólo se tratara de un cuento fantástico. Y esto es una virtud de la misma.
Poco más tengo que decir, salvo quizás, que la novela me ha dejado tan buen sabor de boca, en unos tiempos en que difícilmente consigo leer obras interesantes, que estoy deseando hacerme con las otras dos novelas que componen la trilogía “Nuestros antepasados”, pues estoy convencido que con ellas podré conseguir, al menos, pasar unas horas agradables de lectura, lo que siempre es un aliciente.


Martes, 22 de enero de 2013