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LECTURAS
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FADO
(El Fabuloso mundo de nada)
Javier Mije
Acantilado, 2010
Desde que leí su primer trabajo publicado, “El camino de la oruga”, he estado esperando, y la espera ha sido larga, a que apareciera en el mercado alguna nueva obra firmada por Javier Mije con objeto de certificar su calidad literaria, o lo que es lo mismo, para asegurarme que lo que encontré en aquellos relatos no fue producto de la casualidad, de esa extraña suerte que a veces acompaña a los principiantes y que en la mayoría de las ocasiones queda sin continuidad. Recuerdo que en cierta ocasión, hablando con el propio autor sobre el éxito de su primera obra (pues el libro se vendió bien dentro de los reducidos márgenes que en nuestro país supone publicar relatos, y del hecho de que se tratara de un joven autor desconocido por todos y de las excelentes críticas que había recibido), éste me comentó, que le había sorprendido que nadie, absolutamente nadie, había captado la preocupación, o la obsesión que habían originado dichas composiciones. Terrible crítica a la crítica, pero sobre todo a los lectores que habíamos elogiado los diferentes relatos que componían ese su primer libro, lo que me llevó a pensar, o mejor dicho a comprender, que en demasiadas ocasiones, por comodidad, nos quedamos sólo con aquello que con nitidez se deja ver, en lugar, como es nuestra obligación, de intentar averiguar lo que sostiene y se encuentra detrás de los diferentes decorados que consiguen levantarse ante nosotros. La labor de todo buen lector, y por extensión de todo crítico decente, es la de intentar captar aquello que el autor ha querido decir, en suma, la de descubrir el secreto que se oculta y sobre el que se sostiene toda obra literaria de calidad.
Dije al principio, que estaba deseando que apareciera otra obra de Mije para, como esperaba, quedara demostrado de forma definitiva que la flauta no le sonó por casualidad, y así ha sido, ya que “El fabuloso mundo de nada”, al menos en mi opinión, es un conjunto de relatos, y no sólo por la madurez que el autor demuestra en los mismos, que se asienta en un nivel superior al que pudo llegar su primera obra. Lo que en primer lugar me llamó la atención, después de realizar una lectura rápida de los mismos, fue comprobar que Mije seguía tensando la cuerda, lo que significaba, que se trataban de relatos más complejos y elaborados que los anteriores, en donde de nuevo, en lugar de buscar al lector complaciente, se centraba, sin mirar a su alrededor, en las historias que deseaba dejar sobre el papel, no pareciéndole importar demasiado el número de lectores que pudieran acceder a ellas. Lo anterior significa, que su literatura sólo es apta para lectores inteligentes, o al menos para aquellos que se encuentran capacitados para realizar el esfuerzo necesario para intentar no sólo disfrutar, sino también comprender el texto que tienen entre sus manos, lo que, y tal como están las cosas, hay que agradecer.
A pesar de la aparente heterogeneidad de los textos presentados en éste su segundo libro, no cabe duda que existe un hilo conductor que une a los mismos, un substrato común que es abordado desde diferentes temáticas, la dificultad de las relaciones amorosas, y lo frágiles que nos sentimos cuando compartimos la vida con otra persona, pero también la necesidad que nos empuja a recuperar la independencia, la libertad, aunque ello suponga romper con la persona que queremos, con la persona que amamos, pero que no obstante, en más ocasiones de las debidas consigue desestabilizarnos. Parece que Javier Mije fuera el autor de aquella pintada que decora un muro de la calle en la que vivo, la que dice, “Sólo solos somos libres”, ya que creo que esa es la idea, más o menos elaborada, que late en todos sus relatos.
Aunque posiblemente no sea el texto más redondo, he preferido detenerme en un relatos, “Fado”, al estimar que puede ser el más significativo, el que mejor podría representar el espíritu de “El fabuloso mundo de nada”. En “Fado” se encuentran todos los elementos de los que con anterioridad he hablado, el amor hacia otra persona, la distancia física, representada en el hecho de que los dos enamorados vivieran en ciudades alejadas entre sí, pero sobre todo la distancia vital, que hace que uno en ningún momento pueda controlar, como desearía, al estar siempre pendiente de la otra persona, su propia existencia que observa a la deriva, y por supuesto, la necesidad de acabar, aunque no se quiera, con la causa del desasosiego que se padece. En el texto también aparece otra idea que se plasma en la imagen de ese tren que se dirige desde Barcelona a Lisboa, repleto de compartimentos cerrados, lo que subraya el hecho de que todos somos diferentes, y que por tanto, ocupamos un lugar determinado al que nadie, aunque lo intente, podrá acceder. Y ese es el problema, pues el amor en su utópico delirio siempre aspira a encontrar y a poder asentarse en una unidad que nunca, por definición, a pesar de que lo soñemos, se podrá alcanzar. Efectivamente, la cuestión radica en que esa unidad, tan cantada por todos los poetas, sólo podrá ser efectiva cuando uno de los dos enamorados, abandone su lugar en el mundo, el que le corresponde, para trasladarse al que ocupa la persona que quiere, lo que cuando se produce da lugar a la perdida definitiva de la libertad que teóricamente se posee. El protagonista del relato sabe los problemas que le causa la relación amorosa que mantiene, y sabe también, que su libertad, para él sagrada, tampoco no puede pasar por la pérdida de la libertad de la persona que ama, por lo que opta, a pesar del dolor, por dar por finalizada dicha relación, lo que por extensión, parece que nos quiere decir Javier, que una vida saludable en pareja sólo puede existir, cuando uno de los dos miembros entrega su libertad al otro.
“Fado” es un relato complejo, en el que el lector tiene que sumergirse para captar su auténtico significado, un relato en el que se observa la madurez narrativa de Mije, al tiempo que deja claro el tipo de literatura por la que apuesta, alejándose de la costa común en la que tantos otros se acomodan. Espero que la novela en la que trabaja pueda dar a luz en poco tiempo, aunque creo, y lo digo desde el egoísmo, que ese esfuerzo que está realizando, puede dejarnos, al menos durante un tiempo, sin uno de los autores de relatos más interesantes del panorama literario español, lo que no quiere decir, por supuesto, que no esté deseando leer su siempre prometida y por tanto esperada novela.
Lunes, 16 de agosto de 2010