
LECTURAS
(elo.156)
HUNDIDOS Y SALVADOS
Primo Levi
Muchnik Editores, 1.986
El tercer volumen de la famosa trilogía de Primo Levi, realizada sorprendentemente veintitrés años después del segundo, posee un contenido y una intencionalidad diametralmente diferente al de los dos anteriores. Mientras que “Si esto es un hombre” y “La tregua”, se limitaban a contar, con una objetividad absoluta, la dramática experiencia que padeció el autor desde que fue apresado hasta que ya libre pudo regresar a su país, en “Los hundidos y los salvados”, se dedica a reflexionar sobre su propia experiencia y sobre el fenómeno de los campos de concentración y exterminio, lo que sitúa a este texto más cerca del ensayo y de la meditación filosófica que del género testimonial. Parece, que en un principio, la necesidad era la de contar, para publicitar y para que nadie pudiera olvidar lo que realmente sucedió en la trastienda de un conflicto bélico que destruyó media Europa y que transformó el mundo. Se trataba de una necesidad urgente e imperiosa, pues tal y como estaban las cosas, existía también la necesidad contraria, la de pasar página y olvidarlo todo, con objeto de reconstruir, sin lastres adheridos, todo lo que se había destruido, y para comenzar a edificar el nuevo orden que ya aparecía en el horizonte. En la vorágine que se produjo después de la rendición alemana, nadie parecía dispuesto a centrarse en pormenores, como en el exterminio de tantos y tantos miles de seres humanos, pues había, existían otras cuestiones mucho más importantes que afrontar, en las que se tenían que depositar todas las energías disponibles. Sí, el asunto de los campos de concentración, posiblemente por tratarse de algo tan engorroso, tenía todas las posibilidades de pasar a convertirse en una cuestión marginal, que quedara con el tiempo solapada y diluida en el olvido, eclipsada por los imperiosos problemas del momento. Había, pues, que contar lo sucedido y había que hacerlo de forma urgente, pues se corría el riesgo, de que una vez pasado el tiempo, todo lo que allí ocurrió pudiera parecer increíble, el fruto de mentes imaginativas, que sólo buscaban un protagonismo del que siempre habían carecido. Por ello, sabedor de la importancia de los acontecimientos que había vivido, que para él, “eran el hecho central, la mancha del siglo”, se sintió en la necesidad de narrar todo lo que sus ojos vieron y todo lo que tuvo que padecer. En contra de lo que imaginaba, la publicación de “Si esto es un hombre”, no tuvo, al menos en un primer momento, la difusión ni la repercusión que de un texto de tal calibre se podría esperar, lo que delata el escaso interés que despertaba el tema en aquellos momentos, pues a pesar de editarse sólo dos mil quinientos ejemplares, no consiguieron venderse ni tan siquiera la totalidad de los mismos, por lo que tuvo razón el propio Levi cuando con posterioridad afirmó, “que la verdad sobre los lager había ido saliendo a la luz, a través de un camino largo y una puerta estrecha”, pues sólo poco a poco, el libro se convirtió en un texto esencial con ventas millonarias en todo el mundo, consiguiendo por sí sólo, alumbrar un periodo tan oscuro y dramático para la humanidad. Con ese libro y los que le siguieron, Levi pudo dedicarse a la tarea a la que se vio encomendado, la de recordar lo que sucedió en los lager, la de recordar por los que murieron, la de recordar para que no se olvidara nunca lo que allí tuvo lugar, ya que un drama como ese, “de dimensiones planetarias y seculares”, debería en todo momento estar presente en la memoria de todos los seres humanos, al menos para que nunca volviera a repetirse. El italiano siguió escribiendo sobre el tema, escribiendo y dando conferencias, al tiempo que seguía trabajando como químico en Turín, ejerciendo un sacerdocio, cuyo único objetivo, era que nadie, absolutamente nadie, pudiera olvidar lo que acaeció en el corazón mismo de la civilizada Europa.
Levi fue un privilegiado, ya que fue uno de los poco que pudo volver del infierno, hecho del que en todo momento fue consciente, y también, de que los mejores, los que había en realidad “tocado fondo”, se habían quedado en Auschwitz, lo que le obligaba a sentirse un superviviente, un salvado entre tantos y tantos hundidos.
En este texto en lugar de narrar, como comenté en un principio, el autor se dedica a reflexionar, a intentar responder a los múltiples interrogantes que quedaron en el aire, y que difícilmente podrían aclararse, y a subrayar determinados hechos, que al ser los lager auténticos laboratorios sociales, quedaron en evidencia. Interesante, sin duda, es el tema de la culpabilidad alemana, es decir, el de la culpabilidad de la sociedad alemana en su conjunto, pues aunque aún muchos se inclinan a creer, que la culpa fue sólo de una minoría, Levi estaba convencido, que sin la complicidad, sin la complicidad criminal de una importante mayoría de alemanes, nada de lo que sucedió hubiera podido llevarse a cabo. Según él, los lager, los campos de concentración y exterminio, proporcionaban una mano de obra abundante y gratuita a importantes sociedades industriales, a granjas agrícolas, a fábricas de armamentos, en definitiva, que no se trataban de islas aisladas, sino que se encontraban estrechamente ligados a la vida cotidiana de la sociedad alemana, pues un elevado número de alemanes, tenían conocimiento directo o indirecto de lo que en aquellos lugares sucedía. Por ello nunca creyó que todo fuera obra de una reducida minoría, de unos militares e ideólogos que impusieron sus opiniones y sus prácticas al resto de la sociedad, pues aunque era consciente del poder y de la fortaleza de estado autoritario alemán, también lo era, de que históricamente ningún estado totalitario había sido perfecto, ni tan siquiera el alemán, lo que dejaba descubierto el vergonzoso hecho, de que nunca se observó una disidencia significativa por parte de la población alemana, por lo que su diagnóstico siempre fue implacable: el pueblo alemán, y no sólo sus élites políticas, fue culpable, culpable del atroz atentado que se realizó contra la humanidad. También me ha llamado la atención otra reflexión de Levi, y es, la de que aquellos que tenían una fe, una creencia que trascendiera a su cotidianidad, fuera ésta una religión o una ideología, se encontraron en mejores condiciones que los agnósticos para soportar lo que allí tuvieron que padecer. Parece, que cuando uno se siente parte de un todo, y no un ser aislado, puede resistir mejor, posiblemente, porque los sufrimientos que uno tiene que soportar, quedan, o pueden quedar justificados, en aras de esa idea superior, ya sea el futuro y definitivo triunfo del proletariado, o la vida eterna que prometen todas las religiones, que evidentemente se encuentra después de la muerte. Como las anteriores, en el texto se plantean otras múltiples reflexiones que obligan al lector a recapacitar sobre la condición humana, por lo que “Hundidos y salvados”, es un texto clave, en mi opinión el mejor de la trilogía, que sirve para comprender mejor, no sólo lo que ocurrió en los terribles campos de concentración nacionalsocialistas, sino al ser humano.
Curiosamente, poco después de la publicación de este texto, quiero pensar que porque el autor comprendió que su misión había finalizado, y que ya no hacía falta seguir repitiendo y repitiendo lo que tantas veces contó, por la sencilla razón de que su mensaje ya había calado y había sido asumido por el subconsciente colectivo de la humanidad, Primo Levi puso fin voluntariamente a su vida.
Creo para finalizar, que Primo Levi cumplió a la perfección con su tarea, la de recordarnos a todos hasta donde puede llegar el ser humano cuando no existen controles, que puedan controlar y contrarrestar algunas de sus tendencias más endemoniadas.
Jueves, 14 de mayo de 2.009
(elo.156)
HUNDIDOS Y SALVADOS
Primo Levi
Muchnik Editores, 1.986
El tercer volumen de la famosa trilogía de Primo Levi, realizada sorprendentemente veintitrés años después del segundo, posee un contenido y una intencionalidad diametralmente diferente al de los dos anteriores. Mientras que “Si esto es un hombre” y “La tregua”, se limitaban a contar, con una objetividad absoluta, la dramática experiencia que padeció el autor desde que fue apresado hasta que ya libre pudo regresar a su país, en “Los hundidos y los salvados”, se dedica a reflexionar sobre su propia experiencia y sobre el fenómeno de los campos de concentración y exterminio, lo que sitúa a este texto más cerca del ensayo y de la meditación filosófica que del género testimonial. Parece, que en un principio, la necesidad era la de contar, para publicitar y para que nadie pudiera olvidar lo que realmente sucedió en la trastienda de un conflicto bélico que destruyó media Europa y que transformó el mundo. Se trataba de una necesidad urgente e imperiosa, pues tal y como estaban las cosas, existía también la necesidad contraria, la de pasar página y olvidarlo todo, con objeto de reconstruir, sin lastres adheridos, todo lo que se había destruido, y para comenzar a edificar el nuevo orden que ya aparecía en el horizonte. En la vorágine que se produjo después de la rendición alemana, nadie parecía dispuesto a centrarse en pormenores, como en el exterminio de tantos y tantos miles de seres humanos, pues había, existían otras cuestiones mucho más importantes que afrontar, en las que se tenían que depositar todas las energías disponibles. Sí, el asunto de los campos de concentración, posiblemente por tratarse de algo tan engorroso, tenía todas las posibilidades de pasar a convertirse en una cuestión marginal, que quedara con el tiempo solapada y diluida en el olvido, eclipsada por los imperiosos problemas del momento. Había, pues, que contar lo sucedido y había que hacerlo de forma urgente, pues se corría el riesgo, de que una vez pasado el tiempo, todo lo que allí ocurrió pudiera parecer increíble, el fruto de mentes imaginativas, que sólo buscaban un protagonismo del que siempre habían carecido. Por ello, sabedor de la importancia de los acontecimientos que había vivido, que para él, “eran el hecho central, la mancha del siglo”, se sintió en la necesidad de narrar todo lo que sus ojos vieron y todo lo que tuvo que padecer. En contra de lo que imaginaba, la publicación de “Si esto es un hombre”, no tuvo, al menos en un primer momento, la difusión ni la repercusión que de un texto de tal calibre se podría esperar, lo que delata el escaso interés que despertaba el tema en aquellos momentos, pues a pesar de editarse sólo dos mil quinientos ejemplares, no consiguieron venderse ni tan siquiera la totalidad de los mismos, por lo que tuvo razón el propio Levi cuando con posterioridad afirmó, “que la verdad sobre los lager había ido saliendo a la luz, a través de un camino largo y una puerta estrecha”, pues sólo poco a poco, el libro se convirtió en un texto esencial con ventas millonarias en todo el mundo, consiguiendo por sí sólo, alumbrar un periodo tan oscuro y dramático para la humanidad. Con ese libro y los que le siguieron, Levi pudo dedicarse a la tarea a la que se vio encomendado, la de recordar lo que sucedió en los lager, la de recordar por los que murieron, la de recordar para que no se olvidara nunca lo que allí tuvo lugar, ya que un drama como ese, “de dimensiones planetarias y seculares”, debería en todo momento estar presente en la memoria de todos los seres humanos, al menos para que nunca volviera a repetirse. El italiano siguió escribiendo sobre el tema, escribiendo y dando conferencias, al tiempo que seguía trabajando como químico en Turín, ejerciendo un sacerdocio, cuyo único objetivo, era que nadie, absolutamente nadie, pudiera olvidar lo que acaeció en el corazón mismo de la civilizada Europa.
Levi fue un privilegiado, ya que fue uno de los poco que pudo volver del infierno, hecho del que en todo momento fue consciente, y también, de que los mejores, los que había en realidad “tocado fondo”, se habían quedado en Auschwitz, lo que le obligaba a sentirse un superviviente, un salvado entre tantos y tantos hundidos.
En este texto en lugar de narrar, como comenté en un principio, el autor se dedica a reflexionar, a intentar responder a los múltiples interrogantes que quedaron en el aire, y que difícilmente podrían aclararse, y a subrayar determinados hechos, que al ser los lager auténticos laboratorios sociales, quedaron en evidencia. Interesante, sin duda, es el tema de la culpabilidad alemana, es decir, el de la culpabilidad de la sociedad alemana en su conjunto, pues aunque aún muchos se inclinan a creer, que la culpa fue sólo de una minoría, Levi estaba convencido, que sin la complicidad, sin la complicidad criminal de una importante mayoría de alemanes, nada de lo que sucedió hubiera podido llevarse a cabo. Según él, los lager, los campos de concentración y exterminio, proporcionaban una mano de obra abundante y gratuita a importantes sociedades industriales, a granjas agrícolas, a fábricas de armamentos, en definitiva, que no se trataban de islas aisladas, sino que se encontraban estrechamente ligados a la vida cotidiana de la sociedad alemana, pues un elevado número de alemanes, tenían conocimiento directo o indirecto de lo que en aquellos lugares sucedía. Por ello nunca creyó que todo fuera obra de una reducida minoría, de unos militares e ideólogos que impusieron sus opiniones y sus prácticas al resto de la sociedad, pues aunque era consciente del poder y de la fortaleza de estado autoritario alemán, también lo era, de que históricamente ningún estado totalitario había sido perfecto, ni tan siquiera el alemán, lo que dejaba descubierto el vergonzoso hecho, de que nunca se observó una disidencia significativa por parte de la población alemana, por lo que su diagnóstico siempre fue implacable: el pueblo alemán, y no sólo sus élites políticas, fue culpable, culpable del atroz atentado que se realizó contra la humanidad. También me ha llamado la atención otra reflexión de Levi, y es, la de que aquellos que tenían una fe, una creencia que trascendiera a su cotidianidad, fuera ésta una religión o una ideología, se encontraron en mejores condiciones que los agnósticos para soportar lo que allí tuvieron que padecer. Parece, que cuando uno se siente parte de un todo, y no un ser aislado, puede resistir mejor, posiblemente, porque los sufrimientos que uno tiene que soportar, quedan, o pueden quedar justificados, en aras de esa idea superior, ya sea el futuro y definitivo triunfo del proletariado, o la vida eterna que prometen todas las religiones, que evidentemente se encuentra después de la muerte. Como las anteriores, en el texto se plantean otras múltiples reflexiones que obligan al lector a recapacitar sobre la condición humana, por lo que “Hundidos y salvados”, es un texto clave, en mi opinión el mejor de la trilogía, que sirve para comprender mejor, no sólo lo que ocurrió en los terribles campos de concentración nacionalsocialistas, sino al ser humano.
Curiosamente, poco después de la publicación de este texto, quiero pensar que porque el autor comprendió que su misión había finalizado, y que ya no hacía falta seguir repitiendo y repitiendo lo que tantas veces contó, por la sencilla razón de que su mensaje ya había calado y había sido asumido por el subconsciente colectivo de la humanidad, Primo Levi puso fin voluntariamente a su vida.
Creo para finalizar, que Primo Levi cumplió a la perfección con su tarea, la de recordarnos a todos hasta donde puede llegar el ser humano cuando no existen controles, que puedan controlar y contrarrestar algunas de sus tendencias más endemoniadas.
Jueves, 14 de mayo de 2.009
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