
LECTURAS
(elo.199)
SPUTNIK, MI AMOR
Haruki Murakami
Tusquets, 1999
Por una serie de circunstancias, tenía que elegir una novela de fácil lectura con la que pudiera perderme un largo fin de semana, que tuviera la virtud, la extraña virtud, de que en la medida de lo posible, pudiera aislarme de las dificultades que estaba atravesando. Estuve buscando y buscando y no me decidía por ninguna, pues además de ser ligera, tenía que ser potente, al menos lo suficientemente potente como para que su lectura me obligara a olvidarme, de forma momentánea, de todo lo que tanto me estaba afectando. No resultaba fácil, aunque al final, un poco por llevarme algo, elegí una pequeña novela de Haruki Murakami, aunque para decir la verdad, sin mucha convicción. Con anterioridad había leído dos novelas del escritor japonés, “Kafka en la orilla” y “Al sur de la frontera, al oeste del sol”, dejándome ambas una sensación extraña, que en absoluto se acomodaba al prestigio que el autor tenía entre muchos amigos que me lo había recomendado con verdadero entusiasmo. Las leí con interés, sí, pero no llegaron a causarme buena impresión, pues a pesar de que las historias y la forma con que el autor las desarrollaba me resultaron novedosas, en donde la mezcla de un estilo de vida occidental con unas formas culturales marcadamente orientales me dejaron un sabor diferente, había algo en ellas que me chirriaba, ya que lo que intentaba depositar sobre la mesa el japonés, se dejaba ver demasiado claro bajo su original poética. A pesar de ello, y repito que sin demasiado interés, me llevé “Sputnik, mi amor”, por si me veía capacitado, cosa que dudaba, para concentrarme en algo que no fueran los acontecimientos que habían conseguido ponerme en jaque. Pero no tenía que encontrarme tan mal, cuando a pesar de todo lo que me ocurría, pude acabar en poco tiempo, y sin dificultad, con la novela de Murakami, novela que me ha servido para ratificar la opinión que de él tenía, la de que es un buen escritor, que se devalúa al desarrollar historias demasiado débiles y explícitas. El japonés, en mi opinión, es un interesante novelista, de esos que dominan a la perfección su espacio narrativo, que realmente es muy especial, pero que a pesar de ello, y de haberlo intentado, es uno de esos autores que desgraciadamente no han conseguido llamarme la atención. Cada vez que leo una novela de Murakami, me da la sensación, de que estoy leyendo un libro de autoayuda novelado, lo que siempre me deja fuera de juego, hecho que convierte a los personajes de sus novelas, y esto si puede resultar literariamente grave, no en personajes de ficción vivos, sino en sujetos predestinados para cumplir el rol concreto que su autor ha preparado para ellos. Lo anterior creo que merece una explicación. Evidentemente todo personaje de ficción está creado para cumplir un cometido, pero es fundamental que no se les note demasiado, y en buena medida ahí se demuestra la pericia de un autor. Pero Murakami, a pesar de no ser un escritor, digamos que de literatura de entretenimiento, que es la que se caracteriza por la utilización de ese tipo de personajes, pues su público, al menos en principio, es diferente al de esa clase de novelas, no duda en ningún momento de echar mano de esa instrumentalización para subrayar, a veces en exceso, lo que desea transmitir. Estoy convencido que toda buena novela debe evitar lo anterior, y que el tema debe subordinarse al desarrollo de la trama, de suerte, que tienen que ser los personajes, durante la dinámica de la obra, los que abran las puertas e iluminen el tema, y no el tema lo que justifique a los personajes. O dicho de otra forma, para simplificar, que son los personajes los que tienen que dejar el tema, con la sutileza necesaria, en la mente del lector, sin que éste se encuentre en ningún momento abrumado por el mismo. Lo anterior no quiere decir que el japonés descuide a sus personajes, no, pero no creo que los cuide como debería, presentándose, precisamente por eso, al final de la novela aplastados por la temática, quedándose el lector, o al menos eso es lo que me ha pasado siempre con sus novelas, con que éstas no se encuentran equilibradas.
En esta ocasión, una historia que se presenta como una tormentosa historia de amor, que en ningún caso llega a serlo, oculta o trata de ocultar, la necesidad que tiene una joven que quiere ser escritora de encontrar la experiencia que necesita, o por extención, la necesidad que todo escritor, para desarrollar una novela, tiene de la experiencia, ya que sin la experiencia, por muy bien que se domine el arte narrativo, nada saldrá con la calidad necesaria, o sin ese algo tan especial que necesita toda novela para que no se caída en la papelera de lo que no vale la pena de publicarse.
La protagonista de la novela, después de fracasar en una relación amorosa, en la que no consigue lo que esperaba, desaparece “como el humo”, quedando todos los que intentaron encontrarla, con la convicción de que jamás volverían a verla. Pero cuando menos se la esperaba, cuando todos los que habían estado cerca de ella se conformaban sólo con mantener su recuerdo, Sumire, que así se llamaba, reaparece misteriosamente afirmando que había vivido una multitud de aventuras difíciles de contar. Toda la historia, y posiblemente este sea el hecho más interesante de la novela, la cuenta un amigo de la protagonista, un joven profesor de primaria que estaba enamorado de ella. Digo que este hecho puede que sea el que más llame la atención, porque ese recurso facilita enormemente el desarrollo de la obra, pues evita al autor tener que adentrarse en los vericuetos de la, al parecer, dificultosa personalidad de la joven protagonista.
Los recursos narrativos están para eso, para facilitar en lugar de dificultar la tarea del novelista, y en esta ocasión, Murakami elige el camino menos comprometido, sabedor como es, que su clientela no se especialista precisamente en apreciar temas complejos, pues aspira sólo a poder disfrutar de historias cómodas, y poco conflictivas, pero sin caer en esa subliteratura lineal y de insoportable aridez, tan en boga en la actualidad, que tanto daño le está haciendo a la propia literatura.
En fin, la novela de Murakami, como dije antes, tampoco me ha servido para encontrar a ese escritor del que tantos elogios llevo escuchando desde hace bastante tiempo, ya que no me ha llamado la atención ni la narración, ni la reflexión que realiza, por su debilidad, de la necesidad que todo escritor tiene de cosechar experiencia antes de dedicarse al noble arte de escribir una novela.
Sábado, 10 de julio 2010