
LECTURAS
(elo.182)
MARCAS DE NACIMIENTO
Nancy Houston
Salamandra, 2006
Uno de los múltiples horrores cometidos por el régimen nacionalsocialista, aunque posiblemente se trate del menos publicitado, fue el rapto de doscientos mil niños de los territorios que mantenía ocupados, de una multitud de niños con rasgos semejantes al de los propios alemanes, que fueron arrancados de sus familias para trasladarlos a Alemania. El objetivo era el de repoblar el país, que estaba sufriendo una sangría demográfica a causa de la guerra, cediéndolos en adopción a familias netamente alemanas.
Hay que reconocer que en tal hecho, que tiene que seguir deshonrando a los alemanes y por extensión a toda la humanidad, se puede encontrar un yacimiento literario de indudable calado, expuesto para que sin dificultad sea explotado por cualquier novelista que busque un tema potente para sus obras. Sí, en él, se puede hallar el decorado y las circunstancias históricas que consigan hacer creíbles una obra de ficción, existiendo sólo un problema, la saturación que pueden sentir los lectores al encontrarse de nuevo con el tan socorrido tema de los horrores que cometieron los nazis durante La Segunda Guerra Mundial, pues dicho argumento, a pesar de todo lo que ha significado y sigue significando, parece, al menos en principio, que ya se encuentra suficientemente explotado. En esta ocasión, no obstante, no se trata de descubrir la realidad de los campos de concentración, ni de subrayar una vez más las vejaciones que padeció el pueblo judío, sino de sacar a la luz pública una cuestión lateral, que aunque sobradamente conocida, en buena medida ha estado ensombrecida por otras de mayor trascendencia.
La literatura, al igual que el cine, posee una gran capacidad para evitar que la memoria historia no se difumine hasta desaparecer, ya que puede contrarrestar la tendencia natural de nuestros mecanismo mentales a intentar evitar u olvidar todo lo que le resulte desagradable, dejando constancia de lo que pasó, e invitando no sólo a recordar lo que aconteció, sino también, lo que es mucho más recomendable, a reflexionar sobre esos acontecimientos. El problema, es que si el acercamiento al tema se produce desde la óptica literaria, en ningún momento se puede olvidar que lo que se está haciendo es literatura, y no, por ejemplo, un ensayo histórico o político. Esto tan lógico, pero que desgraciadamente en muchas ocasiones no se tiene en cuenta, lo tiene presente en todo momento Nancy Houston, que realiza una novela eminentemente literaria, sin olvidar el objetivo de sacar del olvido unos hechos que dejaron constancia del carácter de una determinada ideología, y hasta los extremos que en situaciones límites puede llegar el ser humano.
Para afrontar el tema, la autora canadiense pone en escena a cuatro generaciones de una misma familia, todos ellos señalados por una pequeña marca de nacimiento. La narración se desarrolla en cuatro partes autónomas, que cuando se completan dejan al descubierto el secreto de la familia. Cada uno de los capítulos es narrado por un niño, comenzando por el miembro más joven y acabando por la bisabuela cuando no era más que una cría en los últimos años de la guerra. Esa mirada de los diferentes niños es lo más interesante de la novela, pues ellos, con los elementos con los que podían contar, van intentando comprender lo que ocurre a su alrededor, procesando datos, pero sin llegar a confeccionar una visión de conjunto lo suficientemente amplia, que sí la consigue el lector después de leer cada una de ellas.
Es interesante observar, que a pesar de tener un buen tema, la autora lo desarrolla mediante una estructura compleja, no conformándose con una narración lineal, que seguro le hubiera proporcionado más lectores. Y digo compleja, porque elaborar una obra a cuatro voces, que para colmo son voces de niños, es un ejercicio que no se encuentra al alcance de cualquiera, sobre todo cuando esos niños viven en momentos históricos diferentes. En este caso, la autora logra desarrollar la obra mediante una estructura, que en lugar de ahogarla, consigue aportar a la historia un valor añadido, un valor literario añadido, que la hace mucho más interesante y atractiva, de lo que con otra metodología, con toda seguridad hubiera podido llegar a ser.
Esta interesante novela se encuentra en las antípodas de la novela de vanguardia actual, o al menos de la más significativa de nuestra época, pues a diferencia de ésta, presenta un aceptable equilibrio entre los dos soportes sobre los que siempre se debe sustentar una buena novela, entre la historia que se desea contar y la forma sobre la que se desarrolla. Hoy en día estamos acostumbrado a lo contrario, a argumentos débiles, por no decir banales, que se tratan de magnificar gracias a estructuras construidas desde el ingenio, que indudablemente llaman la atención y que incluso llegan a entretener, pero que son incapaces de mantenerse en la memoria del lector más de una semana, al no haber conseguido ni tan siquiera arraigar en ella.
“Marcas de nacimiento”, como decía, es una novela aceptable, de esas que uno no se arrepiente de haber leído, pero que no deja de ser más que una novela correcta, que me ha posibilitado descubrir a una interesante novelista a la que desconocía.
Martes, 26 de enero de 2010
(elo.182)
MARCAS DE NACIMIENTO
Nancy Houston
Salamandra, 2006
Uno de los múltiples horrores cometidos por el régimen nacionalsocialista, aunque posiblemente se trate del menos publicitado, fue el rapto de doscientos mil niños de los territorios que mantenía ocupados, de una multitud de niños con rasgos semejantes al de los propios alemanes, que fueron arrancados de sus familias para trasladarlos a Alemania. El objetivo era el de repoblar el país, que estaba sufriendo una sangría demográfica a causa de la guerra, cediéndolos en adopción a familias netamente alemanas.
Hay que reconocer que en tal hecho, que tiene que seguir deshonrando a los alemanes y por extensión a toda la humanidad, se puede encontrar un yacimiento literario de indudable calado, expuesto para que sin dificultad sea explotado por cualquier novelista que busque un tema potente para sus obras. Sí, en él, se puede hallar el decorado y las circunstancias históricas que consigan hacer creíbles una obra de ficción, existiendo sólo un problema, la saturación que pueden sentir los lectores al encontrarse de nuevo con el tan socorrido tema de los horrores que cometieron los nazis durante La Segunda Guerra Mundial, pues dicho argumento, a pesar de todo lo que ha significado y sigue significando, parece, al menos en principio, que ya se encuentra suficientemente explotado. En esta ocasión, no obstante, no se trata de descubrir la realidad de los campos de concentración, ni de subrayar una vez más las vejaciones que padeció el pueblo judío, sino de sacar a la luz pública una cuestión lateral, que aunque sobradamente conocida, en buena medida ha estado ensombrecida por otras de mayor trascendencia.
La literatura, al igual que el cine, posee una gran capacidad para evitar que la memoria historia no se difumine hasta desaparecer, ya que puede contrarrestar la tendencia natural de nuestros mecanismo mentales a intentar evitar u olvidar todo lo que le resulte desagradable, dejando constancia de lo que pasó, e invitando no sólo a recordar lo que aconteció, sino también, lo que es mucho más recomendable, a reflexionar sobre esos acontecimientos. El problema, es que si el acercamiento al tema se produce desde la óptica literaria, en ningún momento se puede olvidar que lo que se está haciendo es literatura, y no, por ejemplo, un ensayo histórico o político. Esto tan lógico, pero que desgraciadamente en muchas ocasiones no se tiene en cuenta, lo tiene presente en todo momento Nancy Houston, que realiza una novela eminentemente literaria, sin olvidar el objetivo de sacar del olvido unos hechos que dejaron constancia del carácter de una determinada ideología, y hasta los extremos que en situaciones límites puede llegar el ser humano.
Para afrontar el tema, la autora canadiense pone en escena a cuatro generaciones de una misma familia, todos ellos señalados por una pequeña marca de nacimiento. La narración se desarrolla en cuatro partes autónomas, que cuando se completan dejan al descubierto el secreto de la familia. Cada uno de los capítulos es narrado por un niño, comenzando por el miembro más joven y acabando por la bisabuela cuando no era más que una cría en los últimos años de la guerra. Esa mirada de los diferentes niños es lo más interesante de la novela, pues ellos, con los elementos con los que podían contar, van intentando comprender lo que ocurre a su alrededor, procesando datos, pero sin llegar a confeccionar una visión de conjunto lo suficientemente amplia, que sí la consigue el lector después de leer cada una de ellas.
Es interesante observar, que a pesar de tener un buen tema, la autora lo desarrolla mediante una estructura compleja, no conformándose con una narración lineal, que seguro le hubiera proporcionado más lectores. Y digo compleja, porque elaborar una obra a cuatro voces, que para colmo son voces de niños, es un ejercicio que no se encuentra al alcance de cualquiera, sobre todo cuando esos niños viven en momentos históricos diferentes. En este caso, la autora logra desarrollar la obra mediante una estructura, que en lugar de ahogarla, consigue aportar a la historia un valor añadido, un valor literario añadido, que la hace mucho más interesante y atractiva, de lo que con otra metodología, con toda seguridad hubiera podido llegar a ser.
Esta interesante novela se encuentra en las antípodas de la novela de vanguardia actual, o al menos de la más significativa de nuestra época, pues a diferencia de ésta, presenta un aceptable equilibrio entre los dos soportes sobre los que siempre se debe sustentar una buena novela, entre la historia que se desea contar y la forma sobre la que se desarrolla. Hoy en día estamos acostumbrado a lo contrario, a argumentos débiles, por no decir banales, que se tratan de magnificar gracias a estructuras construidas desde el ingenio, que indudablemente llaman la atención y que incluso llegan a entretener, pero que son incapaces de mantenerse en la memoria del lector más de una semana, al no haber conseguido ni tan siquiera arraigar en ella.
“Marcas de nacimiento”, como decía, es una novela aceptable, de esas que uno no se arrepiente de haber leído, pero que no deja de ser más que una novela correcta, que me ha posibilitado descubrir a una interesante novelista a la que desconocía.
Martes, 26 de enero de 2010