viernes, 19 de junio de 2009

Vía revolucionaria


LECTURAS
(elo.157)

VÍA REVOLUCIONARIA
Richard Yates
Alfaguara, 1.961

El síndrome Bovary, el que de forma constante, empuja al que lo padece a pensar y a soñar en lo que debería de ser su vida en lugar de centrarse en la que es, resulta letal por necesidad, entre otras razones, porque impide saborear la vida que realmente se vive, en aras de otras que nunca han existido más que en la imaginación de quien la anhela. Es una patología que imposibilita esos mínimos de felicidad y de armonía, tan necesarios para llevar una existencia saludable, ya que instala al que la sufre, en el reino de la insatisfacción y del desasosiego permanente. Se podría decir, sin embargo, que la insatisfacción es la causa de que la historia siga avanzando, lo que nos obliga a trabajar día a día, con la intención de mejorar tanto lo que somos como el mundo que nos rodea, pero lo anterior, tan propio de la cultura occidental, posee un lado oscuro e incluso tenebroso, pues al mismo tiempo posee la virtud de destrozar la vida de los que se toman demasiado en serio el ideal que a lo largo del tiempo han ido tejiendo, ideal que en la mayoría de las ocasiones resulta inalcanzable. El estilo de vida occidental, siempre, para lo bueno y para lo malo, se ha distinguido por obligarnos a correr sin descanso con la intención tratar de alcanzar la zanahoria del deber ser, que indudablemente ha posibilitado, en principio, las más altas cotas de calidad de vida que históricamente se han podido alcanzar, a pesar de que también ha provocado unas tasas de desarraigo no igualadas, ni de lejos por otras culturas. Entre ese quiero y no puedo, se localiza el telón de Aquiles de nuestra civilización, el centro neurálgico que de forma constante se trata de ocultar, con objeto de intentar paliar, con gratificaciones de todo tipo, la insatisfacción, ese mal de nuestra época, que de forma callada pero tenaz, está corroyendo y destruyendo al hombre contemporáneo. Sí, el ser humano de nuestros días, sobre todo el que desarrolla su existencia en Occidente, evidentemente no se puede quejar de su calidad de vida, pero sin embargo, a pesar de no faltarle de nada, padece un extraño malestar, que se oculta detrás del elevado de número de depresiones que se diagnostican, y también, aunque a cualquier antepasado nuestro le pudiera resultar extraño, en el desencanto generalizado, que ante su propia existencia, padecen importantes sectores de nuestras sociedades. Algo pasa, y ese algo posiblemente tenga que ver, con el hecho de que tradicionalmente se ha dado más importancia a los elementos y a los factores materiales, tan importantes para nuestra existencia, que a los espirituales, que casi siempre, a pesar de ser esenciales para cimentar nuestra estabilidad, se han querido relegar a un segundo o a un tercer plano, olvidándose aquello tan repetido de “que no sólo de pan vive el hombre”. Parece, por tanto, que el hombre de nuestros día cuenta con dos vertientes, una generosamente repoblada con múltiples y variadas especies arbóreas, bien regadas y cuidadas, pero con otra semidesértica, lo que convierte al individuo contemporáneo en un ser descompensado, que carece, si bien no de lo más importante, sí de lo esencial.
En tal brecha introduce Richard Yates su pluma, dejando una novela marcadamente norteamericana, en donde dibuja la vida de un matrimonio, en el que ella, no podía soportar por más tiempo la mortecina existencia de clase media en la que se hundía, al estar convencida de que existía otra diferente, más plena, en la que podría ser feliz. Para salir de tal situación, trata de convencer a su marido, para que este abandone el cómodo pero mediocre empleo que poseía, para poder, juntos, trasladarse a Europa, en donde por fin, hacer realidad la vida con la que tanto había soñado. Pero todo sale mal, hecho que la conduce al suicidio después de practicarse un aborto casero.
No conocía a Richard Yates, aunque el año pasado, vi la película que sobre esta novela realizó Sam Mendes, que sin duda fue la que más me impresionó de las muchas que vi la pasada temporada. No me gusta leer novelas cuya versión cinematográfica he visto con anterioridad, ni tampoco lo contrario, pero al escuchar en repetidas ocasiones, por parte de un amigo cuyos gustos literarios respeto, que se trataba de una obra más que interesante, no tuve más remedio que hacerme con ella y leerla, comprendiendo al instante, que la versión llevada a la gran pantalla se encontraba a la misma altura que el texto, consiguiendo sorprenderme de principio a fin, a pesar de conocer ya la historia, lo que no suele ocurrir. Con anterioridad afirmé, que “Vía revolucionaria” era una novela marcadamente norteamericana, con lo que quise decir sencillamente, para comenzar, que se encuadra a la perfección dentro de los parámetros de una narrativa, que cada día que pasa me interesa más, la literatura de calidad norteamericana, recordándome para colmo, y mucho, a otros autores que admiro, sobre todo a Cheever. Esa forma de entender la literatura se distingue, y eso creo que todo lector debería de agradecerlo, sobre todo en un periodo en donde la novela se mantiene paralizada ante su incierto futuro, en basarse en historias potentes, tratadas con un realismo absoluto, que intenta dejar al descubierto los problemas ante los que tiene que enfrentarse el ser humano, en un época en donde las preocupaciones materiales parece que han quedado definitivamente atrás. Es un tipo de literatura, que sigue pensando, que para afrontar determinados temas, en lugar de huir de la realidad, es fundamental zambullirse en ella, para dejar al descubierto, la erosión que tal realidad provoca en ese hombre en principio tan satisfecho que puebla nuestras sociedades. Para colmo tiene la facultad, de reconciliar al lector con la novela, pues otra de sus características, es la de ser accesible, al poseer un lenguaje y unas estructuras diáfanas, que a diferencia de otras formas de entender la literatura, empeñadas en alejarse cada día más de la comunidad de lectores, trata por todos los medios, sin abandonar en ningún momento la calidad, de presentarse abierta a todos los públicos. Pero pese a lo anterior, es una literatura que en ningún caso puede considerarse ligth, pues casi siempre, tiene la facultad de dejar al lector una sensación extraña, una amarga sensación de fracaso que nada tiene que ver con el espejismo del publicitado hombre de nuestro tiempo.

Domingo, 24 de mayo de 2009

jueves, 4 de junio de 2009

Hundidos y salvados


LECTURAS
(elo.156)

HUNDIDOS Y SALVADOS
Primo Levi
Muchnik Editores, 1.986

El tercer volumen de la famosa trilogía de Primo Levi, realizada sorprendentemente veintitrés años después del segundo, posee un contenido y una intencionalidad diametralmente diferente al de los dos anteriores. Mientras que “Si esto es un hombre” y “La tregua”, se limitaban a contar, con una objetividad absoluta, la dramática experiencia que padeció el autor desde que fue apresado hasta que ya libre pudo regresar a su país, en “Los hundidos y los salvados”, se dedica a reflexionar sobre su propia experiencia y sobre el fenómeno de los campos de concentración y exterminio, lo que sitúa a este texto más cerca del ensayo y de la meditación filosófica que del género testimonial. Parece, que en un principio, la necesidad era la de contar, para publicitar y para que nadie pudiera olvidar lo que realmente sucedió en la trastienda de un conflicto bélico que destruyó media Europa y que transformó el mundo. Se trataba de una necesidad urgente e imperiosa, pues tal y como estaban las cosas, existía también la necesidad contraria, la de pasar página y olvidarlo todo, con objeto de reconstruir, sin lastres adheridos, todo lo que se había destruido, y para comenzar a edificar el nuevo orden que ya aparecía en el horizonte. En la vorágine que se produjo después de la rendición alemana, nadie parecía dispuesto a centrarse en pormenores, como en el exterminio de tantos y tantos miles de seres humanos, pues había, existían otras cuestiones mucho más importantes que afrontar, en las que se tenían que depositar todas las energías disponibles. Sí, el asunto de los campos de concentración, posiblemente por tratarse de algo tan engorroso, tenía todas las posibilidades de pasar a convertirse en una cuestión marginal, que quedara con el tiempo solapada y diluida en el olvido, eclipsada por los imperiosos problemas del momento. Había, pues, que contar lo sucedido y había que hacerlo de forma urgente, pues se corría el riesgo, de que una vez pasado el tiempo, todo lo que allí ocurrió pudiera parecer increíble, el fruto de mentes imaginativas, que sólo buscaban un protagonismo del que siempre habían carecido. Por ello, sabedor de la importancia de los acontecimientos que había vivido, que para él, “eran el hecho central, la mancha del siglo”, se sintió en la necesidad de narrar todo lo que sus ojos vieron y todo lo que tuvo que padecer. En contra de lo que imaginaba, la publicación de “Si esto es un hombre”, no tuvo, al menos en un primer momento, la difusión ni la repercusión que de un texto de tal calibre se podría esperar, lo que delata el escaso interés que despertaba el tema en aquellos momentos, pues a pesar de editarse sólo dos mil quinientos ejemplares, no consiguieron venderse ni tan siquiera la totalidad de los mismos, por lo que tuvo razón el propio Levi cuando con posterioridad afirmó, “que la verdad sobre los lager había ido saliendo a la luz, a través de un camino largo y una puerta estrecha”, pues sólo poco a poco, el libro se convirtió en un texto esencial con ventas millonarias en todo el mundo, consiguiendo por sí sólo, alumbrar un periodo tan oscuro y dramático para la humanidad. Con ese libro y los que le siguieron, Levi pudo dedicarse a la tarea a la que se vio encomendado, la de recordar lo que sucedió en los lager, la de recordar por los que murieron, la de recordar para que no se olvidara nunca lo que allí tuvo lugar, ya que un drama como ese, “de dimensiones planetarias y seculares”, debería en todo momento estar presente en la memoria de todos los seres humanos, al menos para que nunca volviera a repetirse. El italiano siguió escribiendo sobre el tema, escribiendo y dando conferencias, al tiempo que seguía trabajando como químico en Turín, ejerciendo un sacerdocio, cuyo único objetivo, era que nadie, absolutamente nadie, pudiera olvidar lo que acaeció en el corazón mismo de la civilizada Europa.
Levi fue un privilegiado, ya que fue uno de los poco que pudo volver del infierno, hecho del que en todo momento fue consciente, y también, de que los mejores, los que había en realidad “tocado fondo”, se habían quedado en Auschwitz, lo que le obligaba a sentirse un superviviente, un salvado entre tantos y tantos hundidos.
En este texto en lugar de narrar, como comenté en un principio, el autor se dedica a reflexionar, a intentar responder a los múltiples interrogantes que quedaron en el aire, y que difícilmente podrían aclararse, y a subrayar determinados hechos, que al ser los lager auténticos laboratorios sociales, quedaron en evidencia. Interesante, sin duda, es el tema de la culpabilidad alemana, es decir, el de la culpabilidad de la sociedad alemana en su conjunto, pues aunque aún muchos se inclinan a creer, que la culpa fue sólo de una minoría, Levi estaba convencido, que sin la complicidad, sin la complicidad criminal de una importante mayoría de alemanes, nada de lo que sucedió hubiera podido llevarse a cabo. Según él, los lager, los campos de concentración y exterminio, proporcionaban una mano de obra abundante y gratuita a importantes sociedades industriales, a granjas agrícolas, a fábricas de armamentos, en definitiva, que no se trataban de islas aisladas, sino que se encontraban estrechamente ligados a la vida cotidiana de la sociedad alemana, pues un elevado número de alemanes, tenían conocimiento directo o indirecto de lo que en aquellos lugares sucedía. Por ello nunca creyó que todo fuera obra de una reducida minoría, de unos militares e ideólogos que impusieron sus opiniones y sus prácticas al resto de la sociedad, pues aunque era consciente del poder y de la fortaleza de estado autoritario alemán, también lo era, de que históricamente ningún estado totalitario había sido perfecto, ni tan siquiera el alemán, lo que dejaba descubierto el vergonzoso hecho, de que nunca se observó una disidencia significativa por parte de la población alemana, por lo que su diagnóstico siempre fue implacable: el pueblo alemán, y no sólo sus élites políticas, fue culpable, culpable del atroz atentado que se realizó contra la humanidad. También me ha llamado la atención otra reflexión de Levi, y es, la de que aquellos que tenían una fe, una creencia que trascendiera a su cotidianidad, fuera ésta una religión o una ideología, se encontraron en mejores condiciones que los agnósticos para soportar lo que allí tuvieron que padecer. Parece, que cuando uno se siente parte de un todo, y no un ser aislado, puede resistir mejor, posiblemente, porque los sufrimientos que uno tiene que soportar, quedan, o pueden quedar justificados, en aras de esa idea superior, ya sea el futuro y definitivo triunfo del proletariado, o la vida eterna que prometen todas las religiones, que evidentemente se encuentra después de la muerte. Como las anteriores, en el texto se plantean otras múltiples reflexiones que obligan al lector a recapacitar sobre la condición humana, por lo que “Hundidos y salvados”, es un texto clave, en mi opinión el mejor de la trilogía, que sirve para comprender mejor, no sólo lo que ocurrió en los terribles campos de concentración nacionalsocialistas, sino al ser humano.
Curiosamente, poco después de la publicación de este texto, quiero pensar que porque el autor comprendió que su misión había finalizado, y que ya no hacía falta seguir repitiendo y repitiendo lo que tantas veces contó, por la sencilla razón de que su mensaje ya había calado y había sido asumido por el subconsciente colectivo de la humanidad, Primo Levi puso fin voluntariamente a su vida.
Creo para finalizar, que Primo Levi cumplió a la perfección con su tarea, la de recordarnos a todos hasta donde puede llegar el ser humano cuando no existen controles, que puedan controlar y contrarrestar algunas de sus tendencias más endemoniadas.

Jueves, 14 de mayo de 2.009