
LECTURAS
(elo.158)
VIRGINIA O EL MUNDO INTERIOR
Álvaro Pombo
Planeta, 2.009
A pesar de ser un ferviente seguidor de Álvaro Pombo, no tengo más remedio que afirmar en esta ocasión, que la lectura de “Virginia o el mundo interior”, no me ha aportado nada, y lo que es peor, que es una novela que no va a aportar nada, a la ya dilatada obra del santanderino. Evidentemente se trata de una obra pombiana, dotada de todas las características de sus novelas, pero da la sensación, de que es una novela que carece de la justificación necesaria, para que el autor se haya empeñado en realizarla. Llega un momento, tiene que llegar un momento, en que los autores, sobre todo aquellos que ya han conseguido cierto reconocimiento, y Pombo desde hace bastante tiempo lo posee, que deben de evitar, al menos eso estimo, caer en la repetición, e intentar por todos los medios, o arriesgarse a encontrar nuevos caminos, lo que nunca es fácil, o a colgar durante un tiempo su pluma. Lo curioso del caso, es que Pombo siempre me ha parecido un autor atrevido, pues en su obra existe una clara evolución desde el estilismo excesivo de sus primeras novelas, hasta las últimas, que sin abandonar la poética que en todo momento la han definido, se trataba ya de una poética claramente diferente, más desgarrada, menos apolínea se podría decir, en fin, más suya y más enriquecedora, tanto para él, imagino, como para sus lectores. Pero en esta ocasión, no quiero pensar que motivado por el dictado de su nuevo editor (es la primera novela publicada después de haber ganado El Planeta), parece que el bueno de Don Álvaro, ha escrito una novela claramente pombiana no para su público habitual, el que siempre le ha seguido, sino para el público que consiguió descubrirlo gracias al millonario Premio Planeta. Con lo anterior no quiero decir, ni mucho menos, que a “Virginia o el mundo interior” le falte calidad, no, pues la prosa que emplea se encuentra a la altura del mejor Pombo, de eso no hay duda, pero sí que le falta sustancia, una sustancia que venía ganando terreno en su obra, y que ha quedado paralizada, apartada en esta ocasión, como si careciera de sentido, eclipsada por su exuberante y singular forma de entender la escritura. Resumiendo podría decir, que no tengo nada que objetar sobre el estilo empleado, ya que su profesionalidad ha llegado a tal extremo, que puede desarrollarlo con una calidad y una maestría innegable sin apenas esforzarse en apariencia, pero lo que sí me ha sorprendido, dejándome fuera de juego y con una sensación de haber perdido el tiempo, algo que nunca me había ocurrido con Pombo, es la debilidad de la historia con la que me he encontrado, como si el autor hubiera querido subrayar que la función del tema en una novela, sólo fuera esa, la de dejar claro lo bien que escribe su autor. Éste, y ahora es el momento de dejarlo claro, es el problema que he encontrado, la inexistencia de una historia lo suficientemente potente, que aderezada con el singular estilo pombiano, hubiera tenido la virtud de atraparme desde un primer momento, de suerte que, si no hubiera tenido en mis manos una novela que estuviera firmada por Álvaro Pombo, con toda seguridad, la hubiera abandonado a las primeras de cambio.
La novela, la buena novela, y esto cada día lo tengo más claro, debe, tiene que sustentarse en un delicado equilibrio entre tema y forma, entre forma y tema, no pudiendo eclipsar ninguno de estos elementos al otro, ni la historia a la forma como está escrita, ni el estilo a la esencia de la historia. Una novela, en ningún caso puede contar con el visto bueno del lector, del lector consciente, cuando una historia anémica es salvada por la profesionalidad del autor, ni cuando un tema potente es desperdiciado por la falta de pericia del que escribe, de ahí la dificultad, la extrema dificultad, de llevar a cabo, o de encontrar una buena novela.
Javier Marías me sorprendió hace algunas semanas, afirmando en una entrevista, que se encontraba agotado, y que no tenía proyectado escribir próximamente ninguna novela, al estar convencido, que todo lo que hiciera, tal y como se encontraba, sería más o menos una repetición de lo que ya había realizado. Aplaudo a Marías, por la sencilla razón, de que la creación artística, y la novela más que una producción es un arte, debe ante todo surgir de una necesidad, y no, de ese voluntarismo, alentado evidentemente por las editoriales, de tener que escribir, por obligación, una novela cada dos años, incluso cuando no se tiene nada que escribir.
La historia que en esta ocasión narra Pombo, no es que no sea interesante, pues toda historia lo es, o podría llegar a serlo, lo que ocurre, es que el autor no logra sacarle el partido que dicho tema le exigía, lo que si se piensa bien, es lo peor que puede suceder. Virginia, como todas sus heroínas, es una joven perteneciente a la clase bien de Santander, heredera de una rica familia que había hecho fortuna gracias al comercio harinero, pero que a raíz de una experiencia amorosa con un joven perteneciente a su servicio, que quedó definitivamente truncada al morir éste en la guerra de Marruecos, queda imposibilitada para poder volver a enamorarse, lo que con el tiempo la conduce al suicidio, debido a que no pudo soportar el vacío de su existencia. Sí, la historia de esa incapacidad, de esa imposibilidad para rehacer su vida después de un desastre amoroso, hecho que puede convertirse en una patología, es un tema que hubiera podido dar mejores frutos, pues a ningún buen lector, le puede bastar con lo bien descritos o dibujados que se muestren los personajes, si comprueba que la trama desemboca en un desenlace fatal, motivado por estrategias banales. Toda novela, es lo que es, pero también lo que pudo haber llegado a ser, si el ingenio del creador, hubiera encontrado los cauces adecuados para desarrollarla de forma adecuada, lo que en esta ocasión el bueno de Pombo, de forma inexplicable, no ha sabido hallar. Pero claro, lo anterior, sólo se puede decir de los autores en los que se cree, en aquellos de los que uno está convencido de que pueden dar mucho más de lo que dan, y Álvaro Pombo es uno de ellos, uno de los más cualificados, a pesar de que en esta ocasión haya desarrollado una obra menor, con los que cuenta la novelística española contemporánea. Por ello, esperaré con expectación su próxima entrega, que estoy convencido, estará a la altura de su poderío creativo.
Jueves, 28 de mayo de 2.009
(elo.158)
VIRGINIA O EL MUNDO INTERIOR
Álvaro Pombo
Planeta, 2.009
A pesar de ser un ferviente seguidor de Álvaro Pombo, no tengo más remedio que afirmar en esta ocasión, que la lectura de “Virginia o el mundo interior”, no me ha aportado nada, y lo que es peor, que es una novela que no va a aportar nada, a la ya dilatada obra del santanderino. Evidentemente se trata de una obra pombiana, dotada de todas las características de sus novelas, pero da la sensación, de que es una novela que carece de la justificación necesaria, para que el autor se haya empeñado en realizarla. Llega un momento, tiene que llegar un momento, en que los autores, sobre todo aquellos que ya han conseguido cierto reconocimiento, y Pombo desde hace bastante tiempo lo posee, que deben de evitar, al menos eso estimo, caer en la repetición, e intentar por todos los medios, o arriesgarse a encontrar nuevos caminos, lo que nunca es fácil, o a colgar durante un tiempo su pluma. Lo curioso del caso, es que Pombo siempre me ha parecido un autor atrevido, pues en su obra existe una clara evolución desde el estilismo excesivo de sus primeras novelas, hasta las últimas, que sin abandonar la poética que en todo momento la han definido, se trataba ya de una poética claramente diferente, más desgarrada, menos apolínea se podría decir, en fin, más suya y más enriquecedora, tanto para él, imagino, como para sus lectores. Pero en esta ocasión, no quiero pensar que motivado por el dictado de su nuevo editor (es la primera novela publicada después de haber ganado El Planeta), parece que el bueno de Don Álvaro, ha escrito una novela claramente pombiana no para su público habitual, el que siempre le ha seguido, sino para el público que consiguió descubrirlo gracias al millonario Premio Planeta. Con lo anterior no quiero decir, ni mucho menos, que a “Virginia o el mundo interior” le falte calidad, no, pues la prosa que emplea se encuentra a la altura del mejor Pombo, de eso no hay duda, pero sí que le falta sustancia, una sustancia que venía ganando terreno en su obra, y que ha quedado paralizada, apartada en esta ocasión, como si careciera de sentido, eclipsada por su exuberante y singular forma de entender la escritura. Resumiendo podría decir, que no tengo nada que objetar sobre el estilo empleado, ya que su profesionalidad ha llegado a tal extremo, que puede desarrollarlo con una calidad y una maestría innegable sin apenas esforzarse en apariencia, pero lo que sí me ha sorprendido, dejándome fuera de juego y con una sensación de haber perdido el tiempo, algo que nunca me había ocurrido con Pombo, es la debilidad de la historia con la que me he encontrado, como si el autor hubiera querido subrayar que la función del tema en una novela, sólo fuera esa, la de dejar claro lo bien que escribe su autor. Éste, y ahora es el momento de dejarlo claro, es el problema que he encontrado, la inexistencia de una historia lo suficientemente potente, que aderezada con el singular estilo pombiano, hubiera tenido la virtud de atraparme desde un primer momento, de suerte que, si no hubiera tenido en mis manos una novela que estuviera firmada por Álvaro Pombo, con toda seguridad, la hubiera abandonado a las primeras de cambio.
La novela, la buena novela, y esto cada día lo tengo más claro, debe, tiene que sustentarse en un delicado equilibrio entre tema y forma, entre forma y tema, no pudiendo eclipsar ninguno de estos elementos al otro, ni la historia a la forma como está escrita, ni el estilo a la esencia de la historia. Una novela, en ningún caso puede contar con el visto bueno del lector, del lector consciente, cuando una historia anémica es salvada por la profesionalidad del autor, ni cuando un tema potente es desperdiciado por la falta de pericia del que escribe, de ahí la dificultad, la extrema dificultad, de llevar a cabo, o de encontrar una buena novela.
Javier Marías me sorprendió hace algunas semanas, afirmando en una entrevista, que se encontraba agotado, y que no tenía proyectado escribir próximamente ninguna novela, al estar convencido, que todo lo que hiciera, tal y como se encontraba, sería más o menos una repetición de lo que ya había realizado. Aplaudo a Marías, por la sencilla razón, de que la creación artística, y la novela más que una producción es un arte, debe ante todo surgir de una necesidad, y no, de ese voluntarismo, alentado evidentemente por las editoriales, de tener que escribir, por obligación, una novela cada dos años, incluso cuando no se tiene nada que escribir.
La historia que en esta ocasión narra Pombo, no es que no sea interesante, pues toda historia lo es, o podría llegar a serlo, lo que ocurre, es que el autor no logra sacarle el partido que dicho tema le exigía, lo que si se piensa bien, es lo peor que puede suceder. Virginia, como todas sus heroínas, es una joven perteneciente a la clase bien de Santander, heredera de una rica familia que había hecho fortuna gracias al comercio harinero, pero que a raíz de una experiencia amorosa con un joven perteneciente a su servicio, que quedó definitivamente truncada al morir éste en la guerra de Marruecos, queda imposibilitada para poder volver a enamorarse, lo que con el tiempo la conduce al suicidio, debido a que no pudo soportar el vacío de su existencia. Sí, la historia de esa incapacidad, de esa imposibilidad para rehacer su vida después de un desastre amoroso, hecho que puede convertirse en una patología, es un tema que hubiera podido dar mejores frutos, pues a ningún buen lector, le puede bastar con lo bien descritos o dibujados que se muestren los personajes, si comprueba que la trama desemboca en un desenlace fatal, motivado por estrategias banales. Toda novela, es lo que es, pero también lo que pudo haber llegado a ser, si el ingenio del creador, hubiera encontrado los cauces adecuados para desarrollarla de forma adecuada, lo que en esta ocasión el bueno de Pombo, de forma inexplicable, no ha sabido hallar. Pero claro, lo anterior, sólo se puede decir de los autores en los que se cree, en aquellos de los que uno está convencido de que pueden dar mucho más de lo que dan, y Álvaro Pombo es uno de ellos, uno de los más cualificados, a pesar de que en esta ocasión haya desarrollado una obra menor, con los que cuenta la novelística española contemporánea. Por ello, esperaré con expectación su próxima entrega, que estoy convencido, estará a la altura de su poderío creativo.
Jueves, 28 de mayo de 2.009