viernes, 18 de octubre de 2013

La fiesta del chivo

LECTURAS
(elo.286)

LA FIESTA DEL CHIVO
Mario Vargas Llosa
Alfaguara,

Desde hace algún tiempo tenía previsto volver a leer esta novela, que para muchos es la última gran novela de Vargas Llosa, y hasta ahora la he tenido pendiente, sin dar nunca el paso necesario, siempre dejando esa relectura para más adelante, porque “La fiesta del chivo” no me había, cuando la leí hace ya algunos años, gustado demasiado. Tengo que reconocer, pese a haber leído creo que toda su obra, que soy bastante crítico con el escritor peruano, y lo soy, porque me encuentro entre los muchos que estiman que es uno de los grandes novelistas existentes, pero también entre los pocos que se atreven a afirmar que me ha defraudado, pues su capacidad para la narrativa, al menos en su segunda etapa, la que para mí comienza con “La guerra del fin del mundo”, ha estado por debajo, a veces muy por debajo de las expectativas, de las enormes expectativas que sus novelas siempre han despertado entre sus lectores habituales. Este puede que sea el motivo, el de comparar lo que publica con lo que hubiera podido publicar, y siempre basándome en la capacidad que sé que posee para su oficio, por lo que las críticas que le he venido realizando a las novelas de Vargas llosa, sobre todo a las últimas, posiblemente no hayan sido todo lo ponderadas que hubieran podido ser, pues soy consciente que he leído otras novelas, de otros autores, de un nivel mucho más bajo que las suyas, que no he criticado con la misma dureza, al haber caído voluntariamente en la trampa, que a pesar de todo creo lógica, de exigirle más a quien sé que puede dar más, al tiempo que apoyar y alentar a los que incluso les cuesta trabajo hacer lo que mejor saben hacer. No obstante, a pesar de considerar que Vargas Llosa hace tiempo que ya no aporta nada en el plano literario, me he sumergido en esta novela, intentando dejar mis prejuicios a un lado, con objeto de calibrar de la forma más objetiva posible una novela, que para muchos es la mejor, la más compleja y ambiciosa, de las escritas por el Nobel peruano.
“La fiesta del chivo” parte de un proyecto complejo, el de narrar “el reinado” de uno de los grandes dictadores sudamericanos, pero a diferencia de otros autores de su generación, pues esas legendarias figuras siempre han estado entre sus obsesiones literarias, partiendo de un dictador real, de alguien que gobernó e impuso su voluntad realmente sobre su pueblo, de Rafael Leónidas Trujillo, el Generalísimo que dirigió los destinos de la República Dominicana durante demasiados años hasta que un atentado acabó con su vida. Otros autores optaron por inventarse a su dictador particular, lo que sin duda les aportó un mayor margen de maniobra, pero Vargas Llosa, posiblemente porque desde hace un tiempo prefiere “tocar tierra”, cuando se embarcó en este proyecto literario se agarra y toma como modelo a uno de los mayores sátrapas sudamericanos, lo que si en un principio le pudo limitar, también le ha podido servir para encuadrar a la perfección el objetivo de su trabajo, sin temer a perderse en los vericuetos que siempre abre la imaginación.
No quiero entrar a comentar esa necesidad, que desde hace algún tiempo, tiene el autor peruano de “agarrarse” a modelos existentes para afianzar sus construcciones literarias, como también hizo en su última novela “El sueño del celta”, pero creo que ese camino resulta o puede resultar bastante restrictivo, frente a las enormes posibilidades que ofrece la ficción, aunque la vertiente positiva de tal actitud, puede servir para conocer y analizar mejor lo que realmente ocurrió, sirviendo para dejar sobre la mesa datos que obliguen a la reflexión. Pero a pesar de lo anterior, hay que reconocer que la personalidad de Trujillo era lo suficientemente desmesurada, para que cualquiera que no conociera su existencia, pudiera creer después de haber leído la novela, que el protagonista de la misma no era más que un producto de la calenturienta imaginación de Vargas Llosa.
Creo que el objetivo del autor, aparte de recordarle a sus lectores el hecho de que haya existido alguien tan siniestro como Trujillo, era el de analizar los sutiles mecanismos sobre los que se sustentaba su poder, además por supuesto de dejar patente la brutalidad con la que actuaba, lo que obligaba a individuos muy superiores intelectualmente, a subordinarse a su personalidad, y no precisamente, o no sólo, para obtener prerrogativas políticas y económicas. Trujillo, según se deja entrever en la novela, tenía algo, un don especial, que obligaba a los demás a obedecer, a dar incluso su vida y lo más preciado que tenían por él, posiblemente porque Trujillo sobre todo representaba el liderazgo y el poder.
Vargas Llosa construye la novela apoyándose en tres pilares fundamentales, sobre tres planos separados, la historia de una exiliada que treinta y cinco años después vuelve a su país, reencontrándose y enfrentándose a la historia que dejó atrás; la del grupo de individuos, cada uno con sus motivaciones, que atentaron contra el Generalísimo, y por último la visión que surge del propio Trujillo, que es la que ilumina su realidad más cercana. Tres visiones que consiguen tejer un retrato bastante completo de lo que fue el régimen trujillista, deteniéndose para prestarle especial atención, en el singular magnetismo que tenía el presidente, en esa misteriosa fuerza que siempre conseguía que todos los que se encontraban cerca de él, se sintieran en la obligación de tener que agachar la cabeza.
No cabe duda que “La fiesta del chivo” es una buena novela, y lo es sobre todo, porque el autor consigue plasmar en ella, de forma plausible, los objetivos que se impuso, pues gracias a su oficio, del que nadie puede a estas alturas dudar, consigue dejar una novela bastante aseada a la que difícilmente se le puede reprochar nada. Sí, “La fiesta del chivo” es una novela aseada y muy digna, pero a pesar de que comparta la opinión de los que afirman que es la mejor novela que ha escrito en los últimos años, creo que se encuentra bastante alejada de otras del autor, sobre todo de las que escribió en su primera etapa, y de lo que se podría por tanto esperar de él, aunque el peruano, desde hace ya bastantes años, parece que limita sólo a construir novelas correctas, sin arriesgar nada como al principio hacía, en las que cualquier lector, desde un principio, sabe lo que ocurrirá en las mismas, lo que está convirtiendo a Vargas Llosa en un novelista al que hay que seguir leyendo, porque sin duda es uno de los grandes maestros, pero del que pocas sorpresas se pueden ya esperar.

Martes, 16 de julio de 2013