LECTURAS
(elo.286)
LA
FIESTA DEL CHIVO
Mario
Vargas Llosa
Alfaguara,
Desde
hace algún tiempo tenía previsto volver a leer esta novela, que
para muchos es la última gran novela de Vargas Llosa, y hasta ahora
la he tenido pendiente, sin dar nunca el paso necesario, siempre
dejando esa relectura para más adelante, porque “La fiesta del
chivo” no me había, cuando la leí hace ya algunos años, gustado
demasiado. Tengo que reconocer, pese a haber leído creo que toda su
obra, que soy bastante crítico con el escritor peruano, y lo soy,
porque me encuentro entre los muchos que estiman que es uno de los
grandes novelistas existentes, pero también entre los pocos que se
atreven a afirmar que me ha defraudado, pues su capacidad para la
narrativa, al menos en su segunda etapa, la que para mí comienza con
“La guerra del fin del mundo”, ha estado por debajo, a veces muy
por debajo de las expectativas, de las enormes expectativas que sus
novelas siempre han despertado entre sus lectores habituales. Este
puede que sea el motivo, el de comparar lo que publica con lo que
hubiera podido publicar, y siempre basándome en la capacidad que sé
que posee para su oficio, por lo que las críticas que le he venido
realizando a las novelas de Vargas llosa, sobre todo a las últimas,
posiblemente no hayan sido todo lo ponderadas que hubieran podido
ser, pues soy consciente que he leído otras novelas, de otros
autores, de un nivel mucho más bajo que las suyas, que no he
criticado con la misma dureza, al haber caído voluntariamente en la
trampa, que a pesar de todo creo lógica, de exigirle más a quien sé
que puede dar más, al tiempo que apoyar y alentar a los que incluso
les cuesta trabajo hacer lo que mejor saben hacer. No obstante, a
pesar de considerar que Vargas Llosa hace tiempo que ya no aporta
nada en el plano literario, me he sumergido en esta novela,
intentando dejar mis prejuicios a un lado, con objeto de calibrar de
la forma más objetiva posible una novela, que para muchos es la
mejor, la más compleja y ambiciosa, de las escritas por el Nobel
peruano.
“La
fiesta del chivo” parte de un proyecto complejo, el de narrar “el
reinado” de uno de los grandes dictadores sudamericanos, pero a
diferencia de otros autores de su generación, pues esas legendarias
figuras siempre han estado entre sus obsesiones literarias, partiendo
de un dictador real, de alguien que gobernó e impuso su voluntad
realmente sobre su pueblo, de Rafael Leónidas Trujillo, el
Generalísimo que dirigió los destinos de la República Dominicana
durante demasiados años hasta que un atentado acabó con su vida.
Otros autores optaron por inventarse a su dictador particular, lo que
sin duda les aportó un mayor margen de maniobra, pero Vargas Llosa,
posiblemente porque desde hace un tiempo prefiere “tocar tierra”,
cuando se embarcó en este proyecto literario se agarra y toma como
modelo a uno de los mayores sátrapas sudamericanos, lo que si en un
principio le pudo limitar, también le ha podido servir para
encuadrar a la perfección el objetivo de su trabajo, sin temer a
perderse en los vericuetos que siempre abre la imaginación.
No
quiero entrar a comentar esa necesidad, que desde hace algún tiempo,
tiene el autor peruano de “agarrarse” a modelos existentes para
afianzar sus construcciones literarias, como también hizo en su
última novela “El sueño del celta”, pero creo que ese camino
resulta o puede resultar bastante restrictivo, frente a las enormes
posibilidades que ofrece la ficción, aunque la vertiente positiva de
tal actitud, puede servir para conocer y analizar mejor lo que
realmente ocurrió, sirviendo para dejar sobre la mesa datos que
obliguen a la reflexión. Pero a pesar de lo anterior, hay que
reconocer que la personalidad de Trujillo era lo suficientemente
desmesurada, para que cualquiera que no conociera su existencia,
pudiera creer después de haber leído la novela, que el protagonista
de la misma no era más que un producto de la calenturienta
imaginación de Vargas Llosa.
Creo
que el objetivo del autor, aparte de recordarle a sus lectores el
hecho de que haya existido alguien tan siniestro como Trujillo, era
el de analizar los sutiles mecanismos sobre los que se sustentaba su
poder, además por supuesto de dejar patente la brutalidad con la que
actuaba, lo que obligaba a individuos muy superiores
intelectualmente, a subordinarse a su personalidad, y no
precisamente, o no sólo, para obtener prerrogativas políticas y
económicas. Trujillo, según se deja entrever en la novela, tenía
algo, un don especial, que obligaba a los demás a obedecer, a dar
incluso su vida y lo más preciado que tenían por él, posiblemente
porque Trujillo sobre todo representaba el liderazgo y el poder.
Vargas
Llosa construye la novela apoyándose en tres pilares fundamentales,
sobre tres planos separados, la historia de una exiliada que treinta
y cinco años después vuelve a su país, reencontrándose y
enfrentándose a la historia que dejó atrás; la del grupo de
individuos, cada uno con sus motivaciones, que atentaron contra el
Generalísimo, y por último la visión que surge del propio
Trujillo, que es la que ilumina su realidad más cercana. Tres
visiones que consiguen tejer un retrato bastante completo de lo que
fue el régimen trujillista, deteniéndose para prestarle especial
atención, en el singular magnetismo que tenía el presidente, en esa
misteriosa fuerza que siempre conseguía que todos los que se
encontraban cerca de él, se sintieran en la obligación de tener que
agachar la cabeza.
No
cabe duda que “La fiesta del chivo” es una buena novela, y lo es
sobre todo, porque el autor consigue plasmar en ella, de forma
plausible, los objetivos que se impuso, pues gracias a su oficio, del
que nadie puede a estas alturas dudar, consigue dejar una novela
bastante aseada a la que difícilmente se le puede reprochar nada.
Sí, “La fiesta del chivo” es una novela aseada y muy digna, pero
a pesar de que comparta la opinión de los que afirman que es la
mejor novela que ha escrito en los últimos años, creo que se
encuentra bastante alejada de otras del autor, sobre todo de las que
escribió en su primera etapa, y de lo que se podría por tanto
esperar de él, aunque el peruano, desde hace ya bastantes años,
parece que limita sólo a construir novelas correctas, sin arriesgar
nada como al principio hacía, en las que cualquier lector, desde un
principio, sabe lo que ocurrirá en las mismas, lo que está
convirtiendo a Vargas Llosa en un novelista al que hay que seguir
leyendo, porque sin duda es uno de los grandes maestros, pero del que
pocas sorpresas se pueden ya esperar.
Martes,
16 de julio de 2013